*Año 1078 (ACTUALIDAD)
La siguiente semana para el reino fue muy triste, la princesita veía a los sirvientes vestidos de n***o caminando de un lado a otro, no entendía nada, tampoco nadie le explicaba que pasaba.
Quería que alguien se sentara con ella y le explicara todo lo que estaba pasando, su hermana tenía una semana sin leerle cuentos antes de dormir.
Según había escuchado de la servidumbre habían coronado a su hermana como la nueva reina de los mágicos, pero eso no podía ser cierto porque sus papis eran los reyes y a su hermana todavía le faltaba para ser la reina.
Pasó por la cocina y escuchó a una de las hadas cocineras hablando con uno de los trolls que le proveía comida al castillo.
No le prestó atención a lo que hablaban y siguió caminando normal, en busca de alguien que quisiera jugar con ella a magia ball, su hermana siempre jugaba con ella y no se burlaba de ella si su magia desaparecía de la nada.
Todos en el reino lo sabían, la pequeña princesa no tenía talento para la magia a su edad su hermana mayor ya hacia hechizos difíciles de duplicación, mientras que ella apenas podía crear una esfera de energía.
– la muerte de los reyes ha dejado al rey muy triste – le dijo el hada al troll.
Zafiro se detuvo de forma abrupta y abrió muchos los ojos rezando por haber escuchado mal.
– la nueva reina a prohibido decirle la verdad a la princesa acerca del paradero de sus padres. La niña se la pasa preguntando cuándo volverán sus padres, me parece un poco cruel que todos la ignoren...
Pronto ya no escuchó más nada.
La…muerte...de…los…reyes.
Ella había dicho que los reyes habían muerto, pero si su hermana le había dicho que sus papis estaban en la tierra de los dioses jugando con ellos, entonces ella… ¿mintió? no, no podía ser cierto, su hermana nunca le mentiría.
Un 'click' sonó en su cabeza recordando todo lo que había pasado en aquella semana, los sirvientes vestidos de n***o, la visita repentina del conde Sama'el, la ausencia de su hermana.
Todo encajaba ahora en su pequeña cabeza, su hermana le había mentido.
Caminó muy enojada por los pasillos del castillo, las lágrimas de tristeza y furia desbordando sus ojos.
Una pequeña onda de energía salió de su cuerpo, sus ojos se llenaron de lágrimas.
Sus padres habían muerto
La dejaron sola con aquella mentirosa.
No volvería escuchar la dulce voz de su madre cantándole canciones de cuna, no volvería a jugar con su padre a las peleas… no volvería a verlos jamás.
Salió al gran jardín real y se tiró de rodillas al suelo sollozando.
– ¡Aaaaah! – gritó llamando la atención de varios guardias. Uno de ellos le hizo una seña a los demás para que fueran a buscar a la reina – ¡¿Por qué se tuvieron que llevar a mis papás?!
El cielo se oscureció de repente y una gran onda de poder muchísimo más grande que la anterior salió de su cuerpo sacudiendo la tierra debajo de ella.
– ¡quiero a mis papás! ¡devuélvanmelos! ¡son míos, míos! – otra onda de poder salió disparada sacudiendo esta vez a todo el reino.
El castillo se sacudió con violencia, la princesa que se encontraba reunida con el conde Sama’el sintió como sus bellos se erizaron ante la sacudida del poder.
Miró al conde quien también estaba sorprendido por semejante descarga de poder, sus ojos habían pasado de dorado a rojo como método de defensa.
– ¡Zafiro! – exclamó saliendo de la habitación siendo seguida por el conde. Su hermana debía de estar muy asustada por un repentino temblor.
– ¡mi reina! – llamó uno de los guardias alterado – es la princesa…
– ¿Qué le pasó a mi hermana? ¡¿Qué le pasó? – preguntó asustando al guardia mágico – ¡habla!
– su majestad, déjelo hablar – intervino el conde con su elegancia distintiva al ver que el chico era zangoroteado de forma brusca. La reina suspiró derrotada y asintió dejando hablar al joven guardia.
– se acaba de enterar que los reyes fallecieron – la futura reina abrió sus ojos y palideció.
Otra onda de poder aún más grande que las anteriores sacudió el reino tambaleándolos con mucha más fuerza.
– hay que detenerla antes de que destruya el reino.
El conde Sama’el asintió y antes de poder decir algo cargó a la reina de forma nupcial y en un parpadeo estuvieron en el lugar donde estaba la enorme concentración mágica.
– ¡princesa, tiene que calmarse! – exclamó el general del reino – ¡destruirá el reino si sigue así!
