Capítulo XXIV No sé cuántos golpes me dieron, en todo caso, una enormidad: Dos de sus matones me sacaron fuera y me metieron en un cuarto angosto con una tarima en el centro sobre la que me ataron manos y pies boca arriba después de dejarme desnudo. Marradi en persona me golpeó con un palo en la planta de los pies, las piernas, el vientre y el tronco, luego en la nariz y la orejas, luego me agarró con la mano los testículos y apretó. Me desmayé. Me reanimaron con un cubo de agua helada. El loco pervertido dio la orden de que me volvieran para ponerme boca abajo y empezó a azotarme la espalda y los glúteos. Me desmayé de nuevo y luego recuperé el sentido yo solo y en ese momento oí, muy lejos debido a la sangre que tenía en las orejas y al cerebro atontado, un gran tumulto y varios disparo

