Estaba muy cerca. Él cada vez iba más rápido y con la otra mano que tenía sobre mi baja espalda, me empujaba sobre sus dedos para que no me pudiera retirar. La presión que sentía en mi estómago era cada vez mayor y reconocí las sensaciones. Estaba a meros segundos de correrme en su mano. Pero entonces paró y gemí de frustración. Estaba empapada en sudor y temblando. Estaba a punto de pedirle explicaciones cuando lo sentí entrar en mí de una embestida y sin aviso, por lo que grité demasiado fuerte y arqueé la espalda. Lo miré con los ojos de par en par y él me estaba sonriendo pero con la mirada algo nublada. Ambos, cegados de placer, empezamos un vaivén lento en el que él me ayudaba a subir y bajar mientras que yo movía las caderas circularmente sobre su eje. Después de unos minuto

