Desde aquella noche en adelante, todo fue mucho más fácil. Y más feliz. Fueron doce años en los que cada día y noche estábamos juntos. Me enseñó muchas cosas. De magia y de amor.
Después de cien años, ya no quedaba nada de eso. Aunque jamás olvidé.
―Me alegra saber que no me has olvidado ―dijo mi Diablo al tiempo que se sentaba a mi lado.
Los recuerdos se esfumaron como pompas de jabón.
―¿Estás enojada? ―me preguntó.
―No, ¿por qué tendría que estarlo?
―Porque te dejé sola y no te expliqué nada.
―Es tu costumbre, ya no me extraña.
―Estás molesta, mi pequeña. No te enfades conmigo, me preocupa que el libro caiga en las manos equivocadas.
―¿Cuánto más sale, de lo que yo sé, allí?
―Son cosas distintas.
―¿A qué te refieres?
―Tú tienes la magia pura, por decirlo de algún mo