– la princesa se acaba de presentar como una prodigio – dijo el conde en un susurro sorprendido.
– mi hermana es una prodigio – susurró de la misma forma.
– ¡general! ¿Cuál es el panorama? – preguntó el conde acercándose con dificultad al general.
El cielo estaba completamente oscurecido, rayos de color azul resonaban el cielo, los vientos azotaban con fuerza, la gran descarga de poder era monstruosa.
– no podemos acercarnos lo suficiente para ponerle unas esposas anti magia – informó tapando sus ojos del viento – el gran circulo de magia a su alrededor no nos deja acercarnos mucho.
– ¡Zafiro, acaba con esto por favor! – gritó la futura reina preocupada por el bienestar del reino de su hermana menor – ¡sé que mentirte no fue lo correcto, pero no sabía que más hacer! ¡no me gusta verte de esta manera! ¡eres lo más importante que tengo en este mundo ahora!
Dos rayos cayeron del cielo en dirección a la reina, el general activó un escudo de rapidez y los dos rayos se estrellaron con fuerza contra el escudo.
Las piernas de las reina se debilitaron por el miedo y cayó de rodillas en el suelo respirando de forma agitada.
– bueno, parece que las palabras de aliento de la reina no funcionaron – comentó el conde ganándose una mala mirada por parte general – ¿Qué?
El general torció los ojos e ignoró su pregunta.
– ¡wow! hay mucha energía mágica en este lugar – comentó un niño al lado del conde. El conde se asustó y pegó un pequeño grito agudo haciendo reír al niño.
– Gill, qué te dije que te quedaras alejado – regañó el general a su hijo menor.
– oh bueno, si no hacen nada la princesa destruirá el castillo. Gela y yo vinimos a ayudar – un pequeño dragón rojo apareció al lado del niño escupiendo un poco de fuego.
– ¿crees que puedas contra ella? – preguntó el general sorprendiendo al conde y a la reina.
– sí, sólo necesito que desactives la barrera mágica – la reina y el conde se miraron entre ellos al ver lo confiado que se veía el niño.
– general, disculpe que opine en donde no me han llamado – habló el conde metiéndose en la conversación de padre e hijo – pero ¿No es peligroso exponer a su hijo de esa manera?
– confío en Gill – confesó mirando a su hijo con orgullo.
El conde asintió no muy convencido y retrocedió dándole espacio al niño cuando pasó por su lado. Levantó una ceja cuando el niño le guiñó un ojo y se colocó frente a la gran barrera que había colocado su padre.
El general chasqueó un dedo haciendo que la gran barrera se esfumara por completo, pronto el viento chocó con fuerza y la reina tuvo que sostenerse de conde para no salir volando.
– ¡hey princesa! – gritó llamando la atención de la niña.
Los ojos de la princesa brillaban en azul puro y la gema en su frente desprendía una luz cegadora.
– ¿Quién eres? – su voz estaba distorsionada por la liberación de poder. El niño se sintió algo intimidado y sonrió aceptando el reto.
– soy tu gran pesadilla – susurró con una sonrisa a medio lado.
La tierra vibró y una gran luz roja desprendió del cuerpo del hijo del general y su dragón, a su alrededor formó un gran círculo de poder.
La piel del conde vampiro se erizó y miró al niño con los ojos entre cerrados.
– ¡Gela! – gritó con fuerza. El dragón desplegó sus alas y voló el dirección a la princesa con suma agilidad sin importarle las ráfagas de poder que desprendía el círculo de magia que protegía a la princesa.
Una gran bola de fuego golpeó al dragón haciéndolo retroceder un poco. El hijo del general achicó y luego los agrandó cuando vio salir del círculo de protección a un dragón azul un poco más pequeño que el suyo.
Todos vieron sorprendidos al pequeño dragón que protegía a la princesa con toda la ferocidad que podía.
Los dos dragones comenzaron a pelear de manera agresiva, pero sin hacerse mucho daño ya que eran apenas unos bebés y sus dientes no eran tan filosos.
Un gran rayo de energía
– ¡Zafiro! ¡acaba con esto ahora! – gritó la reina sorprendiendo a todos – ¡papá y mamá no volverán! ¡sé que hice mal al ocultartelo y te pido perdón por eso!
La reina comenzó a caminar en dirección a su hermana con dificultad gracias al viento – ¡te amo y por eso no quería verte sufrir!
Las ráfagas de viento fueron disminuyendo, la reina se arrodilló en el suelo y abrazó el cuerpo tembloroso por el llanto de su pequeña hermana.
