— Sé que recién nos conocemos — Le había dicho la Alfa Nia en aquella ocasión —, pero tu fama te precede — Ella sonrió orgullosa. Claro que la precedería si era la mejor maldita ejecutora del mundo —. Supongo que tus planes en la ciudad van más allá que un simple trabajo en una panadería de un par de ancianos. Si necesitas, digamos, servicios médicos adicionales, puedes recurrir a este sujeto — Y la Alfa le extendió una pequeña tarjeta con un solo nombre y una dirección. En aquel entonces ella no sabía qué le había causado mayor sorpresa, si el guiño de ojos del lobo o la actitud de esa imponente Alfa. — Muchas gracias — se limitó a responder inclinándose un poco en clara señal de respeto —. Le aseguro que no causaré problemas — agregó pero de todas formas tomó aquel papel. Ahora, manej

