Capítulo 19

2497 Palabras
Narra Nahuel Cuando mamá llegó a casa, Lean salió de mi cuarto pidiéndome que me quedara acá mientras hablaba con ella. Esperé un ratito después de que mi hermano saliera. Salí de la habitación y caminé por el pasillo lo más lento que pude. —Ma, ya tiene veintitrés años, no podemos seguir tratándolo como un nene chiquito. Él debe sentir lo que sentimos todos los hombres a esa edad. —Nahuel no es como todos los chicos. —Sí, lo es. —mi hermano suspiró—. Ma, ni siquiera sabe si le gustan los hombres o las mujeres. Me preguntó cómo podía saber si es gay. Está confundido. —Debe ser Camila que le dijo algo, en unos días se le va a pasar. —No se le va a pasar, hace días que está raro. —Lean suspiró de nuevo—. Él está raro por culpa nuestra, porque lo tratamos como un nenito y ya no lo es. Físicamente es un hombre y mentalmente está a punto de serlo, ya tiene que saber sobre sexualidad. —mi hermano se pasó la mano por la frente—. Si no se lo decís vos, le digo yo todo lo que tiene que saber una persona a su edad. —No le digas nada, Leandro. Tu hermano piensa como un nene. —Tiene el pensamiento de un adolescente, tiene que saber estas cosas. —volví a mi cuarto casi corriendo, intentando no hacer mucho ruido. Me senté en mi cama, en el mismo lugar en donde estaba cuando Lean fue a hablar con mamá. Mi hermano volvió a mi cuarto un ratito después, se sentó al lado mío sin mirarme; nunca había visto a Lean tan serio como ahora. Me habló como una hora, me explicó todo lo que creía que necesitaba saber y respondió a mis preguntas. Después dijo que seguramente mamá o papá iban a venir a hablarme de algunas cosas más y que ellos podían resolverme mejor las dudas. —¿Puedo saber quién te tiene así? —dijo después de que nos quedáramos callados un ratito, negué con la cabeza—. ¿Por qué no? —Porque no estoy seguro de que me guste o algo así. —Pero quiero saber quién captó la atención de mi hermanito. ¿Es un chico de la escuela? —negué con la cabeza—. ¿Es un compañero del club? —volví a negar con la cabeza, él se me quedó mirando sin decir nada—. Bueno... cuando quieras contarme, sabés que voy a escucharte —asentí, él acarició mi pelo, me dio un beso en la frente, se levantó y salió de mi cuarto. Me acosté y miré el techo, sentía la cara arder un poco por la conversación que tuve con mi hermano. Saqué mi celular y abrí el chat de Camila, le conté todo lo que pasó con Daniel y después con mi hermano. Como no estaba en línea, bloqueé el celular después de mandarle los mensajes y esperé a que me contestara. Pasó un rato hasta que me llegó la respuesta de Cami. —"¡Le gustás! Nahu, tenés que decirle algo. ¡Decile que también te gusta!" —siguió escribiendo—. "¿Te puedo llamar?" —no esperó ni que terminara de leer el mensaje para llamarme. —Hola —contesté a la llamada levantándome para cerrar la puerta de mi cuarto. —¡Deberías estar hablando con Daniel! —separé un poco el celular de mi oreja, no quiero que me deje sordo. —¿Por qué? —Porque te gusta y tenés que decírselo. Estoy segura de que a él también le gustás. —No creo Cam... —me interrumpió. —¡No digas eso! Le gustás, estoy más que segura. Nahu, por favor, no seas tonto, las preguntas que te hizo no las hizo al azar. —¿Te parece? —Te lo afirmo. Nahu, estoy segura de que Daniel te hace esas preguntas porque de verdad le interesás. Estoy segura de que le gustás bastante. —suspiré. —¿Tengo que preguntárselo? —Tenés. —Bueno... —volví a suspirar—. No sé cómo voy a preguntarle, me pongo nervioso estando solo con él. No creo que le pueda preguntar si le gusto o no —Cami se rio. —Tranquilo, Nahu. Si no lo hacés vos, seguramente lo haga él. Se quedó en silencio un ratito. —¿Y si pedís que mañana vayan solos? Rogale a tu mamá que te deje. —Seguramente no me dejen. —Pero intentalo, así pueden hablar bien sin que tu hermano intente matarlo. —me reí. —Bueno, voy a intentar. Deseame suerte. Nos pasamos un rato más hablando, hasta que tocaron la puerta de mi cuarto. Me despedí de Cami, corté la llamada y abrí la puerta. Papá me sonrió cuando me vio, me preguntó cómo estaba mientras se metía en mi cuarto. Nos sentamos en mi cama y me empezó a hacer preguntas. Como mi