CAPÍTULO UNO.
TRES MESES DESPUÉS.
Lara no come, no se levanta de su cama y cuando lo hace es solo para encerrarse en el cuarto que con tanto amor habían armado para su pequeño Agustín. Pasa todo el tiempo llorando y de vez en cuando mira la foto 4D del pequeño cuando aun tenía vida en su vientre.
Enterarse para ella de la muerte del niño fue muy traumático y desde entonces, su vida se ha vuelto un infierno. En los tres meses que habían pasado, habría tenido dos intentos de suicidio y por eso el psiquiatra tratante le había recetado antidepresivos que prácticamente la tenían dopada todo el día.
Thomas se sentía devastado, pero tenía a su pequeño Dylan, que, a falta de un padre, asesino y que encima había muerto en aquel accidente, tenía una madre que lo único que quería era apagar su vida. El niño asistía al jardín y de todos los asuntos que respectan a la casa o el niño, se ocupaba él y aunque intentara hablar e intentar de todo para que Lara pudiera reaccionar y ser la madre que su hijo necesita, aunque más no sea, pero no había caso.
- Amor. – dice Thomas luego de dormir al niño e ingresar a la habitación de Agustín – mi vida. – insiste, pero ella solo tiene su mirada puesta en el árbol que se visualiza desde la ventana del cuarto y mientras abraza la fotografía del feto en su vientre.
- En ese árbol podríamos hacer un picnic, con los niños. – dice de repente y él la mira angustiado. – podemos también, recostarnos en el pasto y verlos jugar felices. – mientras hablaba él comenzó a llorar en silencio y no podía responderle. – qué dices. – le habla cuando voltea su mirada para verlo y lo encuentra llorando - ¿lloras de emoción verdad? – dice ella con sus ojos rojos y una sonrisa en el rostro.
- Lara. – musitó y se levantó para abrazarla tan fuerte como si ese gesto pudiera reconstruir su corazón, como si eso fuera suficiente para llenar ese vacío en el alma.
Luego del último intento de suicidio, hace mes y medio, había quedado en un estado mental que no le dejaba situarse en tiempo y espacio y siempre la veía con esa fotografía que aludía su hijo. A veces los obligaba a salir al parque de su casa y colocar la imagen en las hamacas.
Era realmente doloroso.
- Mi amor, despacio, por el bebé. – dice ella y Thomas se agacha a la altura de su rostro para tomarlo con ambas manos.
- Te amo mas que a mi vida – dice con su voz quebrada – por favor, reacciona. – pero ella solo sonríe, con su mirada perdida. – amor, te extraño. Te extraño mucho. – concluyo apoyando su cabeza en sus piernas y abrazándolas. – vuelve, vuelve por favor.
Meses atrás.
Los médicos habían logrado estabilizarla, pero aun su vida estaba en riesgo y por más que habían priorizado la suya antes que la del feto, tenía muy pocas posibilidades de sobrevivir. Los especialistas le habían informado que tuvieron que vaciarla, es decir, extirparle el útero dado que debido al impacto se había desprendido provocando un daño irreparable.
En el hall de la clínica todo era tristeza y desolación.
- Thomas. – dice Alina ingresando al sector de espera y encontrándolo abrazado y llorando junto a su prometido.
No habían alcanzado a dar el sí ante Dios, por lo que toda la familia estaba en ropas de gala y particularmente Alina, llevaba puesto su vestido de novia y aun, desconocía la gravedad del accidente que había sufrido su hermana y eso era porque estaba en el quinto piso con su hermano conteniéndolo por la muerte de Lucia quien había perecido inmediatamente luego del impacto de bala en su vientre.
- ¿cómo esta? ¿qué pasó? – ella no entendía nada.
- Matteo los interceptó llegando a la iglesia y lo golpeó - entonces Alina nota la sangre seca en su cabeza, quién se había negado a ser atendido hasta no saber cómo saldrían las cosas con Lara. – secuestrando a Lara y el niño resultando en un accidente terrible. – ella se cubrió la boca con sus manos sin creer lo que estaba sucediendo.
- ¿cómo esta mi hermana y mis sobrinos? – pero era tal el dolor en su corazón que Thomas no era capaz de contestar a esa pregunta.
- Dylan esta grave con fracturas en sus brazos y un fuerte golpe en el cráneo, pero tu hermana se llevó la peor parte. – dice Marco mientras la ayuda a sentarse.
- ¿Qué pasó con mi hermana? – ella pensaba lo peor, aunque para Lara, la muerte no era nada con vivir toda una vida sabiendo que jamás podría volver a concebir.
