Ella lo agarró de la mano y lo atrajo hacia sí, casi haciéndolo perder el equilibrio. Rápidamente lo sujetó por la nuca y acercó sus labios a los de ella para besarlo. El beso duró unos instantes mientras se batían suavemente con sus lenguas. Entonces, Theresa interrumpió el beso y sonrió. "¡Los Royals! ¡Va a ser divertidísimo verlos ganarle a los White Sox!", gritó. Antes de que Steven pudiera responder... "Tú debes ser Steven", dijo una mujer. La voz celestial, que sonaba muy parecida a la de Teresa, provenía de detrás de ella. Teresa sonrió con picardía y se hizo a un lado para que él pudiera ver. De pie en el umbral de la habitación contigua, apoyada en el marco de la puerta, había una mujer igual de hermosa que Theresa. Idénticas en casi todos los aspectos, pero Steven percibía s

