Ámbar Cuando ya era tarde, subí a los niños a sus habitaciones. Azir me ayudó a arroparlos. Cuando salimos al pasillo y llegamos hasta su habitación, él me mira y me sonríe. Yo me acerco a él y lo abrazo. —Descansa, cariño, ya es un poco tarde. Deberías de estar en la cama. Él asiente y toma el pomo de la puerta. Yo empiezo a caminar hacia el jardín de nuevo, pero él me detiene. —Ámbar. Yo me detengo y volteo a verlo. —¿Qué sucede, cariño? —Solo quería darte las gracias por siempre cuidar de nosotros. Desde que tengo memoria, has estado a nuestro lado y por eso, muchas gracias, porque yo sé muy bien que no era tu obligación... Yo me acerco a él y ni siquiera lo dejo terminar de hablar. Tomo su rostro entre mis manos y beso su frente. —Azir, esto no es por obligación, es por cariñ

