La Primera Cita (1era Parte) Fiorella

3435 Palabras
Después de colgar la llamada con Oliver coloqué el teléfono en el mesón de la cocina, me serví una taza del rico café y me senté en el sofá de la sala encendí la tele y me dispuse a ver un programa un rato, subo la mirada al reloj de pared y veo que aún no son las 10, por lo que tengo tiempo para preparar algunas cosas antes de dedicarme a hacer el informe. Aunque soy algo perezosa con las tareas de la casa, sorprendentemente el tiempo me rindió para organizar las compras que trajo el chico en los lugares donde debía guardarlas, poner ropa en la lavadora, limpiar los pisos, la cocina que tenía algo de grasa y los baños. Luego de ello comí una ensalada de frutas ya que no tenía apetito, la pensadora en todo lo que me ha venido sucediendo me traen más que agitada e inapetente. Cuando el reloj marcó un cuarto para las doce decidí tomar una ducha para preparar el almuerzo y luego ponerme a trabajar. Terminando de secar mi cabello, ya vestida escucho el timbre la casa sonar, extrañada porque no esperaba visita, me dirijo a la puerta siendo mi mayor sorpresa que es Oliver el que está del otro lado de la reja con una sonrisa que enamora. -  Hola –me saluda- ¿no me vas a invitar a pasar? –dice al ver que no respondo ni me muevo del asombro-. -  Hola –le digo al fin sin poder pronunciar más palabra-. Tomo las llaves y de manera autómata abrí la reja y le di acceso. Esperó a que yo cerrara la puerta y se agachó sorprendiéndome con un cálido abrazo. Esta vez solo besó mi mejilla como esperando ver mi reacción. -  ¿Qué haces aquí? –es todo lo que pude decirle- -  Sé que te vas a molestar conmigo pero no podía pasar este día sin verte y menos sabiendo que estarías sola –me dice- anda vístete vamos a salir un rato. Te prometo que no te vas a arrepentir –me dice picándome el ojo izquierdo-. -  Creo haber sido enfática cuando te dije que no iba a salir hoy –le digo ya casi al borde de la desesperación-. -  Sí, sé que fuiste clara pero también debes saber que las negativas no me detienen y menos cuando algo me interesa tanto como tú. Camine hasta la sala y busqué sentarme lo más alejada de él que pude. El pareció entenderlo pues se sentó en el sillón cercano a la puerta de salida. -  No me voy a ir de aquí sin ti –dice insistente- prometí almorzar contigo hoy y eso haremos. Anda pequeña deja la negativa. No te voy a hacer nada –sonríe- bueno nada que tu no quieras. -  Está bien Oliver. Acepto salir un rato contigo –digo sin demostrar emoción-. Al fin me decido, no pierdo nada con ello, pienso. -  Genial –dice casi en un grito- No te vistas formal. Hoy es sábado. Olvidemos las formalidades. Solo seamos tu y yo ¿Sí mi pequeña? –me gusta su emoción, parece sincero-. -  Está bien Oliver. Espérame un rato –le digo- ¿Quieres un café mientras esperas?–le pregunto -. -  No. Tranquila –me dice- lo que en realidad quiero es que nos vayamos ya. Si quiero estar a solas contigo pero respeto tu casa –me dice- anda apresúrate.   Ya en mi habitación como autómata y emocionada opté por usar un jeans azul con manchas blancas, una blusa blanca con vuelos al frente a nivel del cuello y unas bailarinas del color de la blusa, en el cabello decidí usar un cintillo blanco, no quiero que el cabello me caiga en el rostro y tampoco lo quiero recogido, últimamente me ha dolido mucho la cabeza. Ya vestida escogí un bolso cruzado que es de estilo más informal pero que me hace lucir presentable. Por lo general no uso lentes oscuros pero como hace bastante sol y no sé adónde iremos decidí incluirlo entre los accesorios a usar. Ya lista salí a la sala. - Que bella te ves hoy mi pequeña –dijo al verme aparecer -. - Gracias –solo pude