Capítulo 8

2144 Palabras
—Mi ex esposa está aquí. —Después de unos segundos petrificados esto es lo que logro decirle a Jessica en un susurro cuando se coloca junto a mí. —¿Qué? ¿Dónde? —Ella me mira sorprendida sin poder creer lo que digo. —Está por allá. —No logró señalar su ubicación ya que justo en ese momento toda mi familia empieza a acercarse a nosotros. —¡Roy, mi cielo! Por fin llegaste. —Mi madre me da un efusivo abrazo que le devuelvo con mucho cariño. —Que bueno que pudiste venir hijo —mi padre, tan inexpresivo como siempre, me da un apretón de manos como bienvenida. Mis padres, Wanda y Latroy Prescott, se ven tan prefectos como siempre; ella una fina dama de sociedad y él un imponente hombre de negocios. —¡Hermano! Pensé que no llegarías. —Mi hermano Trevor es el próximo en saludarme junto con su esposo Michael. —Jamás me lo perdería —le contesto. Michael me hace unas señas con la mano expresando su felicidad porque esté aquí y yo le respondo con las señas que indican que el placer es mío. Luego de unos minutos todos se percatan de la presencia de la extraña que está parada junto a mí. —Hijo, no sabíamos que traerías compañía. —Mi madre se queda mirando a Jessica extrañada. —Ah sí, ella es... —Soy Jessica Falcon, su novia —les dice extendiendo la mano con una sonrisa. Todos se quedan petrificados y con los ojos muy abiertos mirándola a ella y a mí simultáneamente. Suerte que a los negros no se nos nota cuando cambiamos de color, porque ahora mismo estoy, como dice la expresión, "rojo como un tomate". —Oh vaya, no sabíamos que tenías novia cariño —dice madre algo confundida, puesto que ella misma, al igual que mis amigos, ha tratado de conseguirme pareja sin éxito. —A sí es, madre, ella es mi novia. —Decido seguirle el juego a Jessica ya que no hay vuelta atrás. —Nuestra relación es reciente pero ardiente ¿Verdad cuchurrumin? —«Y ya me arrepentí». «¿Dónde hay un hoyo n***o al cual lanzarse cuando lo necesitas?» Para el colmo de todos mis males Trisha viene hacia nosotros. Se ve tan hermosa y delgada como siempre, son sus ojos verdes que hacen contraste con su piel oscura y su corto y abundante pelo rizado. No esperaba para nada verla aquí y no entiendo porque mi hermano no me avisó que la invitaría. —Roy ¿Cómo estás? Te ves genial. —Me tenso un poco ante su abrazo. Su característico aroma a Coco Chanel me hace recordar los tiempos en los que tardaba horas en vestirse solo porque tenía que rociar perfume en la ropa ya esperar a que lo absorbiera antes de vestirse. —Tu también te ves muy bien Trisha —le digo cuando terminamos de abrazarnos—. Ella es Jessica, mi novia. Jessica, ella es Trisha, mi ex. —Es un placer conocerte, Jessica —le dice Trisha con una sonrisa. —El placer es todo mío, mi cuchurrumin me ha hablado mucho de ti. —Jessica se aferra a mi brazo de forma cariñosa pero posesiva. —Sí, ya lo creo. —La sonrisa de Trisha lentamente se convierte lentamente en una mueca y todos los demás nos miran como si fuéramos el acto central de un circo. El momento empieza a ponerse incómodo y es mi señal para irnos y subir al cuarto que me asignaron y que ahora compartiré con Jessica. La tomo de la mano, ignorando la corriente eléctrica que siento al hacerlo, y subimos las escaleras hasta llegar a la habitación; abro la puerta y me encuentro con una cama enorme, ventanas con vista a la playa, un armario y dos mesas de noche. —Tu familia es muy linda —me comenta mientras desempaca—. Hasta me da pena mentirles. —Pues no se suponía que lo hicieras —le digo entre enojado y divertido—. ¿Y qué fue eso de cuchurrumin? —Pues ¿Cómo creerán que somos una pareja si no tenemos sobrenombres cariñosos? Además ¿Qué querías que les dijera? Hola, soy la reportera incógnita