LIAM
Samantha me mira como si no creyera lo que acabo de decirle. Como si de mis labios hubiese salido la blasfemia más grande en la historia de las estupideces. Como si estuviera más loco que los locos Adams. Como si me hubiese tirado de...
-¿Qué? -parece que sale de su estupefacción porque su rostro comienza a teñirse de ¿rojo?-. Repítelo -ordena.
Dudo. Lo que dije fue incorrecto y un total disparate. A lo mejor la espanté y quiere asegurarse de que escuchó bien para huir lo mas rápido posible de mi.
-Yo-yo de verdad lo siento.
Genial, no puedo terminar de formular ni una oración que tartamudeo.
- No quería...so-solo quise seguirte el juego. Lo siento.
Ella comenzó a negar frenéticamente con su cabeza.
-No es eso - habla-. es solo que... dilo otra vez -me mira desesperada-. repítelo, por favor.
¿Qué? Estoy más perdido que antes.
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-Que si yo soy-soy tuyo, como-como dices, entonces tú e-eres mía. -repito nervioso.
Pero todo rastro de nerviosismo se esfuma cuando ella sonríe. Una sonrisa de lo mas sincera y cariñosa.
Todo era ilógico, en lo absoluto. Carecía de sentido común y así como lo veía esta chica junto con sus amigos necesitan un psicólogo de urgencia, y yo también ya que estábamos.
-Si, Liam, soy completamente tuya. De pies a cabeza -habla y toma mi mano-. Solo tú puedes tocarme, solo tú puedes besarme, solo tú puedes hacerme tuya cuantas veces se te plazca.
¿QUÉ? ¿CÓMO DICES QUE DIJISTE?
No recuerdo haber estado tan rojo en toda mi vida. Nunca. Pero es que no puede decirme eso ¿Qué la haga mía? No es que nunca haya socializado con una chica pero nunca he echo "eso". Si señoras y señores, Liam Wilson, es más virgen que la virgen María.
Aparté mi mano de su agarre como si ella tuviese alguna clase de enfermedad contagiosa ¡Dios, es que me pone nervioso y apenas si sé nombre!
Tuve que bajar el rostro para que el sonrojo no se notara, aunque supongo que ya era tarde.
-Bueno -suspira ante mi silencio-. Vamos, y por favor, no olvides lo que dije.
Asiento y bajo del lujoso coche. Ella, al llegar a mi lado, toma mi mano izquierda entre la suya y así avanzamos.
Su tacto, para mi sorpresa, no se me hacía incómodo o erróneo. Las sensaciones que me hacía experimentar me sacaban de balance. Quiero decir, recién la conozco y aún así no me incomoda esa clase de confianzas con ella.
Samantha abrió las grandes puertas de roble y un gran recibidor nos dio la bienvenida.
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-Vamos arriba ¿si? -asentí aún atontado por tanto lujo.
Me guio hacia unas grandes y elegantes escaleras en forma de espiral. Subimos despacio y una vez arriba volví a sorprenderme.
Si tuviese que describir todo el lugar me quedaría corto con la palabra "lujoso". Hay una sala de estar con muchos sillones marrones de cuero y un gran televisor en el medio. Por otro lado, un poco mas allá, se alcanzaba a ver una gran sala de juegos. El lugar en sí era antiguo pero tenía su toque moderno.
Wow.
Incluso, apuesto, que podría perderme con tantas habitaciones y tantos pasillos.
-Vamos.
Samantha tiró de mi hacia el pasillo para llevarnos hasta unas puertas que resaltaban por su tamaño y color.
-Sam-Samantha- ella se detiene antes de abrir y me me mira-. ¿Qué-qué hay ahí?
Sueno ridículo y asustado pero no me importa. ¿Quién sabe si no me está llevando a la habitación de torturas? Y no hablo justamente de al estilo Cristian Grey.
Ella solo me regaló una perfecta sonrisa, e ignorando mi pregunta abrió las puertas y se introdujo en el interior.
