—En algún momento deberemos hablar sobre el gran elefante en medio de la sala — susurró Bruno. Cló llevaba media hora acurrucada contra él, sollozando bajito. No había dicho ni una palabra y no parecía querer hacerlo. —En algún momento — afirmó ella y se giró para besarlo. No era buena para hablar de sus sentimientos, en realidad casi nunca lo hacía, pero también consideraba injusto que su lobito, por segunda vez, debiera aguardar por una explicación que ni ella parecía conocer. Eran tantas situaciones que se amontonaban al mismo tiempo, que le resultaba casi imposible distinguir qué provocaba una cosa y qué provocaba otra. —Haremos esto — dijo girándola para verla de frente. Su corazón se le encogió un poquito más al ver el rostro lloroso de la gatita —. Yo prepararé de comer y tú te

