CAPÍTULO 1

1102 Palabras
Aprieto mis manos de manera compulsiva y lo único que consigo es enterrarme las uñas en la piel a través de la tela, lastimándome, desgarrándome. Como si ese gesto aliviara el ardor en mi pecho. El olor de las flores me estremece, me sabe a muerte… muerte. ¿Acaso no es el motivo por el cual estamos reunidos aquí? Una puntada ataca mi corazón haciendo que jadee, que me doble hacia adelante aferrándome al suntuoso banco, donde deposito lo último de entereza que me queda. Las personas hablan a mi alrededor indiferentes a mi dolor, sin saber que me estoy desintegrando en medio de una desesperación insoportable. ‘Supéralo y sigue’ gruñe mi vocecilla interna como si fuera así de sencillo olvidarlo, sacarlo de mi cabeza. No… no puedo. Y sin embargo he venido a pronunciar mi adiós con la poca dignidad que me queda, entendiendo que este es un paso impostergable, inevitable. El vestido de gasa negra cae sobre mi figura en capas, con sus bordes ribeteados en raso haciendo juego con el sombrero que llevo sobre mi cabeza. El cabello recogido en un rodete, los labios de rojo y los guantes que llegan hasta los codos, terminan de completar mi lúgubre elección. Hace frío. Ni siquiera recuerdo cómo fue que logré vestirme, cómo conseguí ponerme de pie. Cierro los ojos. Vine vestida para la ocasión, para guardarle luto a mi dolor. Giro mi rostro hacia los músicos que se encuentran acomodados en el lateral izquierdo, con sus violines perfectamente ubicados entre sus cuellos y hombros. Resoplo por lo bajo hinchando así mis fosas nasales, si hay algo que no tolero son las melodiosas notas ingresando a mi sistema como una droga, una que me adormece los sentidos, pero no los sentimientos. ¿Cuándo acabaría todo este circo? ¿Cuánto más tendría que obligarme a fingir? El señor Paolo me saca del trance en el que mis pensamientos me envolvían, mirándome fijamente y pasando su lengua sobre sus gruesos y asquerosos labios. Es increíble como es capaz de mantener su lujuria tan a la vista en un día como este, inclusive del brazo de su esposa. ‘Pobre’ gorgojeo para mis adentros al observar el rostro cansado que porta esa mujer detrás de su reluciente sonrisa. Vivir al lado de Paolo debe ser igual que besarle las manos al mismísimo diablo. Frunzo mis labios con desdén y poso mi vista al frente, entregándole en esa acción mi rotunda respuesta. No voy a permitir que salgan al exterior mis más oscuros miedos, no. Debo simular seguridad aunque no queden más que unas cuantas partes de mí y estén cada una de ellas hechas pedazos. No pierdo mi tiempo en sonreír, no le dirijo la palabra a nadie y rechazo cualquier conversación que se intente entablar en mi presencia. Deseo estar sola, carcomerme el alma en amargura y silencio, ¿Es tan difícil de entender? Había actuado en tantas fiestas, en tantas ocasiones…. Sin embargo hoy no tengo suficientes fuerzas para el disfraz, ni las ganas necesarias de seguirles la farsa. No deseo que me miren, que me toquen o que se me acerquen. Me despediría y luego me encerraría en mi cuarto a llorar hasta que la luz de un nuevo día me trajera devuelta a la realidad. Aprieto nuevamente los puños ¿Qué mierd* está pasando? ¿Dónde está la víbora de Dorah y su bendito hijo? Sé que mi presencia le va a revolver cada uno de sus órganos y es lo único que me produce placer en este momento. Saber que con el simple hecho de respirar cerca suyo le arruinaré la existencia. La música se transforma en una triste melodía pausada y el clima parece descargar su furia contra nosotros, por lo que sostengo el sombrero para que no se vuele. Mientras las malditas flores siguen atormentándome con su inusitada belleza, los invitados comienzan a ponerse de pie para observar a uno de los protagonistas de la noche hacer su gran aparición. Me había preparado internamente para este momento durante días; desde ese maldito y fatídico episodio donde nuestras vidas estuvieron a punto de extinguirse, no había vuelto a verlo ni habíamos cruzado palabra alguna. De nada sirvió el esfuerzo, las prácticas frente al espejo. Las piernas me tiemblan y amenazan con ceder bajo la presión que me impone su rostro. Me aferro a la tela del vestido para disimular las náuseas que los nervios me provocan. No había comido, siquiera había tocado el vaso con jugo exprimido que Karla había llevado a mi habitación tan amablemente, y sin embargo… Es casi intolerable su hermosura, tanto, que por poco olvido el motivo que me tiene anclada aquí y me nace el deseo de salir corriendo hacia sus brazos. El traje oscuro se le ciñe con total armonía a su ahora trabajado cuerpo; supe que luego del incidente no hubo un día que no se lo pasara encerrado entrenando. Las cicatrices no solo habían sido físicas, sino que habían dejado en todos una enorme herida sangrando internamente. No obstante, mantiene el paso firme mientras avanza y los labios en una línea recta inamovible. Sus ojos, que siempre habían sido brillantes y profundos, hoy parecen dos pozos obscuros que irradian hiel: fríos y distantes. No me mira, todo su ser rehúye de mi presencia, sin embargo, cuando pasa por mi lado roza mi mano dejándome un intenso cosquilleo en la zona. El contacto fue muy breve, pero explosivo. Inclino la cabeza y me acomodo el vestido de un lado para el otro, nerviosa ante la posibilidad de que alguien lo hubiese visto todo. Refreno las lágrimas en mis ojos todo lo que soy capaz y lo consigo evocando lo poco de fuerza que aún me queda. Apenas superando su perfume que se coló hábilmente por mis venas, dejando a mi cuerpo ardiendo en desesperación. Ya había soportado demasiadas tragedias a lo largo de mi vida, pero esta…. No sé cómo haría para sobrellevarla. Escucho la voz del padre iniciando con suma algarabía el funeral, mientras los invitados comienzan uno a uno a guardar silencio. Jhan deja caer los brazos a los costados en señal de rendición y se muerde los labios con mucha fuerza. ‘Te odio’ le dedico sosteniendo mi mano junto al pecho, esa misma que hace unos instantes había tocado. Mi respiración se acelera sin control amenazando con delatarme nuevamente. Pestañeo para aclarar la visión, pero los rostros se desdibujan, las siluetas pierden su forma… ¿O es que soy yo quien se está desvaneciendo en esta agonía? No creo tener el valor para escucharlo…
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