Capítulo 5

2448 Palabras
Michael me cogió de la muñeca y me llevó al trampolín con él. Su agarre era fuerte y su mano estaba caliente. No me resistí para nada mientras me jalaba. —Solo te advierto, esto podría ser malo para tu salud —dije mientras ambos nos quitamos los zapatos y los tiramos al césped. —¿Y por qué? —preguntó. Se sentó en el borde del trampolín, subiéndose fácilmente. Lo miré hacia arriba mientras él se paraba sobre la superficie negra y elástica. —No soy muy coordinada. No practico deportes con pelotas o palos porque puede ser peligroso —le dije. Michael se rió. —Me arriesgaré —dijo. Me subí al trampolín de manera torpe mientras él estaba en el centro. Cuando estuve de pie, él comenzó a rebotar suavemente. Extendí los brazos para estabilizarme. —Salta conmigo —se rió Michael. Moví las piernas lo suficiente como para hacerme rebotar, y pronto ambos nos movíamos en un ritmo constante. —Entonces, ¿vas a explicar cómo sabes dónde vivo? —pregunté. Mantuve la vista en mis pies como si eso fuera a evitar que me cayera. Evité sus ojos, sin querer arriesgarme a mirarlo demasiado tiempo. —No —dijo. Se notaba la arrogancia en su voz —. Soy mágico. —Te equivocaste, es espeluznante —comenté. —Si me encontraras espeluznante, no estarías aquí afuera ahora mismo —argumentó. —Cierto —me encogí de hombros. Continuamos saltando, y pude sentir que él caía un poco más fuerte, impulsándose más alto. —Entonces, cuéntame algo sobre la novata Quinn —dijo. —O podrías contarme algo sobre el no-mágico Michael —repliqué —. Ni siquiera sé en qué grado estás. —Está bien, eso es justo. Soy un estudiante de último año este año —dijo. Dejé de moverme por completo, pero luego me arrepentí cuando su impulso me hizo caer hacia adelante. Me choqué con sus piernas, haciéndolo caer. Afortunadamente, pudo evitar caer sobre mí. Mientras me levantaba, lo miré. —¿Eres un estudiante de último año? ¿Como que te gradúas después de este año?—pregunté. —Eres algo torpe, ¿verdad? Aunque, probablemente no deberías dejar de saltar —dijo, riéndose ligeramente. —Dije último año, y eso generalmente significa que me graduaré. —Entonces, ¿por qué estás aquí? —pregunté tontamente. Sus cejas se fruncieron. —¿Por qué no estaría? Mi boca se movía, pero no salían palabras. ¿Qué quería un estudiante de último año con una novata? Probablemente ni siquiera teníamos nada en común. Él parecía mucho un deportista, uno popular que sale con muchas chicas hermosas. Mi grupo de amigos era pequeño y no muy popular, y participaba en las actividades extracurriculares menos populares como la banda. Mi tarde ideal era sentarme en un sillón cómodo con una bebida caliente y un buen libro. —¿Te molesta eso? —preguntó después de verme balbucear por un momento. ¿Me molestaba? Supongo que no; me sorprendía y confundía más que nada. —Realmente no me molesta —concluí. —Supongo que solo me confunde. —No deberías preocuparte tanto —se encogió de hombros. Se levantó y me ofreció su mano. La tomé con vacilación, y él me ayudó a levantarme. —No hay reglas sobre con quién puedes ser amigo. Michael agarró mi otra mano y comenzó a mover las piernas lentamente. Empezamos a saltar mientras él sostenía mis manos. —¿Somos amigos? —pregunté. —¿No quieres ser mi amiga? —preguntó con picardía. —¡No! —dije rápidamente —. No quise decir eso así. Me detuve un segundo mientras comenzábamos a movernos un poco más. Él nos movió lentamente para que saltáramos más alto pero sincronizados. —No veo por qué no podemos ser amigos, supongo. Aunque, todavía no sé nada sobre ti aparte de tu grado y el hecho de que tienes un hermano menor. —Está bien, ¿qué tal si te cuento algo sobre mí, y tú me cuentas algo sobre ti? Yo empiezo —dijo. Su sonrisa confiada y atractiva nunca abandonó su rostro. Era tan relajada y acogedora. No pude evitar pensar en lo natural que sería como líder; tenía la costumbre de hacer que alguien se relajara a su alrededor. —Está bien —acepté. —Para empezar —dijo —, me gusta la salsa picante. Me reí. —¿Te gusta la salsa picante? ¿Eso es lo primero que dices? —Te hice reír, ¿verdad? —respondió. Asentí, sin poder negarlo. —Está bien, me gustan los libros —dije. —¡No! —dijo en voz alta —. Eso es muy obvio. Dame otra cosa. —¿Cómo es eso justo? Nunca he dicho expresamente que me gustan los libros hasta ahora —argumenté. —Sí, pero tenías uno en la piscina, e incluso trajiste uno aquí hoy. Incluso