- Tuvo que decidir entre salvarla o salvar al bebé. – y automáticamente dedicó su mirada a su cuñado que aun estaba consternado por todo. – el niño murió – esas palabras fueron tan impactante que ella comenzó a llorar y a sentir como su corazón se destrozaba, pero eso no era lo único que iba a escuchar ese día. – y los médicos le han dicho que no podrá volver a concebir. –
Alina sabía cuanto deseaba su hermana formar una familia y darle un hijo al hombre que amaba, Thomas y que el enterarse de que nunca podrá darle un hijo sería muy duro para ella. Si hasta sentía culpa el saber que estaba en la dulce espera cuando su hermana iría a llorar a su hijo hasta el último suspiro de vida.
- Amor, regresa a casa, en tu estado esto te hará mal. – en ese momento su cuñado la miró sin comprender y al ver que el gesto de ella fue abrazarse el vientre, los miró a ambos una y otra vez.
- ¿estas embarazada? – preguntó y ella no supo que decir por la angustia que envolvía su cuerpo. – los felicito. Lamento que su día…. – pero su tío lo interrumpe.
- No, esto no es tu culpa Thomas. – detuvo aquel pensamiento destructivo al mismo tiempo que el doctor salió de quirófano e informó como había salido la operación.
- Señor Thompson. – lo llamó y él inmediatamente se puso de pie. – lamento lo de su hijo y quiero decirle que ahora solo queda esperar. Su esposa ha sufrido una fuerte contusión y por eso tuvimos que vaciarla, su estado es delicado y debemos esperar las primeras cuarenta y ocho horas para saber cómo evoluciona su salud. – dijo y Thomas inmediatamente pidió algo que ni Alina ni Marco se lo hubieran esperado.
- ¿puedo estar unos minutos con el cuerpo de mi hijo? – automáticamente el doctor se quedó callado.
Era la primera vez en veinte años de carrera que alguien pedía ver y estar con el cuerpo de un familiar muerto. Cada vez que sucedía algo como esto, aconsejaban que no lo hicieran, porque esto ocasionaba cierto retraso en La recuperación de los pacientes y sería muy traumático para los familiares, pero Thomas insistió tanto que no pudo decirle que no.
- Solo un momento. – le dijo y le pidió que lo acompañara hasta la morgue.
Cuando ingresó sintió un frío que lo atravesó al medio y un aura tan pesada y amarga que hasta podía sentir en el cuerpo el dolor propio y de la desolación de un lugar lleno de historias detenidas en el tiempo.
Cuando llego a esa mesada de aluminio y vio aquella manta blanca cubriendo aquel bulto pequeño, no pudo evitar aquel llanto desgarrador cuando el doctor destapo el cuerpo.
- Mi bebé. – musito por lo bajo y sin esperar permiso lo tomo en sus brazos y abrazándolo a su pecho es que rompió en llantos.
Para el doctor era la primera vez que una imagen como esa lo conmovía al grado de robarle un par de lágrimas y decidió dejarlo solo un rato, avisar a los encargados de ese sector que Thomas tenía el permiso de poder despedirse del occiso.
Whitsen lo miraba mientras lo acunaba entre sus brazos. Su cuerpo estaba frío y sus labios violetas. Los rasgos apenas podían distinguirse y podía jurar que era el vivo retrato de su madre, si hasta la pelusita rubia como cabello era notoria. Sus manitos eran tan pequeñas que solo podrían abrazar un dedo de su mano con ellas.
- Mi amor. – decía con la voz quebrada y acariciando su fría piel. – amor de mi vida, por qué te fuiste. – le hablaba como si él pudiera oírlo, como si él pudiera devolverle algo… pero solo podía sostener su cuerpo inerte, su cuerpo sin vida.
Estuvo veinte minutos y porque le pidieron que debía dejar el salón ya que estaba al borde de la hipotermia y aunque le costaba horrores dejarlo solo, desnudo, en ese triste y desolado lugar, tuvo una actitud que a los enfermeros que estaban encargados de ese sector, no pudieron aguantar la emoción y se largaron a llorar.
Thomas envolvió a su bebé con aquella manta blanca y cuando lo depositó en aquella placa fría, se sacó el saco y lo tapó, para besar su frente y desearle dulces sueños.
- Descansa en los brazos de Dios mi amor. –
En la actualidad.
- Debes reaccionar Lara. Agustín no está y no va a volver. – pero ella comenzó a negar entre la sonrisa y las lagrimas que se asomaban.
El psiquiatra le había dicho que poco a poco iría a salir de su burbuja, de esa realidad que se había creado para no sufrir tanto la crueldad de haber perdido a su bebé el mismo día que perdió las posibilidades de volver a concebir.
- Si, él duerme en mis brazos. – y en ese momento vuelve a tomar su rostro con ambas manos y volver hablarle para intentar que de una vez por todas reaccione.