hermano me había dicho, él me empezó a hablar de lo mismo, preguntándome quién era el que me había hecho interesarme en estas cosas. Me preguntó un par de veces, pero después de decirle que no quería hablar de la persona, dejó de insistir y salió de mi cuarto. --------------------------------------------- Me desperté temprano aunque era sábado. Me levanté y fui al baño. Cuando terminé de prepararme, fui al comedor, mamá estaba desayunando. Me saludó mientras me servía un poco de café. Me senté al lado suyo tomando un poco. Desde ayer, mamá no me habla mucho; parece que se enojó después de lo que le dijo mi hermano. Después de desayunar, levantamos las cosas y ella las lavó. Mientras, me senté en el sillón y miré la tele hasta que ella se sentó conmigo. Primero se quedó callada, pero después de un ratito empezó a hablar de lo que estábamos viendo. —¿Estás seguro de que podés ir solo al café? —la miré; no me esperaba que me preguntara eso. —Sí, Daniel va a pasar a buscarme. —le sonreí—. No te preocupes ma, voy a estar bien. —ella me acarició el cachete y asintió. —Bueno... pero si necesitás que te pasen a buscar, me llamás. —asentí. Hablamos hasta que se hizo mediodía. Mamá se levantó y fue a la cocina para empezar a cocinar. Yo me quedé en el sillón; estoy un poco nervioso. Desde ayer tengo dando vueltas por la cabeza los gritos de Cami diciéndome que le gusto a Daniel, me pone nervioso pensar en eso. Sentí que el corazón me latía muy fuerte. Me levanté del sillón, fui a mi cuarto y me encerré. Me acosté en la cama sin saber que hacer; Cami me dijo varias veces que tenía que decirle lo que siento a mi entrenador, pero no estoy seguro. No estoy seguro que él me guste, nunca me había gustado nadie, así que no sé cómo tendría que sentirme en realidad. Tomé aire y cerré los ojos intentando calmarme; tengo que dejar de contarle estas cosas a Cami, siempre dice cosas que me ponen nervioso justo cuando voy a ver a Daniel. Después de almorzar y de preparar mis cosas, volví a acostarme para esperar a Daniel. Miré mi celular para distraerme y dejar el tiempo pasar; aunque no podía dejar de mirar el reloj, impaciente por verlo. Cuando se hizo la hora, agarré mi mochil y la colgué en mi hombro. Apenas había salido de mi cuarto cuando el timbre sonó. Caminé rápidamente hasta la puerta, pero mamá ya la había abierto. —Hola, vine a buscar a Nahuel, ¿él ya está listo? —me acerqué rápidamente cuando escuché la voz de Daniel. Me paré al lado de mamá y lo miré sonriendo. —Ya estoy listo. —miré a mamá—. Nos vemos más tarde, ma. —Tené mucho cuidado, ¿sí? —asentí, ella puso sus manos en mis cachetes y me besó en la frente—. Tu hermano va a ir a buscarte. —No hace falta, señora, yo lo traigo. —miré a Daniel, él me sonrió poniéndome un poco nervioso. —No quiero causar molestias... —No es ninguna molestia, señora. —le sonrió. —Bueno... —mamá volvió a mirarme—. Te cuidás mucho, ¿sí? —asentí, volvió a besarme en la frente y dejó que me vaya con mi entrenador. Cuando llegamos a la esquina, suspiré y me giré a mirar a la puerta de mi casa; mamá no me vigilaba, al menos no desde la puerta. Miré a Daniel, él estaba concentrado en mirar a los autos que pasaban. Sonreí como tonto; no puedo dejar de pensar que se ve lindo. De repente, se giró a mí y me sonrió. —¿Qué pasa? —bajé la mirada sintiendo los cachetes arder de la vergüenza. —N-nada... —¿Seguro? —asentí—. Vamos, ya cambió el semáforo. Cruzamos la calle y caminamos callados. Cuando llegamos al café, el mozo nos llevó al piso de arriba porque las mesas de la planta baja estaban ocupadas. Nos sentamos en una mesa que estaba en la esquina aunque no había nadie en ese piso. El mozo tomó nuestros pedidos y nos dejó solos. Cuando terminamos de planear la clase, empezamos a hablar. Empiezo a ponerme nervioso de nuevo, hasta recién estaba entretenido planeando la clase, pero ahora no estamos haciendo mucho. —Daniel... —lo llamé después de que nos quedamos callados, me miró; hoy nos sentamos juntos como siempre desde que me defendió de esos chicos—. M-me preguntaste si soy gay. —Olvidate de eso, Nahu. No tenés que cont... —C-creo que si lo soy. —lo interrumpí mirándolo—. E-estuve hablando con mi