Irene. ¿Por qué? ¿Por qué cada vez que creo que mi vida está comenzando a estabilizarse, algo ocurre y todo se desmorona de nuevo? Cualquier racha de buena suerte que se atreva a cruzar mi camino parece condenada a desaparecer, como un espejismo que se convierte en tragedia. Nunca imaginé que alguien pudiera decidir secuestrarme. Era absurdo. Siempre pensé que el verdadero peligro acechaba a Viola, no a mí. Pero, ¡qué ingenua fui! Después de todo, yo era la copia viva de Carla, y sería ridículo pensar que no podrían confundirme con ella. Quizá había estado aferrándome a la esperanza de que, por algún milagro, las sombras del pasado de Carla me ignoraran. Pero estaba equivocada. Muy equivocada. Carla había estado jugando con fuego, eso lo sabía desde hacía tiempo. Había indicios, retazos

