KATHERINE.
—Tendré que llamar un taxi para llegar a casa— dijo Roxana con una suave risita. —Este vino es delicioso—
—Tengo otra botella, no te preocupes— le aseguré y luego la miré, en la otra tumbona igual que la que yo estaba tumbada. —También tengo el número de teléfono de una compañía de taxis—
Nos reímos juntas mientras el sol se hundía un poco más en el cielo. Por un momento, pensé que olía el océano, pero luego el momento pasó. Tal vez reservare un fin de semana en la costa en uno o dos meses, solo para escapar por un tiempo.
—Disculpa, solo necesito ir al baño— dijo Roxana y regreso al departamento.
Sonreí. Habíamos estado sentadas aquí, sin decir nada y eso era una buena señal. Cuando dos personas no tenían que llenar el silencio, se sentían cómodas la una con la otra, eso e