hermano y mi papá. Pensé mucho y creo que si lo soy. —¿Si? Es bueno que te hayas dado cuenta —sonrió—. ¿Te gusta algún chico? —asentí. Sentí que mi corazón empezaba a latir con fuerza y mi cuerpo temblaba. Bajé la mirada a la mesa con la cara ardiéndome. ¿Debería decirle que él me gusta? Respiré profundo. —Me gustaría decirte algo, Nahu. Espero que no te moleste ni te ponga incómodo —lo miré. Él abrió la boca para decirme algo, pero mi celular lo interrumpió. —Perdón... —saqué mi celular y lo miré, era mi hermano diciéndome que me iba a venir a buscar porque había empezado a llover—. Mi hermano va a venir a buscarme, dice que está lloviendo —lo miré—. ¿Querés quedarte en mi casa? —se me quedó mirando haciendo que me diera un poco de vergüenza—. D-digo... para que no te mojes volviendo a tu casa —apenas había terminado de hablar cuando resonó un trueno. —Espero que a tus padres no les moleste, porque realmente no me gustaría volver ahora con una tormenta así —me sonrió—. Si tus padres no tienen problema con que me quede en tu casa, solo va a ser hasta que pare de llover —asentí—. Vamos a esperar a tu hermano en la entrada. Juntamos nuestras cosas y bajamos. Daniel pagó lo que habíamos pedido y salimos a la galería que tiene el café. Después de unos minutos, vi que mi hermano se acercaba a nosotros cubriéndose con un paraguas. —Lean, llevemos a Daniel a casa. No sería bueno que fuera hasta su casa con la tormenta —mi hermano lo miró sin decir nada. —Vas a tener que hablar con Mamá —asentí—. Bueno, vamos antes de que la tormenta se ponga peor —volví a asentir. Caminamos hasta mi casa en silencio. Miré a Daniel, que iba al lado de mi hermano, pensando en lo que me iba a decir antes de que mi celular sonara. ¿Me iba a decir que le gusto? Miré para otro lado sintiendo la cara arder un poco. Por culpa de Camila no puedo dejar de pensar en esas cosas. Cuando llegamos a mi casa, fui hasta mi cuarto y dejé mi mochila. Después salí para ir a la cocina con mamá, ella estaba preparando mate. —Ma. —la llamé. —Hola, Nahu. Tu hermano ya me dijo que invitaste a tu entrenador. —me miró seria. —¿Puede quedarse? —No sé, Nahu... Daniel es un extraño, no me siento segura con él acá. —Últimamente voy al café solo con él y no me hizo nada. Además, no parece que vaya a parar rápido. —mamá se quedó callada un ratito, miró a donde estaba Daniel parado hablando con Lean y después suspiró. —Bueno... pero va a quedarse en el sillón. —sonreí asintiendo. —Gracias ma —la abracé. Pasamos lo que quedaba de tarde en el sillón. Después, a la hora de cenar, papá le preguntó todo lo que podía a Daniel. Ni él ni mamá estaban seguros de dejar que se quedara, pero, como ya era tarde y seguía lloviendo, no pudieron decirle nada. ----------------------------------------------------------- Eran las dos de la mañana y no podía dormir. Giré en mi cama nervioso; no sé porque no puedo estar tranquilo con Daniel en mi casa. Me levanté, salí de mi cuarto y fui hasta la cocina para buscar un vaso con agua. De repente, un relámpago iluminó la cocina y el living. Me giré a donde estaba Daniel. Él estaba parado al lado de la ventana mirando para afuera. Terminé el agua, dejé el vaso en la mesada y me acerqué a él. —¿No te gustan las tormentas? —él me miró. —Al contrario, me encantan —vi que sonreía por la luz que entraba de la calle—. ¿Vos no podés dormir? —negué con la cabeza—. Quedate conmigo hasta que te de sueño entonces. —Te quiero preguntar algo... ¿Qué ibas a decirme en el café? —miró por la ventana. —No quiero ponerte incómodo... —Quiero saber. No puedo dejar de pensar en eso desde la tarde. —Bueno... —suspiró y se acercó un poco a mí—. Solo quería decirte que me gustás —dijo bajito. Mi cara empezó a arder. —¿D-de verdad? —Sí... —suspiró—. Sé que sos mi alumno y que no debería, pero no pude evitarlo —miré a la ventana; me da vergüenza mirarlo a la cara ahora. —T-también me gustás... o eso creo —puso su mano en mi cabeza y acarició mi pelo. —Nahu... —bajó su mano a mi cachete y, después, a mi mentón intentando hacer que lo mire; no quiero mirarlo, me da demasiada vergüenza después de lo que le dije.
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