– pensé que ya no tenía a nadie en este mundo – murmuró entre llantos – hace una semana que dejaste de contarme cuentos y yo me sentí muy sola, nadie en el castillo me dirigía la palabra ni quería jugar conmigo, pensé que ya no me querían. Tenía mucha rabia porque me mentiste, yo... sentí que todos me abandonarían.
La reina sollozo sintiéndose culpable, había hecho que todos en el castillo ignoraran a la princesa para protegerla, pero la estaba lastimado más.
– nunca vas a estar sola, tu hermana mayor siempre estará para ti, pase lo que pase.
La pequeña niña sollozó aún más alto escondida en el pecho de su hermana.
El conde vampiro detrás de ellas apretó sus labios intentando no llorar también también.
– al diablo – exclamó antes de echarse a llorar también en el hombro del general. El general lo miró con cara de poker.
– qué lástima, yo quería pelear con todo todo mi poder – hizo un mojín de decepción – bueno, la esperaré en la academia de magia.
La reina abrió mucho los ojos al escuchar eso y negó asustada.
– Zafiro es muy pequeña para ir todavía.
El niño soltó un jadeo de decepción y miró a la reina con un puchero.
– tiene que ir para que controle sus poderes mágicos – intervino el conde con voz suave –, sino cada vez que pierda el control será así – la chica mayor frunció su ceño asustada acercando aún más a su hermana a su pecho.
– me ahogas con tus pechos – se quejó la princesa tratando de separarse de su hermana mayor.
– lo siento… – un pequeño estallido los asustó. Los guardias detrás del general sacaron sus espadas poniéndose en guardia de inmediato.
El general levantó su ceja y miró hacia donde estaban los dos dragones peleando todavía.
– Gela, ya deja eso – ordenó su pequeño ginete. El dragón rojo mordió por última vez a su contrincante y volvió al lado de su amo moviendo su cola de forma juguetona.
El dragón azul corrió hacia donde estaba su dueña y comenzó a correr al rededor de ella dando saltitos emocionado por conocer a su portadora.
– ¡un dragón! – exclamó la princesa separándose del abrazo de hermana. Era un pequeño dragón azul con una gema de zafiro incrustada en la mitad de la frente – ¡es mío!
La futura reina asintió sonriendo ante la emoción de su hermanita por tener un dragón.
– mi dragona es más bonita y grande – habló el hijo del general con orgullo mientras le sacaba la lengua a la princesa.
– el mío es más bonito porque tiene la gema en el mismo lugar donde la tengo yo y tú no tienes gema – le sacó la lengua de igual manera.
El niño soltó jadeo de indignación y utilizó algo de su magia para jalarle el cabello a la princesa.
– valiste.
Los guardias se tuvieron que meter a separar a los dos niños que se revolcaban en el suelo jalando sus cabellos.
– por cada cosa mala hay diez buenas – comentó el conde a su lado – a veces los dioses recompensan… – el dragón rojo estornudó soltando una bola de fuego que fue a dar directamente al conde. La reina llevó sus manos a la boca, mirando la expresión cansada del conde – tranquila, no es la primera vez.
Los niños siguieron peleando bajo la mirada llena de cariño de sus mayores. El general soltó un suspiro cansado mirando a su pequeño prodigio pelear con la princesa, sabía que ese niño le causaría muchos problemas cuando sea grande.
– ¿crees que por una princesa me contendré? te voy a aplastar, princesita – exclamó tratando de soltarse del agarre del guardia.
– ¿ah sí? quiero ver que lo intentes cabeza de abuelo - ambos siguieron peleando bajo la mirada cansada de sus mayores.
– mmmm tengo cierto deja vú – murmuró el conde tratando de recordar lo que había olvidado.
– lo siento mucho, mi reina. Mi hijo es un maleducado – se disculpó el joven general con pena. La reina sonrió y negó de forma cariñosa.
– algo me dice que serán muy buenos amigos cuando sean grandes – el general asintió aún sin olvidar su vergüenza.
El conde miró por última vez a los niños y recordó a esos dos revoltosos que había entrenado hace quinientos años, aquellos dos revoltosos que los habían salvado de la extinción.
– pequeña Topacio y pequeño Alukar... – la comisura de su labio se curvó hacia arriba – así que los dioses fueron generosos esta vez.
– ¡te voy a matar!
Un pequeño estallido se oyó.
– muy generosos...
Era cierto por cada cosa mala hay diez buenas, está bien llorar por lo que se acaba de ir y ya no está, lo importante es encontrar la felicidad y no quedarse en el mismo lugar.