Noah
Los apartamentos Vista Garden no eran los peores que había visitado. Mi trabajo me lleva a lugares peores a veces, aunque no me gusta exactamente pasar el rato en sitios como este. Vi el Civic de Abby casi de inmediato, y noté que estaba estacionado en el espacio para el apartamento 212. Lo guardé en mi memoria, junto con el hecho de que su coche tenía una etiqueta de estacionamiento no solo para la universidad local, sino también para el hospital universitario. Su historia de ser estudiante no era una mentira.
−Lamento que nuestro baile se haya interrumpido−, le dije después de detener el coche. −Sé que es un poco repentino, pero ¿estás ocupada el domingo por la noche?
−Sí−, me dijo tristemente. −Tengo turno nocturno en la sala de urgencias. Pero estoy libre el martes.
−El martes entonces. Te recojo aquí, a las siete de la noche el martes.
Siendo el caballero que soy, rodeé el coche, abrí la puerta para ella y la ayudé a salir de mi Mercedes antes de atraerla para un beso. Sus labios eran tan suaves como había esperado, y su cuerpo se ajustaba perfectamente al mío. Estaba un poco tímida al principio, pero cuando mi lengua rozó sus labios, ella se abrió dispuesta, hasta que me abrazaba con fuerza. Estuve tentado de retrasar mi trabajo por la noche, pero sabía que no podía. En su lugar, rompí nuestro beso con algo de pesar y miré sus ojos. −Fue un placer conocerte, Abby. Puedo preguntar, ¿cuál es tu apellido?
−Abby Clark−, dijo, mordiendo su labio otra vez de esa forma inconsciente y sexy que tenía. −¿Y el tuyo?
−Noah Harrington−, respondí, no le dije que Harrington era solo uno de los cinco alias que uso, aunque es el que más se acerca a mi verdadero nombre. −Fue un placer conocerte, Abby Clark.
Me dirigí de nuevo hacia mi coche, antes de recordar que le había prometido a Abby mi tarjeta. Al meter la mano en la ranura entre el soporte del teléfono móvil y mi estéreo, saqué el estuche metálico delgado donde guardo mis tarjetas. Lo abrí y pensé en cuál de mis diferentes tarjetas darle. Finalmente, por razones que aún no entiendo completamente, le di mi tarjeta profesional, la que decía −Noah Harrington, solucionador de problemas, junto con mi número de celular. Nunca antes había dado esa tarjeta a una persona común.
−Aquí, por si pensabas que no te decía la verdad antes−, bromeé, entregándole mi tarjeta. −¿Me llamas cuando termines tu turno mañana?
La sonrisa de Abby valió la pena la pequeña vocecita en mi cabeza que me decía que debí darle uno de mis otros alias. Mientras me alejaba en la noche, solo esperaba que mi cita en el North Side no me llevara demasiado tiempo.
*****
Compré mi Mercedes no por el rendimiento, aunque es un gran coche, sino, como dijo Abby, por su capacidad de ser totalmente silencioso cuando lo quiero. Conduciendo despacio, me acerqué hasta estar a unos doscientos metros de mi destino antes de estacionarme y esperar. Esa es una de las ventajas de un coche eléctrico, puedo quedarme en modo inactivo en total silencio, y muy poca gente me notará.
Tengo una regla estricta en mi línea de trabajo, una que he adoptado personalmente. Siempre me aseguro de que el problema esté presente antes de hacer nada. Demasiados operadores en mi campo entran sin importar el desorden que puedan causar. Yo prefiero prevenir futuros problemas para mí y para mis empleadores, y por esa razón, soy muy solicitado.
Me llevó casi treinta minutos verificar que el problema estaba allí, y que no causaría una escena ni más desorden al entrar. Bien. Alcancé debajo del asiento del pasajero de mi coche y saqué mis herramientas.
Es hora de ir a trabajar.