Alaric Horas después, el sol estaba mucho más bajo y yo empapado en sudor. Me pasé una mano por el cabello húmedo y recuperé el aliento antes de volver al pueblo. Al llegar a la cabaña de mamá, me alivió ver que no estaba con el Doc—y que había horneado pan recientemente, porque la cabaña olía a mantequilla y a delicia horneada. —Pasa, pasa —dijo ella bajando los escalones de la cabaña. Frunció la nariz—. Entra y lávate, Alaric. Hueles como si hubieras estado revolcándote en la tierra. Solté una carcajada. —Estaba entrenando. —Eso dije. —Se apartó para dejarme pasar y me condujo escaleras arriba—. Anda, anda. Me niego a abrazarte antes de que estés limpio. Sonreí. Esto era lo que quería, esta normalidad. Me duché en su baño, el agua caliente relajando mis músculos tensos. Cuando el a