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Hay una enorme cama matrimonial con sabanas color beiges que hacían conjunto con unas grandes cortinas del mismo color. Después, había una alfombra roja que cubría prácticamente, todo el suelo. Las paredes eran de un perfecto e impoluto blanco. En un extremo de la habitación habían tres puertas; supuse que una era de un pequeño baño privado y en la segunda que habría un armario pero ¿y en la tercera?
-¿Es-es tú habitación? -me miró a los ojos mientras negaba lentamente.
-Es nuestra Liam, es nuestra habitación. -repitió aquello.
-¿De qué-de qué hablas? -pregunté incrédulo, mientras negaba repetidas veces-. ¿Estás de broma verdad?
Vi un deje de desesperación en su mirada. Avanzó hasta quedar frente a mi y me tomó suavemente de los hombros mientras me miraba a los ojos. Toda la piel se me erizo y sensaciones extrañas comenzaron a salir a flote por todo mi cuerpo.
-Déjame explicártelo todo -sus ojos se cristalizaron ¡Diablos! ¡La estoy haciendo llorar!-. pero por lo que mas quieras no te alejes de mi. Sólo eso pido.
Vacile por un momento. Debo estar muy loco por, siquiera, considerar escuchar lo que tiene para decirme, pero soy un chico de buena moral y no podía hacerla llorar.
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Me da igual. No era ser tan cruel como para dejar a Samantha llorando. Después de todo no me había tratado mal ¿O si?
-Es-está bien -dije suspirando.
Al escucharme sus ojos se iluminaron con ¿esperanza?¿anhelo? No lo sé, pero me reconfortaba la sola idea de que no parecía querer volver a llorar más.
-Gracias, de verdad. -intentó abrázame pero al ver mi cara se contuvo-. Pero si voy a hacer esto necesito que mantengas una mente abierta ¿si? -dudé pero aún así terminé asintiendo-. Está bien. Vamos por el principio.
Me guío hacia la gran cama y ahí nos sentamos uno al lado del otro. La observé dar una respiración profunda y comenzar a relatar:
-Hacía siglos había un hombre -habló mientras se sumergía en sus recuerdos-. Para ser precisos era un rey. El rey hacía años que había asumido su puesto como tal, pero y para su desdicha, aún no encontraba a la mujer perfecta para poder procrear a sus descendientes. Es decir, que el rey aún no conocía al amor de su vida. Entonces, absolutamente todos las noches, paseaba por su enorme jardín mientras contemplaba en su soledad a la majestuosa luna.
Samantha sonríe y toma mis manos. El gesto se me antoja tan cálido y natural que no puedo evitar devolverle la sonrisa.
-Le costó mucho asumirlo pero sí, el frío y valiente rey, de alguna manera se había enamorado perdidamente de tal belleza; la luna -parece recordar algo ya que suelta una risita-. Y por más loco que suene él quiso confesarle su amor. Por lo que una noche de luna llena, donde más se sentía cercano a su fantasiosa amante, decidió subir hasta el balcón más alto del castillo y allí profesarle amor eterno. -sonríe con melancolía, como si fuese a ella a quien le hubiesen confesado amor eterno. Como si fuese ella la protagonista de la historia-. Y lo hizo pero entonces algo muy extraño pasó, pues una mujer, la mujer mas bella que él había conocido, se materializo frente a él y se presento como la mismísima luna.
Hizo una pequeña pausa en la que se aseguró que yo estaba escuchándola y siguió:
-La luna, tan conmovida por el rey, le propuso algo, algo que él no podría rechazar. Le juró que si la amaba tanto como él decía ella sería totalmente suya pero con una condición: él y toda su descendencia tendrían una maldición. -hizo una pausa y me observó.
-¿Cu-cual maldición? -pregunto tímido.
-Serían "bestias" hasta el final de sus tiempos -me mira sin pizca de duda y yo lo único que puedo hacer es tragar saliva sonoramente-. Serían enormes lobos cuando la luna estuviese en su punto más alto.
-¿Lobos?
-Se transformarían en licántropos.