sospecho que estabas leyendo cuando llamé anoche —señaló. Hice una mueca. —Está bien —dije —. Me gusta cocinar. —Me gusta comer —dijo felizmente. —Quizás seamos mejores amigos. Eso me hizo reír de nuevo. —Tu turno —sonreí. —Hago lucha libre —dijo. —No me sorprende —dije. Michael abrió la boca con fingida indignación. —¿Soy realmente un libro abierto? —preguntó. —No —dije, inclinando la cabeza —. Simplemente pareces muy atlético. Tienes piernas musculosas y un pecho musculoso. Su expresión se transformó en una de aprobación. Supe que había cometido un error de inmediato. —¿Así que estabas mirando mis piernas y mi pecho? —Su ceja se levantó en señal de pregunta. —¡No! —dije rápidamente mientras mi cara se sonrojaba. Estábamos saltando bastante alto ahora, y todavía nos tomábamos de las manos. Ni siquiera me había dado cuenta. —Tu turno —se rió, perdonándome. —Corro —dije —. Campo a través, no pista —aclaré. —¿En serio? —preguntó sorprendido. —¿Qué significa eso? —respondí. —Simplemente no lo esperaba —dijo —. No pareces muy rápida. Me reí de eso. —No lo soy. Por eso corro campo a través. Solo les importa que llegues a la meta y parezcas que intentas ser rápida. Además, mantiene mis pulmones en forma para la banda. —¿Tocas? —preguntó —¿Qué instrumento? —Saxofón —dije. —¿Cuál? —preguntó más. Ahora estaba sorprendida. La mayoría de la gente no sabía que había diferentes. —Tenor por ahora —respondí —. Pero quiero tocar el Bari. Lo prefiero a los demás. Michael soltó una risa fuerte. Soltó mi mano y se tiró de espaldas. Su cambio repentino de ritmo me hizo tambalear. Caí de trasero y reboté arriba y abajo hasta que ambos paramos. Michael seguía riendo, pero yo solo estaba confundida. —¿Qué es tan gracioso? —Finalmente pregunté. —Bueno, dos cosas —respondió —. Primero, sin ofender, pero ¿cómo podrías marchar con un Bari? ¡Es como de tu tamaño! —¡Eso es malo! —acusé. —Segundo —continuó, ignorándome. —No puedes tocarlo en la banda de marcha porque te detuve. Lo miré confundida. Nos conocimos hace un día; ¿cómo pudo haberme detenido de hacer algo? Lentamente, las piezas comenzaron a encajar en mi cabeza. —Espera, el director dijo que tenía a alguien en el instrumento y no necesitaba un segundo. ¿Eso significa que… —me quedé callada. Michael se sentó y asintió. —Estás viendo al saxofonista de Bari de la Banda de Marcha de Stary High —sonrió orgullosamente. Mi boca se abrió. Rogué estar en esa sección y me dijeron que no. —En mi defensa, si hubiera sabido que eras tan linda, le habría dicho al director que estaba bien con otra persona en mi sección. —¿Así que le dijiste que no me dejara tocar? —pregunté. —Sí —se rió —.No quería renunciar a mi libertad y estar atado a un novato. Ahora, estoy teniendo dudas. Crucé mis brazos sobre mi pecho. —Es demasiado tarde —dije. —La práctica empieza en un par de semanas, y sé la mitad de la música para saxofón tenor. —¿Sabes lo que esto significa, no? —dijo. —No, ¿qué? —pregunté. —Tenemos una clase en común —dijo triunfante. Puse los ojos en blanco. —Qué bueno que seamos amigos. Michael se puso de pie una vez más y me ofreció su mano. Negué con la cabeza, deslizándome hacia el borde. —No quiero caerme una tercera vez, gracias, eh —le dije. Su expresión se volvió juguetona y comenzó a saltar alrededor. Su movimiento hizo que me resultara difícil llegar al lado donde podía sentarme en los resortes cubiertos de almohadillas y salvarme del rebote. —¡Oye! —grité mientras empezaba a rebotar. Michael no se detuvo. —Relájate, Quinn —bromeó. Continuó saltando, riendo mientras yo rebotaba a sus pies sin poder hacer nada. —¡Por favor, detente! —chillé. Michael bajó, su pie atrapó mi coleta. Grité de dolor, y él inmediatamente se detuvo, dejando de saltar. —¡Lo siento! —dijo, aterrizando rápidamente a mi lado. Su mano vino suavemente a mi cabeza, y la frotó con ternura. —¿No te hice daño, verdad? —Miré hacia su rostro para ver preocupación. —Estoy bien —dije. Nuestros ojos se encontraron, y su mirada me hizo detenerme. Toda la confianza y arrogancia habían desaparecido de su rostro, y fueron reemplazadas por ternura y preocupación. Me tomó completamente por sorpresa. —Fue sin querer —susurró. Su mano se movió suavemente contra mi cuero cabelludo. —Pasa —dije suavemente. Él bajó su mano y sonrió suavemente. —Tal vez deberíamos tomar un descanso —sugirió. Asentí con la cabeza distraídamente, todavía mirando sus