- No. Amor escúchame, Agustín no va a volver, él se fue y quien necesita a su mamá es Dylan. – ella estaba negada. – por favor, mi amor, te necesitamos, tu sobrina, tus hermanos. Tienes que reaccionar. – y fue ahí donde su cerebro, pudo conectar con la realidad – por favor. – y la abrazó al mismo tiempo que ella reaccionó.
- ¡mi bebé! – soltó en un grito desgarrador y por primera vez, en mucho tiempo, pudieron sentir la contención del otro, pudieron llorar en los brazos del otro. - ¿por qué? ¿por qué? – dijo cuando se alejaron sus cuerpos. Pero ni él tenía esa respuesta.
- No lo sé mi amor, Dios lo ha querido así. – pero ella se negaba aceptar la perdida de Agustín. – Dios necesitaba más ángeles para su ejército, corazón. – acariciaba su rostro y secaba sus lágrimas. – tienes que ser fuerte, Dylan te necesita y yo también. –
Ella estaba destrozada ¿cómo podía pensar en sostener a alguien más cuando ni ella puede sostenerse emocionalmente? No quería vivir, ella solo quería reencontrarse con su bebé, que siquiera había podido conocer, ver sus ojitos, su boquita, poder alzarlo en sus brazos y cantarle una canción para dormirlo o bien, mirarlo a los ojos y acariciar sus mejillas cuando esté tomando el pecho.
- Me quiero morir. – dice y larga un sollozo que ni el puede contener.
- No digas eso, entiendo cómo te sientes y puedo jurar que mi dolor no es tan grande como el tuyo, pero tienes que ser fuerte, tienes que vivir por nuestro hijo. – y ella niega.
- Nuestro hijo esta muerto. – suelta con dolor, pero él la toma con fuerza del rostro y rosando el enfado es que le dice.
- Dylan también es mi hijo y te necesita. Se quedó sin un padre, sin un hermano. No lo dejes sin madre también. – concluye para abrazarla y llorar juntos.
Tres meses había pasado para Alex y éste actuaba como si nada hubiera pasado, como si Lucía no hubiera existido y como si su pasado jamás hubiera ocurrido. Luego del entierro de ella, él había tomado la decisión de irse, de alejarse de su familia porque no quería volver a vivir una tercera perdida, prefería no saber de ellas, que enfrentar el miedo a perderlas por su culpa.
Había emigrado al España, la parte céntrica dado que el bullicio de la gente permitía no escuchar aquellas voces en su cabeza que lo atormentaban pese a querer olvidarlo todo y creer que lo estaba haciendo.
Practicaba boxeo y peleaba en riñas ilegales donde descargaba su furia, dejando a sus contrincantes realmente heridos.
Era el mejor en el campo haciéndoles ganar a sus apostadores cientos de dólares por pelea.
- Es tu turno. – entra Facundo, su colega, a su “sucucho” donde estaba preparando sus manos para la pelea.
- Ya salgo. – dijo sin levantar la mirada.
En aquel circulo de rejas, lo esperaba un hombre dos veces más grande que él con sus brazos marcados por anabólicos y una expresión de asesino serial que intimidaría a cualquiera, menos a él. Menos a Alex.
- Vamos niño, que después de esto, irás corriendo donde tu mamita llorando. – entonces no espero las campanadas del comienzo que de un solo golpe logró romperle la nariz, provocando la ovación de todos los presentes.
Claramente, él llevaba el odio y el resentimiento en el cuerpo que no lo había dejado ni responder un solo golpe.
Sus puños se incrustaban en su rostro provocando que la sangre comenzara a empapar sus manos y casi dejándolo al borde de la inconsciencia es que no se detenía. Cuando al fin, aquel hombre pudo incorporarse y comenzar a defenderse.
El primer golpe, logro romperle el labio y el segundo abrirle la ceja, empapando la mitad del rostro de sangre, nublándole la vista, pero era tal el odio que necesitaba proyectar en esos golpes, que no se detuvo pese a los puñetazos en su estómago y a estar casi sin aire.
Thomas era la estrella en ese sitio y las personas apostaban miles de dólares por él, haciéndolos ganar grandes sumas de dinero cada fin de semana y cómo era de esperarse, una vez más él había ganado.
Él no se quedaba para festejar su logro, ni mucho menos tomaba su paga, porque Alex iba a ese lugar para tratar de canalizar la frustración de su amargada vida, en tanto en la semana, se la pasaba de bar en bar tomando y acostándose con cuantas mujeres encontraba en su camino, intentando no sentirse tan miserable por haber perdido a la mujer que más amo en su vida.
- Buena pelea. – dice la morocha entrando a su “sucucho”
- ¿qué haces aquí? – le dice sin mirarla y agotado de pedirle que lo dejara en paz.