decir esto-. - ¿Será que algún día vas a dejar de sorprenderme? –Pregunta con la ceja arqueada pero con la ternura que últimamente me habla, mirándome de arriba hacia abajo- ¡Genial! como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, vestimos casi iguales. Pudiera hasta decir que estamos sincronizados. No me había dado cuenta que el vestía un jeans rasgado en las rodillas, una camisa blanca de los Mets de New York, imagino su equipo de baseball favorito, unos zapatos deportivos del mismo color. Sin esperarlo me dio un beso en los labios allí en medio de la sala de mi casa. Entendiendo lo apenada que estaba y para no darle más larga a la situación, abrió la puerta de la casa, me pidió las llaves para cerrar. Ya afuera, una vez aseguradas la reja y la puerta de la casa, abrió la puerta de su automóvil que estaba estacionado en la entrada, hizo una seña para que entrara, esperó a que lo hiciera, la cerró, rodeó el auto y se ubicó en su asiento, me aseguró el cinturón de seguridad, subió los vidrios y puso en marcha el  vehículo sin pronunciar palabra hasta que salimos del sector donde vivo. Al notarme incomoda me miró, tomó mi mano y me dijo: -  Tranquila, deja los nervios. Ya verás que la vamos a pasar estupendo –me dice-. En todo el trayecto me limité a ver por la ventana y a disfrutar de la sensación que sus dedos producen en mí al acariciarme la mano. Llegamos a un restaurante en el Este de la ciudad. Al bajar noté que había muchas parejas jóvenes. Se veía todo tan bonito que daba ilusión de creer que todo esto que estaba viviendo era verdad. Anteriormente he ido a restaurantes con mis amigos de la Universidad, jamás en una cita. Él es mi primera vez en esta experiencia y es la mejor de mi vida. Me siento feliz. Al entrar me detuve a esperarlo pues escuché que conversaba con un mesero y le pedía una mesa, la más apartada. Nos llevaron a una terraza en el segundo piso. Se veía todo tan lujoso y bonito que parecía un sueño. Mientras entramos y subíamos las escaleras pude notar como las personas me veían y entre ellos hacían comentarios. Me sentí mal. Fue una situación incómoda. En cambio, Oliver parecía no incomodarse con mi compañía, al contrario parecía que estaba al pendiente de cada uno de mis pasos mientras subía las escaleras. “Es tan raro ver que hay otra persona a parte de mi mamá y mi hermana cuidando que no me pase nada”, pienso. Al llegar a la mesa, aparta la silla para que me siente. Obviamente subo con algo de dificultad, pero como todo en mi vida, intento hacerlo de la mejor forma posible. Él intentó ayudarme a subir pero con mi gesto entendió que quería hacerlo por mí misma. Se sentó en la silla ubicada al frente, se quitó los lentes oscuros, me pico el ojo izquierdo y llamó al mesero: - ¿Quieres algo de tomar pequeña? –Pregunto con ternura- Yo quisiera tomarme una cerveza para celebrar mi primera cita contigo, ¿Te pido una? - Sí, por favor –veo que sonríe-. - Pensé que me ibas a decir que no tomabas licor. Me sorprendes –dice esto con una sonrisa-. Vuelve a hacer seña al mesero, el cual se acercó corriendo: - Disculpen buenas tardes ¿Qué desean ordenar? - Podrías traernos dos cervezas bien frías y un vaso, por favor –pide Oliver-. - Inmediatamente –responde el mesero- ¿Les traigo la carta para que vayan revisando? - Sí, por favor –responde una vez más-. Cuando se retira el mesero Oliver me hace señas para que estire las manos, en seguida entendí el gesto y lo hice de manera automática. Une sus manos con las mías y vuelvo a sentir la misma corriente de las veces anteriores: - Gracias mi Fiore, gracias por haber aceptado venir hoy conmigo –dice bajito y con esa mirada tierna que me está enamorando- Hasta el último