Después de haber disfrutado de unos cuantos besos tiernos de Arthur, Diane salió satisfecha y complacida de su actuación con su prometido. Sabía que él no había sido fácil de conquistar y ella, a pesar de su juventud había avanzado bastante, no quería arruinar lo conseguido con remilgos y siendo infantil. Le gustaba lo que el sexo representaba y si debía convertirse en la novia, que se le metía debajo de las sábanas cada vez, lo haría. Llegó a casa dispuesta a disfrutar de la nueva estrategia y ver cómo manejaba a Arthur, quien no era un hombre tan fácil de manipular. Sopesó todas las ventajas y desventajas de seguir teniendo sexo con él, era su novio y nada iba perder, lo más normal del mundo era que una pareja de prometidos en matrimonio mantuvieran relaciones sexuales para el buen fun