que convenció a su hijo de venir a la renovación de votos de su hermano ya que él se sentía muy humillado para venir por voluntad propia. —De acuerdo, tienes un punto —acepto —En fin, creo que tu hermano y su esposo hacen una pareja adorable, como el chocolate caliente y el malvavisco. —Ese comentario me hace sonreír—. Por cierto, no sabía que podías hablar el lenguaje de señas. —El esposo de Trevo,r es mudo y me enseñó un poco. —Genial y, Trisha, es muy hermosa y sofisticada ¿Cómo te sentiste al verla otra vez? —Por fin llegó al tema que en realidad quería tocar. —Pues, muy bien la verdad. —¿Estás seguro? Porque te noté un poco tenso cuando la viste. —Noto un tono extraño en su voz. —Hacia mucho tiempo que no la veía y no esperaba encontrarla aquí. Me sentí un poco extraño, no lo niego, pero nada más. —Entiendo. Luego de esa extraña conversación bajamos a desayunar; ya sentados en la mesa y con Jessica actuando como la novia más amorosa y rara del mundo, puedo sentir como todas mas miradas están sobre nosotros, sobre todo la de Trisha que no nos quita los ojos de encima.  El resto del día lo pasamos conociendo algunos de los invitados amigos de mi hermano y mi cuñado; a las cuatro de la tarde la ceremonia ya está a punto de comenzar. Mi cuñado Michael es de Hawái así que la ceremonia se realizará en la playa, bajo las costumbres polinesias y guiada por un kahuna, que es una especie de sacerdote. En la arena hay un círculo hecho de flores y ambos novios se colocan dentro de él. Luego de recitar algunas palabras y cantar una canción llega el momento en que tienen que tomar unos guirnaldas que sostienen los padrinos y ponérselas el uno al otro y luego hacer lo mismo con sus padres. Mientras el ritual avanza no puedo evitar mirar de disimuladamente a Jessica, que está sentada junto a mi llevando puesto un vestido de cóctel rojo sin tirantes que hace un Perfecto contraste con su piel blanca y tersa, su cabello largo y n***o cae por sus hombros como una cascada y sus delicados pies descansan en unas zapatillas sin plataforma. Luego mi mirada se desvía hacia Trisha que lleva un vestido ajustado y tacones. Es innegable la diferencia entre ambas mujeres; Jessica es irreverente, divertida, real, inocente y algo torpe; Trisha por otro lado vive para las apariencias, es centrada, sexi sin duda, pero también calculadora y controladora. Salgo de mis pensamientos cuando el sacerdote da fin a la ceremonia. Ahora estamos en la recepción, que se está celebrando dentro de la casa; el olor a comida que viene del gran bufé y la música hawaiana que está tocando la banda hace que la fiesta se vea alegre y animada. Jessica se une a una chicas que la invitan a bailar con ellas mientras yo me quedo cerca del bar y pido un vaso de whisky. —¿Por qué tan sólo? —La voz inconfundible de Trisha me sorprende haciendo que voltee para mirarla. —Hola, no me di cuenta cuando te acercaste. —Esa era la idea —me dice con una sonrisa coqueta en sus labios rojos—. ¿Te acompaño? —Por supuesto ¿Quieres que te ordene algo? —Tu ya sabes lo que me gusta. —Pido su habitual cosmopolitan y, una vez que lo sirven, ambos hacemos un pequeño brindis y tomamos un sorbo de nuestros tragos—. Es muy agradable verte de nuevo, has cambiado mucho desde la ultima vez?