KATHERINE
El ruido de las puertas del ascensor ahora eran un sonido familiar mientras caminaba hacia las ventanas de la oficina a la mañana siguiente, la mano derecha extendida para agarrar la varita que cerraría las persianas. Hice una pausa y miré los edificios al otro lado de la calle mientras la luz del sol comenzaba a brillar en las ventanas y en el metal de los carteles de 50 años de antigüedad que hace mucho tiempo que habían perdido su pintura. Érase una vez, la calle había estado animada con trabajadores yendo y viniendo, pero ahora era un lugar tranquilo, casi desierto.
El pueblo llevaba mucho tiempo en su lecho de muerte, pero ¿ahora? Pensé mientras me giraba para mirar hacia la oficina y dirigirme a mi escritorio, ahora tal vez Liam había dado esperanza a algunas personas. De