ojos. Michael se acomodó junto a mí, plantando sus pies en la superficie del trampolín y descansando sus brazos sobre sus rodillas. Su cuerpo estaba abierto hacia mí, y se sentó bastante cerca. El sol se filtraba a través de los árboles sobre nosotros, calentando el aire. Michael me miró con una sonrisa juguetona. —Tu turno —le dije. —Tengo hambre —dijo en voz alta. —Eso no vale —me reí. Él sonrió más. —Claro que sí —dijo. —¿Quieres almorzar? —pregunté. Me mordí el labio; se sentía un poco atrevido, pero solo era almuerzo. No había comido mucho en el desayuno y también estaba empezando a tener hambre. —¡Claro! —dijo emocionado. —Vale, vamos adentro. Me giré para poder arrastrarme hasta el borde del trampolín y bajar con cuidado. Cuando me di la vuelta, Michael todavía estaba sentado allí, mirándome un poco distraídamente. —¿Vienes? —pregunté. —Sí, ya voy —dijo, moviéndose. Se bajó del trampolín y se puso los zapatos; luego nos dirigimos de nuevo por el jardín hacia la puerta trasera. La deslicé para abrirla, liderando el camino hacia adentro. MICHAEL "Mmmm," Eros gruñó en mi cabeza. Observamos a Quinn arrastrarse hasta el borde del trampolín y bajarse. Sus pantalones cortos eran cortos y se ajustaban bien a su trasero. Intenté controlar mi testosterona. Incluso pasando un poco de tiempo con ella, sabía que Quinn no era así. Se ponía un poco nerviosa cuando estaba cerca o la tocaba, pero su mente estaba lejos de donde estaban la mía y la de Eros. No sabía por qué, pero estaba bien con tomar esto con calma por alguna razón. No estaba acostumbrado, pero sentía que la Diosa estaba tratando de decirme algo aquí. Me había sentido atraído por Quinn desde que la vi en la piscina, y no podía alejarme. No podía dejar de pensar en cómo sus pantalones cortos se verían mucho mejor en la hierba a sus pies o si llevaba algo debajo de ellos. Aun así, estaba decidido a guardármelo para mí y no arruinar el momento. "¿A qué sabrán sus labios?" me pregunté, perdido en mis pensamientos. Eran carnosos, y ella mordía su labio inferior mientras me miraba. "¿Cuáles?" interrumpió Eros groseramente. "No es lo que quise decir. Tonto," respondí. —¿Vienes? —preguntó ella, su voz melosa extendiendo agradables cosquilleos cálidos en la base de mi columna vertebral mientras me devolvía a la realidad. Me miraba expectante desde el suelo. El sol que se filtraba a través de los árboles sobre nosotros hacía que su cabello brillara y reflejara tonos de azul. —Sí, claro —dije. Me pregunté si su cabello azul era la razón de la nota en su expediente que decía '¿Especie?' Había pensado en preguntarle, pero era demasiado pronto. O tal vez ella tampoco lo sabía. Me bajé del trampolín y me puse los zapatos antes de seguirla adentro. —¿Por qué no te sientas y yo preparo algo?—dijo ella mientras entrábamos. Había una pequeña mesa de comedor de madera a un lado de la cocina. Todo estaba limpio y ordenado en la habitación. "Será una buena compañera," interrumpió Eros. "Parece que puede alimentarnos." "Cállate," le exigí, apartándolo; me estaba volviendo loco. No podía manejar el torbellino de emociones que sentía al estar cerca de Quinn, además de Eros deseando una compañera y poniendo pensamientos más lascivos en mi cabeza de los que ya tenía yo mismo. Necesitaba un tiempo fuera. La observé mientras iba al refrigerador y empezaba a sacar cosas. Trabajaba en silencio, preparando unos sándwiches y añadiendo papas fritas y fruta a los platos. Pensé en ayudar, pero cuando lo intenté, me hizo a un lado. Se sentía raro sentarse allí y mirar, pero me perdí viendo cómo se movía por la cocina con naturalidad. Era adorable verla de puntillas, alcanzando cosas por encima de su cabeza mientras tarareaba suavemente para sí misma. No podía captar bien qué era, pero sonaba increíblemente desentonado. Ahora que sabía que era la saxofonista que había intentado tocar el Bari conmigo, conecté que nuestro director de banda me había dicho que era una excelente música. Me pareció extraño que no pudiera tararear afinada, pero era entrañable. No podía esperar para escucharla tocar, y lamentaba no haberla dejado entrar en mi sección ahora. Podríamos haber pasado tanto tiempo a solas sin que nadie se diera cuenta. Cuando finalmente vino con dos platos en las manos, nos unió su hermano pequeño. —Q, ¿por qué sigue él aquí? —le preguntó a ella.
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