—me dice después de un rato. —También es agradable verte. —Te he extrañado mucho. —Da unos pasos lentos y sensuales hacia mí hasta que solo estamos a unos pocos centímetros el uno del otro. —Trisha, yo... —Tal vez aún haya oportunidad para nosotros —dice poniendo uno de sus dedos en mis labios. —No, Trisha... —Sujeto su mano y la apartó de mí— Lo nuestro ya fue. Además estoy con Jessica —le miento, ¿O no? —Pues parece que tu chica se divierte mucho sin ti —me dice con una sonrisa maliciosa en los labios y luego voltea su rostro hacia la pista. Yo sigo su mirada y descubro que Jessica está bailando y riendo con uno de los invitados, se le ve animada y feliz como si nadie más existiera... como si yo no existiera. Un sentimiento de que no puedo describir claramente se apodera de mí ¿Ira? ¿Decepción? ¿Celos? No tengo idea y no quiero descubrirlo en este momento. Solo me termino mi trago de whisky y salgo de la casa con dirección a la playa. Camino por la arena dejando que la fresca brisa me relaje pero ni siquiera eso logra calmarme. «¡Maldición! ¡maldicion! ¡maldicion!» ¿Por qué diablos pensé que era buena idea traerla? Solo sabe sacarme de mis casillas y yo de imbécil me permito perder el control por ella. Sin darme cuenta me alejo de la casa y llego hasta donde hay una gran roca anclada justo a la orilla de la playa, es de una tres metros de alto y tiene unas inscripciones que no logro divisar; me recuesto sobre ella y exhalo profundamente. —Roy, ¿estás aquí? —Escucho la voz de Jessica llamarme muy cerca—. Oh, aquí estás —dice cuando logra verme recostado, gracias a las luces de las farolas—. Vuelvo a la fiesta, está muy divertida. —No, tú ve, yo no estoy de humor. —Vamos, no seas aguafiestas. —Intenta tomar mi mano pero yo la retiro de su alcance. —Ya te dije que no ¿porqué no te vas a seguir coqueteando con todos? Parece que eso se te da muy bien —le digo enojado. —¿De que demonios estás hablando? Yo no estaba coqueteando con nadie, además no tienes derecho a juzgar cuando eras tú el que el que no le quitabas los ojos de encima a tu ex ¿Crees que no los vi en el bar? —Trisha y yo, solo estábamos teniendo una conversación. —Oh, claro, yo también miro a los hombres como leona en celo cuando tengo una conversación, es muy normal —dice sarcásticamente con los brazos en jarra. —¿Sabes qué? No pienso explicarte nada porque yo soy un adulto responsable y que piensa en las consecuencias de sus actos y tú eres una loca inmadura sin un gramo de sensatez en todo su cuerpo —le gritó enojado. —¿A sí? Pues prefiero ser una inmadura que disfruta de la vida, a ser un amargado reprimido igual que tú. —Crees que soy un reprimido ¿no? Pues ¿qué te parece esto? —La tomo del brazo y de un tirón la atraigo hacia mí y con mis labios me apodero de los suyos. La beso con furia, sujetándola por la cintura y la cabeza y aprisionandola contra la roca. La parte recional de mi cerebro me grita que me detenga pero no pienso hacerlo, si me detengo me disculparé y me alejaré y no quiero eso, solo quiero arrancarle la ropa y hacerla mía aquí mismo en esta playa. Ella se resiste por unos segundos pero luego deja de luchar y me devuelve el beso con la misma ferocidad. No sé qué se ha apoderado de mí pero me gusta. Envuelve sus brazos alrededor de mi cuello y aprovecho para soltarme el cinturón y bajarme los pantalones y los calzoncillos, luego bajo sus bragas y colocó sus piernas alrededor de mi cintura. Sentir la calidez de su interior frotarse contra mi m*****o hace que me excite como nunca lo había hecho antes mientras introduzco mi lengua cada vez más dentro de su boca. Mi pene está a punto y listo para introducirse dentro de ella. —Y esta es la roca con inscripciones sagradas del dios de la felicidad que, Michael, mandó traer desde Hawái como símbolo de nuestro amor. Volteo al escuchar las voces y descubro a casi todos los invitados; incluyendo mi hermano, mi cuñado, mis padres y Trisha; de pie frente a nosotros totalmente boquiabiertos al sorprendernos en pleno acto s****l. «Dios, si me estás escuchándome, envíame una ola gigante que me arrastre hacia el mar», rezo mentalmente.
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