Una Verdad Peligrosa

1465 Palabras

Salamandra despertó temprano, envuelta en las sábanas de seda que aún conservaban el olor de Giovanni: madera de cedro, tabaco suave y el dulzón rastro del deseo. El sol apenas se colaba entre las cortinas de encaje del dosel, tiñendo la habitación rosada con un brillo dorado que parecía flotar en el aire, como polvo de hadas. La cama aún estaba desordenada por la tormenta de placer que la noche anterior la había dejado exhausta y rendida, pero con una satisfacción que le vibraba en cada fibra. Pero Giovanni ya no estaba. Se levantó despacio, envuelta en la sábana como si aún llevara su cuerpo contra el de él, buscando su calor ausente. Caminó descalza hasta la ventana, sintiendo el frío de la madera bajo sus pies. Allí, entre la neblina matutina que se disipaba, lo vio. Giovanni, imponen

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