—Entonces, pequeña Lucía, ¿qué piensas? —le preguntó Geneviève, sonriéndole—. ¿Estás preparada y emocionada por formar parte de La Famiglia? Lucía no respondió, a pesar de que Geneviève le inspiraba cierta confianza, pues parecía ser la amable, la parlanchina y la sociable del grupo. Sin embargo, no terminaba de confiar en ninguno de ellos. Se sentía tan intimidada, tan acorralada, como un pajarito encerrado en una jaula, al cual, si le abrían la reja, podían matar de un momento a otro. Estaba allí, en medio de todos esos seres despiadados y cada segundo que pasaba sentía que su vida corría peligro. Ninguno de ellos era una persona ordinaria. Eran criminales. Mafiosos. Matones. Monstruos. Y, más sin embargo, pese a ser muy consciente de ello, allí estaba, sintiéndose tan seducida

