NARRA NOAH —¡Púdrete, maldito imbécil! —le rujo, encabronada. Me doy la vuelta y trato de alejarme, pero, más me tardo en dar un paso, que sus manos aferrarse a mi cintura y detenerme. Mi espalda choca contra su cuerpo, sus brazos me oprimen con fuerza y termino gritando y echando rabia. —¡Suéltame, maldito hijo de puta! ¡Suéltame! Me retuerzo, para poder soltarme y el muy imbécil susurra en mi oído: —Shhh... Tranquila. Recuerda que no te puedes alterar, o, sino, le podría hacer daño a nuestro bebé. Lo que dice me puede. Trato de calmarme y relajarme, no por él, sino, por el bebé. Tiene tanta razón, aunque eso no disminuye las ganas que tengo de alejarlo y matarlo. Como ve que ya no trato de resistirme, su agarre amaina, lo que aprovecho para soltarme. Me giro y, cuando enfrento

