¿Conocen ese momento en el que te sientes increíblemente cómodo recostado en tu sofá viendo televisión, feliz, alegre de la vida, flotando en una nube de felicidad y navegando por el arco iris de la alegría como alguna clase de unicornio subnormal, cuando de repente deseas cambiar de canal y te das cuenta de que el control remoto de la televisión está a mil millas de distancia mirándote con esa cara de poker al estilo de que jamás vas a conseguir tomarlo amenos que te levantes y vayas por él?
Es igual o peor que cuando vas al baño y no hay confort.
Nada había salido muy bien. Mike se había enfadado con Luke y Luke se había enfadado con Mike. Lina se había enfadado con Aleisha y Aleisha se había enfadado con Lina. La verdad, era un ambiente bastante incómodo, tenso y enfadado, solamente faltaba que la mosca que volaba tranquilamente por la esquina comenzara una discusión y teníamos la tercera guerra mundial justo frente a nuestros ojos, en 3D, con efectos de sonido y pantalla HD, alta resolución.
De todas formas los chicos se limitaron a irse cada uno por su camino y, curiosamente, ninguno había vuelto a aparecer.
Por otro lado, Lina no usaba el sentido común y se le tiró a Aleisha como león hambriento atacándola y tirándole mechones de su rubio cabello dejándola prácticamente calva.
Quería pararla pero... no me daba la gana.
Sinceramente hasta me resultaba divertido.
Abrí mis ojos con sorpresa. Oh por Dios, me empezaba a volver sádica. Las cincuenta sombras de Dylan.
—¿Aló?
Terminaría siendo una empresaria adicta al sadomasoquismo que contraría a chicos pobres y sumisos para hacerlos sufrir.
—¿Hay alguien?
Conocería a Anastasio Steele y lo haría mi sumiso, obligándolo a firmar un contrato, pero finalmente el amor le iba a ganar a la adicción que resultaba ser una maldita sádica adicta al sexo.
—Escucho una respiración.
De todas formas tenía su lado bueno, ya que antes de conocer a Anastasio todavía me quedaba la posibilidad de comprar a Cameron Dallas y convertirlo en mi sumiso gracias a los miles de millones que ganaría con mi empresa. Tendríamos sexo todos los días y me daría contra la pared de la cocina, de la pieza, del baño y la mesa del comedor.
—¿Me podrían abrir?
Pero qué cosas iba diciendo ya y era más pobre que la vagabunda de debajo del puente y más virgen que el aceite.
—¿Alguien que me abra, por favor?
¡Oh Dios del sexo! ¿Dónde estás cuando te necesito?
—¡¿Aló!?— una exclamación que provenía de detrás de la puerta se escuchó. Fruncí el ceño. ¿Quién se atrevía a irrumpir mi momento de inspiración y sueños acerca de ser Dylan Grey y ser violada por Cameron Dallas?—. ¿Me podría abrir alguien? ¿Por favor? Es un tema importante.
Mi aliento se detuvo.
¿DIOS DEL SEXO?
—¡Hola!— sonreí abriendo la puerta rápidamente. El rostro de una chica de pelo n***o apareció tras ella. ¿Qué? ¿Ella? ¿Una hada del sexo? ¿Me iba a conceder mis deseos o qué?—. ¿Y tú quién eres?
Vi cómo su mandíbula caía hasta el subterráneo del edificio mirándome con sorpresa, desconcierto y una mezcla de emociones que, sinceramente siendo tan yo, no lograba entender ni un cuarto de ellas. Sus ojos almendra pestañearon y antes de que yo pudiera preguntarle si ella iba a traerme a mi amor platónico Dallas para cumplir las fantasías sexuales que todavía no tenía ya que básicamente no tenía gota de experiencia, ella abrió aún más su boca y habló:
—Soy Adeline— soltó mirándome con sus grandes marrones y completamente nerviosa—. Un gusto.
Presentía que esto no iba a llegar al tema del sexo por ninguna parte. Carambolas, iba a morir monja.
—Soy Dylan— me presenté al igual que ella. Le sonreí levemente—. ¿Quieres pasar? ¿Estabas buscando a alguien en especial?
—Oh, sí— dijo distraída golpeando ligeramente su frente—. ¿Está Luke o Ashton? Necesito hablar con ellos.