Angela Jonhson es una joven fotógrafa de diecinueve años oriunda de Buenos Aires, Argentina que se fue a vivir a España hacía un año para estudiar fotografía y vivía con una amiga en el centro de la ciudad.
Ella es alta como él, con el cabello largo hasta la cintura en color n***o azulado, sus ojos sol color cafés bien oscuros con rasgos achinados, dado que su padre es de origen asiático y su madre dominicana, pero, que se conocieron en Argentina cuando ella estuvo de vacaciones y no volvió más a su país.
Era de tes morena y con un cuerpo bastante voluptuoso. No era delgada, más bien era rellenita, pero las dimensiones de su cuerpo eran tan perfectas al igual que sus facciones que no había hombre que no se volteara a mirarla cada vez que pasara delante de alguno.
Angela era una joven frontal, alocada y amante de la fotografía y había conocido a Alex, gracias a un trabajo de la facultad, cuando tuvo que capturar mediante su cámara parejas de enamorados por el catorce de febrero y el verlo solo la había llamado la atención y desde entonces se obsesionó por aquel hombre, que casualmente se encontraba en todos los lugares que iba y aprovechaba para robarle imágenes y tenerlas en su casa, porque quería, algún día, lanzarlas a exhibición. Ella decía que él tenía un toque especial y que otros podían ver y descubrir lo que se esconde detrás de una mirada y un porte que aparenta ser fuerte y que se come el mundo con sus puños.
La realidad es que a ella le gustaba como hombre y no se animaba a decirle porque era muy orgullosa para dar el paso. Angie, como la conocían sus amigas, era de ese tipo de mujeres que gustaba que la conquisten, que las arrebaten con un beso y esperaba algún día que él fuera el que le robara el aliento.
- Vine a trabajar. – dice mostrándole su cámara, pero a Alex ya le molestaba verla en todos lados donde iba.
- Deja ya de seguirme a todas partes. – suelta seria y sin mirarla. – eres insoportable.
- ¡que mal educado! – suelta ella.
- No me rompas las pelotas. – le dijo tajante luego de sacarse las vendas de su mano y poniéndose de pie. – estoy arto de verte donde quiera que voy ¿no tienes novio, amante, amigo con quien follar y dejarte de regalar como si fueras un objeto? – ella abría la boca sin poder creer lo que estaba escuchando. – se que haces esto, me sigues, me torturas, para que te de algo de atención – habla acercándose a ella y ésta caminando hacía atrás. - ¿quieres que te folle? ¿Qué te meta mi polla en la boca para que así dejas de hostigarme con esa camarita? – le habla sacándole la cámara y azotándola contra el suelo.
- ¡noooo! – grita ella, para intentar ir tras ella, pero él la detiene de la cintura empujándola contra la pared y tirándole su cuerpo encima. - ¿Qué vas hacer? – le dice sintiendo como todo su cuerpo se paraliza al tenerlo tan cerca y todo sudado. Una imagen francamente erótica para ella.
- Dándote lo que andas buscando. – y la besó salvajemente, al mismo tiempo que la alzó entre sus brazos y se dirigieron donde una mesa, arrojando todo lo que había encima de ella.
La sentó allí y le sacó el short que tenía, al mismo tiempo que el bajaba el suyo, se colocó un preservativo y antes que ella pudiera reaccionar, comenzó a penetrarla con tanta fuerza que ella no podía ser consciente de lo que estaba haciendo y de lo que sucedería en su interior luego de ese encuentro.
Él no decía nada, solo movía su pelvis tan fuerte como podía entrando y saliendo su m*****o de ella, aturdiéndose por los gemidos de ella. Jadeos que no había escuchado nunca en ninguna mujer y que estaba comenzando, sin que se diera cuenta, a gustarle.
Al cabo de unos minutos calló con todo su cuerpo encima de ella y agitados por el hermoso y excitante momento que habían vivido. Luego sacó su polla de ella y comenzó a vestirse, sin molestarse en darle su short y su tanga para que se vista
- Ahora que tienes lo que has venido a buscar, déjame en paz. – ella lo miró y lejos de lo que esperaba que dijera, comenzó a reírse como loca, captando su atención.
- ¿crees que esto buscaba? Por favor, he tenido orgasmos en mi vida ¿esto que fue? – concluyó para pasar de él y acariciar su rostro. – me debes una cámara nene. – dice, para luego tomar el royo, porque el artefacto ya estaba en mil pedazos en el suelo, y marcharse.
- Dios, que buen polvo. – se dijo a si misma al llegar a la calle y tomar aire. – ¡hombres! – exclamo y riendo se dirigió a su casa en la oscura noche de Madrid.