🖤 CAPÍTULO 2 – Ella era como yo, pero sin frenos.

1642 Palabras
Ella era como yo, pero sin frenos. --- Dormí poco. Soñé con cuchillos, labios y miradas que no sabía descifrar. Desperté con el corazón en guerra. Ethan no era solo un objetivo. Ahora también era el blanco de otra mujer… Una mujer que conocía mis secretos. ¿Quién era ella? ¿Qué quería? ¿Qué sabía? Me vestí de n***o. Como un presagio. Recogí el cabello. Maquillaje suave. Hoy no podía parecer débil. Ni confundida. Ni jodidamente rota. Verónica no contestó mis mensajes esa mañana. Solo dejó un audio de cinco segundos: —Ten cuidado. Ella no juega limpio. Tú tampoco deberías. La rabia me vibró en las costillas. No me gustaban los juegos. Pero si me metían en uno, yo no salía sin prenderle fuego. — A media tarde, Ethan me escribió. “Cena. Hoy. A las 9. Te mando ubicación. No acepto un no.” Lo miré por un momento. Sonreí. Y escribí: > “Solo si me prometes que no tratarás de leerme otra vez.” Su respuesta fue inmediata: > “No necesito leerte, Lia. Yo ya te escucho cuando respiras.” Maldición. — La dirección me llevó a un lugar que no conocía: un ático en el centro, privado, exclusivo, con vista a toda la ciudad. No había camareros. No había menú. Solo una mesa para dos. Una botella de vino caro. Y él… con la mirada cargada de algo que no pude traducir. —¿Siempre cocinas para tus… invitadas? —pregunté. —No. Nunca cocino. Hoy… hice una excepción. —¿Y por qué? —Porque me gusta ver tus reacciones. Y los restaurantes están llenos de gente que finge. Le sonreí. —¿Y tú no finges? Él me sostuvo la mirada. —Todo el tiempo. Pero contigo… me cuesta más. — La cena fue un campo minado disfrazado de velada romántica. Nos reímos. Hablamos de arte. De libros. De la vez que se rompió la nariz de niño. De la vez que me enamoré de alguien que no existía. Y cuando la noche parecía demasiado tranquila… golpeó la realidad. —¿Tú conoces a alguien llamada Emma Quinn? —preguntó, así, como si no supiera el peso de ese nombre. Sentí que el alma se me detenía. Emma. Ese nombre era una cicatriz abierta. —¿Por qué lo preguntas? —La vi hace unos días. Me dijo que tú y ella… tuvieron historia. Tragué saliva. —¿Qué te dijo exactamente? —Que eras peligrosa. Que no debí acercarme. Que… lo hiciste antes. Mi sangre se congeló. —¿Lo hice antes? —Engañar. Jugar. Romper hombres. Silencio. Él no me acusaba. Solo… observaba. Yo debía negarlo. Debía decir que Emma mentía. Debía sonreír y cambiar de tema. Pero algo en mí ya estaba cansado de fingir. —¿Y si es verdad? —dije—. ¿Si alguna vez hice algo así? —Entonces me gustaría saber… ¿por qué aún estás aquí? —¿Y tú? ¿Por qué no me has sacado? Él se acercó. Apenas. Pero su mirada fue una caricia peligrosa. —Porque contigo no quiero correr. Quiero saltar. Aunque me rompa. Y justo cuando pensé que ese era el final de la conversación… Ethan susurró algo que me dejó temblando. —Emma y tú… tenían algo más, ¿verdad? No era una pregunta. Era un disparo. Me quedé sin aire. Porque sí… Emma no solo me conocía. Emma fue la primera persona que rompí… y también la única que me besó con odio. — — — Ella sabe lo que escondo… y quiere que él también lo sepa. --- Emma Quinn. Un nombre como cuchilla. Una presencia que no pedí… pero que siempre llega cuando estoy a punto de ser feliz. No la vi llegar. No la escuché entrar. Solo sentí cómo el ambiente cambió, como si el aire se hubiera llenado de electricidad tóxica. Ethan se giró primero. —Emma. Ella sonrió. Esa sonrisa. La que me partió la boca y el alma. Vestida de blanco, como si fuera inocente. Perfume caro. Mirada de loba. La mujer que me conocía sin necesidad de mentiras. —No sabía que estabas ocupada —dijo, dirigiéndose a Ethan, aunque sus ojos me taladraban a mí. —Emma, ¿qué haces aquí? —Vine a buscar respuestas. Y ya veo que me las encontré. Intenté mantener la calma. Pero por dentro… temblaba. Emma y yo teníamos una historia. No de amor. No de amistad. De destrucción. Fuimos compañeras. Cómplices. Aliadas… hasta que la traicioné. Y ahora… estaba frente a mí. Dispuesta a hacerme pagar. —¿Nos presentas? —preguntó ella, con veneno en cada letra. —Lia… ella es Emma. Una vieja conocida. —Oh, Ethan —rió Emma—. No tan vieja. Ni tan conocida. La