—No, lo siento— respondí en un suspiro—. De seguro llegan más tarde. ¿Quieres que les deje un recado de tu parte?
Me sentía tan normal hablando sin decir ninguna estupidez.
—Diles que vine— sonrió de regreso, dando un paso hacia atrás—. Un placer conocerte, Dylan. Espero verte pronto.
Y se fue tan rápido como el auto conducido por Paul Walker en Rápido y Furioso.
En otras palabras, se fue corriendo seguramente asustada de mi cabello o de mi cara o de mi ropa o simplemente de mí. Vaya vida.
Escuché la música de ascensor sonar y, lamentablemente, sí, era mi celular. Cerré la puerta entrando al departamento y recogí mi teléfono del suelo, viendo quién me estaba llamando.
" Ashton Sensual Irwin ;) "
¿Cuándo me había sacado el móvil ese pervertido?
—¿Hola?— contesté la llamada sentándome en el sofá. No recibí respuesta—. ¿Ashton?
—¿Dylan?— la voz de Michael se escuchó desde el otro lado de la línea. Fruncí el ceño.
—¿Clifford?
—¿Summers?
—Michael.
—Claire.
—Michael.
—¡No tenías que repetir mi nombre!— se quejó.
—¡Esto no es un juego! ¿Dónde estás? ¿Por qué tienes el móvil de Ashton?— le pregunté.
—Oye, no fue fácil encontrarte en el móvil de Ashton. ¿Cómo iba a saber yo que te había guardado de contacto como "bebé"?
—¡Ese no es el punto! ¿Dónde estás? Ninguno de los chicos ha vuelto al departamento y estaba a punto de llamarlos— solté molesta.
Me lo pensé mejor.
—De acuerdo, no estaba a punto de llamarlos. Pero estaba a punto de empezar a preocuparme.
Hice una mueca.
—Dejemos esto en que estaba esperando que llamaran— finalicé.
—Estoy en el restaurante de comida italiana. Ashton estaba aquí. Dejó su móvil en una silla— respondió—. Yo me sabía su clave y pues, te llamé, y henos aquí.
—¿Qué hay de Luke?
—No tengo idea.
—¿Calum?
—No me contesta las llamadas.
—¿No estás en un restaurante de comida italiana o sí?
—Me siento bajo interrogación. No, estoy en la pizzería, y por si lo piensas, no, no es en la que tú trabajas.
—¡Rodolfo!— se escuchó una voz de fondo—. ¡Ven aquí! ¡No me interesa tu maldita pierna rota! ¡Ponte a trabajar!
Puse los ojos en blanco.
—¿Estás ahí verdad?
—Tal vez— contestó—. Maldito Rodolfo.
—Voy para allá— dije cortando la llamada y dirigiéndome a mi habitación para vestirme con algo decente.
Regresé sobre mis pasos antes de entrar a mi cuarto.
¿Desde cuándo me vestía decente?
Salí del departamento con mi móvil en las manos y bajé las escaleras para irme rápidamente a la pizzería en la que trabajaba. Dios. Cuánto odiaba el ejercicio. Pero no había tiempo para usar ascensor y de todas formas al parecer estaba en reparación. Corrí lo más rápido que pude por las calles y cuando finalmente estaba cerca de la pizzería lo peor que me pudo haber pasado, pasó.
Y no, no fui arrollada por un camión o raptada por los extraterrestres o dejada sin pantalones por culpa de una cabra.
Solamente... fui empujada humillantemente por una señora distraída de por ahí y me caí al suelo doblándome el tobillo.
Sí...
Dolía.
Mucho.
Dios.
Arde.
Unicornio.
Socorro.
Auxilio.
Y a pesar de que esperaba que mi príncipe azul llegara a rescatarme en su caballo blanco y me llevara a un jodido hospital porque les juro que estaba que mataba a alguien del dolor, tuve que arrastrarme por el suelo hasta llegar a la pizzería donde estaba Mike, todo para conversar con él.
Puto príncipe avatar inexistente. La inutilidad de hoy.
—¿Dylan?— la voz de Michael se escuchó de repente. Alcé la mirada, encontrándome con él, su cabello teñido y unas cien personas más viéndome como si fuera una retrasada mental.
¿QUÉ VEN, GENTE? NO HAY NADA QUE VER AQUÍ, SÓLO SOY UNA CHICA NORMAL CON ROPA DE VAGABUNDO ARRASTRÁNDOME COMÚNMENTE POR EL SUELO CON MI COMÚN Y NORMAL VIDA.
