Oliver estaba nervioso moviendo sus piernas en el sofá, miraba el reloj con desesperación y angustia. Lo que iba a hacer sería doloroso pero era lo mejor para los dos, en especial para él. Estaba siendo un puto egoísta, de eso no le cabía duda, pero esperaba que Matthew pudiera entender sus motivos. Se puso en pie y sirvió un vaso de agua, destapó el pequeño cuentagotas que había comprado y vertió dos gotas en el vaso, lo llevó a la recamara y lo dejó sobre la mesa de noche de Matthew. Salió de nuevo a la sala, su corazón temblaba mientras su mente lo acusaba de ser tan estúpido. La puerta se abrió, Matthew apareció agotado regalándole una leve sonrisa. Oliver se destruyó por dentro y se acercó a él a abrazarlo, no quería que ocultara su dolor. Lo condujo a la recamara y se dispuso a

