Sofía. Después de sermonear a Samuel, volví a la cocina para preparar un caldo de pollo. Quería que mi Sammy comiera algo nutritivo. Los chicos intentaron detenerme, insistiéndome en que la Nana lo haría, pero luché por la tarea y, por suerte, gané. —No tienes por qué hacer esto —Amos y Camillo estaban parados en la puerta de la cocina. —Nuestra Nana pudo hacerlo sin ningún problema. Sonreí, sin apartar la vista del caldo. —Samuel me necesita. Me trajeron para ayudar, y eso es lo que estoy haciendo. —Aun así —dijo Camillo. —Eres nuestra invitada, Sofía. Me mordí el labio. —Me criaron de una manera diferente. Mis abuelas siempre me mostraron cómo cuidaban a mis abuelos: los atendían, los regañaban y, sobre todo, los amaban. Crecí y me adapté a eso. —¿Qué estás queriendo decir con eso?

