El Secreto

1975 Palabras
Capítulo 3 El secreto Era un esfuerzo inútil el querer ocultar la magia del momento por el que pasaban, el frío y la noche habían sido cómplices de la joven pareja que caminaron hacia la salida de la universidad y ahí se despidieron con timidez, luego de una breve conversación, cada uno se dirigió a su hogar. Leandro llegó tarde a casa y sus padres ya se encontraban durmiendo, entró a la habitación de ellos y saludo en voz baja a su madre, que solo contestó con un movimiento de su mano, se dirigió ya a su habitación, pues a pesar de lo bien que se sentía era notable el cansancio ya a esa hora de la noche, sintió un pequeño impulso de escribirle a Diana, pero no era apropiado pensó, sin embargo, escribió en el chat "Ten una linda noche" y sin esperar una posible respuesta se dispuso a descansar. Diana por su parte había llegado a su habitación, tomó un segundo y empezó a limpiar el maquillaje de su rostro, no podía dejar de pensar en la tranquilidad que sentía luego de su improvisada cita, hasta se atrevía en pensar que podía ser felicidad, pero su expresión de tranquilidad cambió al recordar su celular que había guardado en su bolso, había ignorado por completo que Hernando había estado intentando llamarla, tras dudar un momento, con astucia, ella decidió llamarlo, era tarde, pero ella sentía que era pertinente hablar de lo que pasaba entre ella y él o al menos saludarlo. —Aló, Al fin sé algo de ti—contestó Hernando sin disimular el tono de reproche. —No quiero pelear, te quería saludar y saber cómo estás— —Pues para eso he intentado llamarte, yo sé que quizá estás ocupada, tampoco no es mi intención molestarte o interrumpir— el tono de sarcasmo de Hernando era evidente y aunque a ella le molestara ignoro sus intenciones de discutir y contestó de manera común a sus reclamos, la conversación era fría y cortante, motivos suficientes para que ella omitiera el encuentro con su nuevo amigo o más como ella lo había dicho "su cita", finalizó la llamada con una despedida seca. —Pase buena noche— —Gracias— contestó él con cortesía, colgando la llamada, ella se quedó por un segundo, con un gesto de amargura, pero en un minuto su expresión cambió radicalmente, en la pantalla de su celular aparecía un mensaje "ten una linda noche", su ánimo cambió pues sentía de forma familiar y cariñosa las atenciones de Leandro, aunque pensó por un segundo que debía en su momento saber él de su intrincada relación con su ex pareja, "es algo apresurado" pensó Diana, se levantó para arreglar su cama y habitación para poder al fin descansar. En ocasiones el dejar fluir los sentimientos y la curiosidad provoca que las casualidades creen en dos personas una conexión casi inexplicable, ejemplo era lo que vivía Leandro y diana pues los días siguientes en medio de conversaciones amenas en encuentros entre las clases y al final de estas, los dos sentían con naturalidad la química que los unía, pues sus personalidades si bien tenían rasgos distintos, él encontraba en ella esa mujer que no dejaba morir su interés, que lo motivaba a salir de su zona de confort, fuera de la rutina o la normalidad, pues encontraba en ella un misterio fascinante que poco a poco lograba descifrar al conocerla más, escucharla y tratar de entenderla. Y ella, veía al lado de un lugar seguro donde podía ser ella misma, prestaba atención a cada cosa que el joven hablaba y no sentía la presión de corresponder sus atenciones, sentía en su corazón las ganas de compartir tiempo a su lado y el equilibrio perfecto entre tiempo e interés que a ella le hacía sentirse tranquila y feliz. Pasados los días y los dos enamorados compartían más tiempo, como Diana no conocía del todo la ciudad, Leandro vio en ello la oportunidad de salir del ambiente de la universidad y decidió invitarla a salir el fin de semana, concordaron una hora y un lugar conocido por ambos para reunirse. Él como era costumbre llego temprano a su compromiso, vestía casual, aunque si había tomado un buen tiempo para arreglar su cabello y barba, no era alguien que precisamente dedicara mucho tiempo a su imagen personal, aunque dependiendo la ocasión podría recurrir a la vanidad para intentar impresionar. Esperaba ansioso, con la mirada curiosa de vez en cuando revisaba el horizonte de la calle en la dirección que él pensaba podría llegar su enamorada, pasaban los minutos y era evidente el nerviosismo, la sensación en el estómago, “pero no es la primera vez…” pensó enojado con sus emociones momentáneas, en ese preciso momento vio a Diana acercarse, es difícil que un hombre enamorado no mire con admiración a la chica que le gusta, y menos si este presta atención a los detalles más pequeños, los ojos de Diana brillaban y adoptaban un color miel cuando tocaban los rayos del sol, entraban en sinfonía con su cabello n***o, su tono de piel claro y un vestido precioso de flores blancas y amarillas que ella había elegido con mucho cuidado, se veía distinta pensó él, no era la muchacha afanada que veía pasar por los pasillos de la facultad, era casi como otra, estaba radiante, era hermosa; se saludaron con cariño, y con timidez empezaron a caminar hacia el Gran Parque del Lago que no estaba muy lejos del lugar, al intentar pasar la avenida y más que una prevención, un instinto familiar que la hacía sentir segura, hizo que Diana tomara la mano de Leandro, sin prestar mucha atención él guio su camino, al cabo de unas cuantas calles, el noto