Y eso habría dicho yo pero creo que si yo me encontraba así hasta me habría grabado y subido a Youtube.
«¿Con qué móvil?»
Con el mío.
«¿El iPhone que no tienes?»
Me daban ganas de matar a mi conciencia pero al parecer era casi tan imposible como que Bob Esponja consiguiera su licencia de conducir.
—¿Estás bien?— dijo Michael ayudando a levantarme y sentándome en una silla de la pizzería. Puse los ojos en blanco con ironía.
Sí, Mike, me arrastré hasta acá porque se me hacía más cómodo.
ALGUIEN PÁSEME LA SARTÉN POR DIOS.
—Sólo dime qué pasó con Luke— solté, notando cómo su rostro se entristecía de repente—. Odio verlos mal. No quiero que estén así, Mike. Son amigos.
—Es más difícil de lo que parece— respondió pasando una mano por su rosado cabello.
Me quedé hipnotizada por su pelo.
Algodón de azúcar.
—Es una historia un tanto complicada la verdad. No es sólo Aleisha— continuó.
Algodón. De. Azúcar.
—Ni siquiera comprendo por qué lo hice.
Yo amaba el algodón de azúcar.
—No trataba de defender a Lina tampoco, es sólo que...
¿Sería raro si lo mordía?
—¿Qué haces, Dylan?— preguntó con voz seria viéndome de reojo. Cerré mi boca y me alejé de su cabeza sentándome frente a él otra vez.
Algún día lograría morderlo.
—Nada— respondí, lamiendo mis labios—. Oye, ¿no quieres comer un algodón de azúcar?
—Estamos en una pizzería— dijo frunciendo el ceño.
¿Y?
—De todas formas, trataba de explicarte lo de Luke— murmuró.
—¡Oh, cierto! ¿Qué pasó?— pregunté interesándome nuevamente en la historia y, bueno, todavía tratando de no prestarle a su algodón de azúcar, digo, cabello.
Enfócate, Dylan, el cabello es cabello, no comida.
Lo oí suspirar y volvió a ponerse serio.
—Antes de Aleisha había otra chica, una novia de Luke— respondió. Asentí con la cabeza para que continuara—. Era mi mejor amiga.
—¿Esa es la chica a la que defendiste hace un rato?— le dije frunciendo el ceño y tratando de recordar sus palabras—. ¿Ella es mejor que toda esta mierda?— lo cité.
—Sí— dijo, riendo un poco luego—. Ella vale más que cualquiera. Terminaron y Luke empezó a salir con Aleisha. Yo... yo sé que todavía la quiere. Y es un tanto difícil ver a mi amigo, que sabía que quería tanto a esa chica, verlo ahora, con otra para sólo... olvidarla. Era mi mejor amiga, era su novia. Y es como si Luke no lo entendiera.
—Tal vez no lo entiende— dije encogiéndome de hombros. Él frunció el ceño sin entender. Volqué los ojos—. Tal vez sólo cree que estás enfadado porque, no lo sé, terminaron. No soy buena en estas cosas de pareja, Mike.
—Lo noté— se burló. Lo golpeé en el hombro haciéndolo reír—. De todas formas sé que él sabe por qué estoy molesto. Es un tema delicado.
—¿Y quién es la chica?— le pregunté. Él sonrió con nostalgia y diversión—. ¿No vas a decirme, verdad?
—Nop— respondió levantándose de su silla y caminando lejos de la pizzería.
—¡Espera! ¡Michael!— grité con la intención de seguirlo, pero, cayendo en el intento... literalmente—. ¡No puedo caminar!
—¡Qué pena!— dijo con entretención dando media vuelta y sacándome la lengua—. ¡Tendrás que arrastrarte cual oruga!
—¡Espera! ¡No! ¡No!— exclamé. Lo vi perderse entre la demás gente y bufé, viendo cómo mi compañero Rodolfo pasaba a mi lado luego viéndome con diversión.
—¿No es tan fácil, cierto?— preguntó, refiriéndose a la pierna. Lo miré con enfado a punto de insultarlo, cuando simplemente me resigné y farfullé cansada. No ganaba nada con hacerlo.
No, la verdad sí.
—¡HIJO DE...!
Y así fue cómo me quedé sin empleo.