—¿De qué estás hablando? —preguntó un joven de cabello castaño oscuro y de ojos miel que escuchaba una rara historia de parte de su hermana menor. Samantha entornó los ojos y respiró profundo para luego soplar el aire de una sonora manera. Santiago no era el hombre más avispado, según ella, pero tenía buen aspecto y unos dotes artísticos que muchos desearían tener. —Pues de la herencia, Santiago —explicó la joven algo que había pensado sería obvio, por eso lo omitió cuando le pidió ayuda a su hermano—. Necesito que te conviertas en una amenaza para mí, de esa forma el bueno de Caleb se va a compadecer de la pobrecita de mí y se convertirá en mi escudo. —¿Acaso estás loca? —preguntó el joven, que conocía bien la situación, pero que no entendía para nada las intensiones de su hermana