miré. —Hola, Emma. —¿Sigues usando ese nombre? Qué nostálgica. Ethan frunció el ceño. Yo apreté los puños. —¿A qué viniste? —A decirle la verdad. La que tú no le contarás. —No es tu historia, Emma. —Lo fue. Y tú la convertiste en ruina. --- Flashback. Dos años atrás. Un departamento pequeño. Dos chicas. Un pacto. > “Tú y yo, Lia. Contra el mundo.” Emma era la que me enseñó a mentir con estilo. La que me dio refugio. La que me amó… a su manera. Y yo… yo la usé para escalar. La traicioné por una oferta mejor. La dejé sin decir adiós. Y ella… se quebró. --- De vuelta al presente, Ethan nos miraba a ambas como si estuviera viendo un incendio en cámara lenta. —¿Qué verdad? —preguntó. Su voz era grave. Rota. Emma se acercó a él. Mucho. Demasiado. —Ella no está aquí por casualidad. No te encontró en una galería. No fue magia. Fue planificación. —Emma, basta —le advertí. Pero ella ya había desenvainado. —Te mandaron, ¿cierto? Te pagaron. Para hacerlo caer. Ethan me miró. Silencio. Todo se detuvo. Yo. Mi corazón. El tiempo. —¿Es cierto? Mi voz no salió. Porque sí. Porque no. Porque no quería que lo supiera así. Emma rió. Una risa cruel. —Mírala, Ethan. No puede negarlo. Porque soy yo la que la entrenó. Y justo cuando Ethan iba a hablar… Mi teléfono sonó. Verónica. Y en pantalla solo decía una cosa: “Sal de ahí. Ahora. Estás en peligro.” — — — Huye antes de que sea tarde… o quédate y quémalo todo. --- “Sal de ahí. Ahora. Estás en peligro.” El mensaje de Verónica ardía en la pantalla como si tuviera fuego real. Pero el verdadero incendio estaba delante de mí: Emma a punto de explotar, Ethan hecho un nudo de desconfianza, y yo, temblando entre dos verdades que no puedo sostener. Emma me fulminó con la mirada. —¿No vas a decir nada, Lia? ¿O te quedaste muda de tanto mentir? —Emma, cállate. No sabes lo que estás haciendo. Ella rió. No con gracia. Con furia. —Oh, claro que sé. Estoy haciendo justicia. Y te juro por todo lo que me arrancaste… que vas a pagar cada maldito segundo. Ethan me miraba. Sus ojos ya no eran cálidos. Eran fríos. Calculadores. —¿Qué quiere decir todo esto? Y entonces… empecé a mentir. Porque ya era tarde para la verdad. —Emma está dolida. Por el pasado. Por cosas que no tienen nada que ver contigo. —¿Y por qué dice que te pagaron? —Porque me odia. Porque… está obsesionada conmigo. Fue bajo. Fue cruel. Fue sucio. Y me dolió más a mí que a ella. Porque lo vi en sus ojos: acababa de romperla otra vez. Emma respiró hondo. Se tragó algo. Tal vez un grito. Tal vez una lágrima. —Entonces hazlo. Miente hasta el final. Pero recuerda esto, Lia… —se giró hacia Ethan—. Si te quedas cerca de ella… te va a destruir como a todos. Y se fue. Así. Sin mirar atrás. Pero su rabia quedó flotando en el aire como humo de incendio mal apagado. — Ethan me miró. Largo. Intenso. —¿Eso es cierto? No supe qué decir. Así que me fui. No corrí. Pero cada paso fue una batalla. — Bajé las escaleras del edificio con el corazón retumbando. Cada palabra de Emma me seguía como un eco sucio. “Te pagaron. Eres una trampa.” “Te entrené. Te convertí en lo que eres.” “Vas a destruirlo como me destruiste a mí.” Y entonces... una mano me agarró del brazo. —¿Vas a decirme la verdad ahora? —preguntó Ethan, detrás de mí. Me giré. —No. Porque no estás listo para escucharla. Y me solté. — Salí a la calle. Lluvia. Noche. Viento. Como si el universo supiera que algo acababa de romperse. Y cuando creí que podía respirar… Mi teléfono volvió a sonar. Era Verónica. Contesté. —¿Qué demonios fue eso? —Te lo dije. Se nos adelantaron. Alguien más está detrás de Ethan. —¿Quién? —No lo sé aún. Pero Emma no actúa sola. Y tú estás en el centro del maldito tablero. —¿Y qué hago ahora? —Cambia el plan. —¿Cómo? Su voz fue un susurro mortal: > —Haz que se enamore de ti más rápido. Antes de que lo atrapen ellos. — Me quedé parada bajo la lluvia, temblando, con el teléfono en la mano. Ya no era una trampa. Ahora era una carrera. Y no solo por el dinero. Ni por venganza. Ni por Emma. Ahora… era por él. Porque por mucho que lo negara… ya no quería lastimarlo. Y eso… era el verdadero peligro. Una mentira puede romperte. Pero enamorarte de tu blanco… puede matarte.* — — —
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