CAPÍTULO 25 - UN HIJO Había logrado sacar un miedo grande, el miedo a la muerte, a tener un hijo, y que el destino se lo lleve. Más tranquila, pude oír que Elisabeth le decía que yo estaba bien, que mejor llamara mañana, pues me había dado un baño y me había quedado dormida. Quería ganar tiempo para saber qué resolvía. Desde mi silla, podía imaginarlo alargándose medio metro de la bronca, yo me achico, él crece y vocifera. Pero no le quedaba otra que volver a llamar al día siguiente. Yo me sentía un bollo, un bizcocho de pan que va a desaparecer en cualquier momento. En la silla, las piernas sobre el asiento, y aferrándolas como si fuera a perderlas, debía decidir si le contaba que tendría un hijo. Me había insultado, humillado, vulnerado, ultrajado, pero mi hijo tenía un padre vivo y

