POV Isadora No podía dormir. El silencio en aquella casa segura no era paz. Era un eco de todo lo que había pasado. Y aunque Mathias dormía —o fingía hacerlo— en el sofá del salón con el arma cargada en el regazo, yo sabía que cualquier sonido anormal lo haría disparar sin dudar. La toalla de mi cabello aún estaba húmeda cuando me senté frente al portátil, cubierta por una manta, con las manos temblando, no de frío… sino de certeza. Algo no encajaba. Abrí la carpeta “Phantom” encriptada con triple capa de seguridad. Una copia de respaldo que solo yo conocía. Fotos, contratos, registros bancarios, listas de contactos… y coordenadas. Demasiadas coordenadas. Empecé a cruzar datos. Uno de los hombres que me secuestró tenía un tatuaje en el cuello: una calavera con un cuervo sobre el crán