que ella lo miraba con inocencia y expectativa, pues sus manos seguían juntas y era la primera vez que esto pasaba, ella rio con inocencia, pues él recién lo había notado y le dijo. —¿No te molesta verdad? — —Claro que no, aunque a veces mis manos sudan, lo siento— contesto con honestidad. —No, no te preocupes— dijo ella tranquilizándolo; siguieron su camino hasta llegar al Gran Parque del Lago, era un sitio que inspiraba tranquilidad, el ambiente natural y el silencio lo hacían un lugar ideal para parejas y familias, compartieron un dulce algodón de azúcar y siguieron charlando y caminando hasta llegar al lago, el sonido del agua era relajante y salvo por unas cuantas personas cercanas era el único sonido que se podía escuchar, como si por un segundo se olvidase de la ciudad y su rutina, decidieron sentarse en al pasto y como todo un caballero ofreció su chaqueta para que ella no manchara su lindo vestido, ella aceptó apenada, al cabo de unos minutos, la naturaleza regalaba un momento de silencio, solo interrumpido por una casual pregunta de Diana, que noto al joven distraído. —¿En qué piensas? — —Nada…, no sé qué podemos almorzar— —No tonto ¡— dijo Diana golpeando el brazo del distraído Leandro —¿Qué piensas de esto, de nosotros? — Leandro guardo silencio un momento, pero esto no le incomodo a ella pues su sonrisa era evidente. —Dime por favor— dijo ella con un tono más serio —Pienso que me gusta esto, me gusta este tiempo contigo, me gusta cómo me siento aquí, tú me gustas— dijo él levantando la mirada hacia su ruborizada acompañante. La joven no esperaba una respuesta tan directa aunque con esa complicidad su pregunta trataba de saber eso, su rostro se puso rojo como una cereza, no podía decir nada, ni tampoco mirarlo a los ojos, de hecho pocas veces había podido verle a los ojos desde su primera cita donde él le coloco con cariño la bufanda que le obsequio, como respuesta ella solo acerco su cuerpo para sentarse más cerca de él y abrazarlo fuerte colocando su cabeza en su pecho, él la abrazo con cariño y de este modo Diana hizo entender que también Leandro le gustaba. El momento no podía ser más perfecto, aunque la tarde caía, el atardecer fue el complemento perfecto para la postal de los dos enamorados sentados junto al lago, tomaron sus cosas y caminaron de la mano hasta una banca donde decidieron pasar un tiempo más, pero un extraño gesto de preocupación opaco el rostro de Diana, el noto el cambio de ánimo en su enamorada. —¿Qué tienes?... Cambiaste tu mirada… ¿Podemos irnos ya, si se hace tarde? — —No Leandro, no es eso, siento que debo decirte un secreto—confeso ella Él solo se mostró confundido y espero a que ella le explicase lo que pasaba. —Antes de venir para Bogotá, viví junto mi ex, lo conocí en la universidad de allá, tiempo después de entrar a estudiar, pero la relación acabo cuando se enteró de que yo quería venir para acá a estudiar, porque él… digamos que me ayudó mucho cuando lo necesitaba y se molestó mucho conmigo y pues no se siente lo mismo cuando alguien te trata diferente, sin interés…  Sin una razón justa— La joven dejo escapar las lágrimas que provocaban los sentimientos que por mucho tiempo oculto, pues con muy pocas personas podía expresar la decepción y resignación que sienta por como Hernando había sido con ella, pero el silencio de Leandro le hacía sentir como un vacío en el corazón, lo miro esperando una respuesta, y aunque el rostro de Leandro era serio, con voz tranquila le contesto. —Diana, si algo está en el pasado, está allí por algo, quizá ha pasado poco tiempo… eso sí, pero no creo estemos en un error si queremos esto, si salimos o nos conocemos más…, también había salido con alguien poco antes de conocerte, pero a veces pienso que el pasado tiene su lugar mientras el presente es el que te hace sentir vivo de verdad— tomando su mano con delicadeza Leandro continuo. —Yo, lo único que te preguntaría es ¿si él es importante para ti? O ¿si lo quieres? … Porque si lo quieres a él, acabo de perder un muy buen discurso...— aclaro, con un tono bromista, intentando persuadir la cara triste de Diana. —Tan bobo ¡— contesto ella inmediatamente, limpiando sus lágrimas—no, no lo quiero, pero aún siento que el sí me quiere y eso me confunde, porque son muchas cosas que pasan en una relación— —Si yo sé, también el tiempo que pasaron incide en sus decisiones, pero nosotros vamos con calma ¿sí? — Diana de cierta manera no podía entender la reacción de Leandro, que, aunque se hubiera incomodado por lo que su enamoraba le contaba, mostró en sus respuestas una comprensión que ella no esperaba, apenada por la escena, pidió perdón, pero él la persuadió. —No, tranquila, gracias por confiar en mí —ella solo lo miro y él la abrazo con ternura, y de nuevo ella no pudo contener las lágrimas, al notar esto, él la aparto de su pecho y con un movimiento delicado de sus pulgares limpio las lágrimas de sus mejillas, y con un cariño natural dio un pequeño beso en su frente, como queriendo demostrar que todo estará bien, al apartarse un poco, aun sosteniendo su rostro no pudo huir de la mirada tierna de Diana, y en un tímido y arriesgado gesto sus labios se acercaron a los de Diana, y ambos dejándose llevar por sus sentimientos y su deseo, se besaron tiernamente en medio de una romántica escena, adornada por la naturaleza, y la banca que era alumbrada por una luz tenue de una farola.
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