Acabé de quitarme el jabón del cuerpo y dejé que el agua templada me terminara de relajar. Ya estaba comenzando a sentir los músculos doloridos y pesados, producto de la intensa sesión que había tenido de manos de Lobo. Había tenido que darme la ducha apoyada en la pared de azulejos, porque las piernas no tenían aún la suficiente fuerza como para sujetarme con normalidad. Cerré el grifo y me impulsé para poder salir de la ducha. Estiré el brazo hacia el albornoz que Álvaro me había dejado para cuando terminara. Me lo puse, pero se notaba demasiado que no era de mujer. Le tuve que dar tres veces la vuelta a los puños para poder tener las manos libres y lo arrastraba por el suelo. Pero era muy mullido y reconfortante, así que todo lo demás me daba igual. Pensé en si soltarme el moño en el q