segundo en tu casa tenía temor que te retractaras de venir. Me haces el día. No te imaginas cuán importante es para mí que estemos hoy aquí juntos –me mira directamente a los ojos-. - Gracias a ti por invitarme pudiendo estar con tus amigos o tu novia en cualquier otro lugar –digo esto con tristeza-. - Epa, epa, ¿Cuál novia? Yo no tengo novia, soy un hombre sin compromisos–dice esto riéndose pero sin apartar la mirada de mis ojos-. - Ohm, no digas mentiras -le digo frunciendo el ceño-. - No te estoy mintiendo, cuando nos conocimos estaba solo, tengo seis meses sin novia. No te voy a negar que las mujeres si me persiguen pero tenía sexo con ellas y nada más –me dice- ¿para qué mentirte? –toma una pausa- ¿sabes que te admiro? ¿Crees qué no me di cuenta que te incomodaste cuando te besé en la calle frente a tu casa y luego cuando las personas te veían apenas entramos en el restaurante? –me dice dándole un giro a la conversación-, te noté incomoda. No lo vuelvas a hacer por favor. Lo que más me gusta de ti es esa fortaleza que muestras, no dejes que más nadie la apague con sus gestos y actitudes despectivas. Si supieran lo orgulloso que siento de caminar a tu lado. ¿Crees que voy a desaprovechar la oportunidad que me está dando la vida de pavonearme al lado de esta excelente abogada? ¿Ah? –Dice esto último picando el ojo izquierdo y haciendo ademanes de grandeza, lo cual lo hace lucir gracioso, hizo que me riera a carcajadas-. - ¡Estás loco! –digo riéndome con la mano en la boca para que la risa no se haga sonora-. - Por fin veo una sonrisa natural. Me encanta verte sonreír –celebra dando vueltas a las manos en el aire- lo logré. Aparece el mesero con las cervezas y el menú. Se retira dejándonos otra vez solos. Oliver me sirve la cerveza en el vaso, me lo entrega y con la mano izquierda alza su botella alentándome a brindar: - Brindo porque este sea la primera de muchas citas juntos –choca su botella con mi vaso, toma un sorbo y continua- porque así va a ser mi pequeña ¿o no? Respóndeme. - No sé qué decirte –respondo al tiempo que miro alrededor-. El interpreta mí intención y me toma por la barbilla para que voltee a verlo. - ¡Hey! no vuelvas a hacer eso. Que te resbale el mundo. No te preocupes si las personas te ven o no. Enfócate en lo que estas sintiendo en este momento, en ti y en mí. Deja al mundo con sus creencias. No podemos controlar lo que digan o piensen. Vive mi pequeña, solo vive. Disfruta este momento como yo lo hago –acaricia mi rostro y se inclina para darme un beso en los labios. No me gustan las manifestaciones de afecto en público. No quiero llamar más la atención de lo que por mi estatura ya lo hago-. ¡Dios que tierno!, cada vez que me besa siento que me pierdo, no quepo en mi de la emoción y el juego de sensaciones. Cómo resistirse ante un hombre tan tierno. Corro el riesgo de perderme en él y más nunca regresar. Finaliza el beso sin soltarme la mano derecha. Se toma el resto de la cerveza sin respirar y llama de nuevo al mesero. Mira alrededor con dureza en la mirada, tanto que impacta. Yo sigo estupefacta, siento que tiemblo. Él lo sabe pero no me suelta de la mano, actúa como si estuviera marcando un territorio. El mesero finalmente llega, Oliver ordena otra cerveza y unos bocadillos para picar. Yo aún no he terminado mi cerveza. El me pide que la acabe, le obedezco y la sigo tomando de a sorbos largos. Esta rica pues el frio alivia el calor que produjo el beso. - No me respondiste amor –me saca de mis pensamientos-. Lo miro fijamente detallando cada uno de sus gestos. Parece impacientarse esperando le responda: - No se Oliver. Deja que los días pasen por favor –le respondo-. Me niego a soñar con un futuro a su lado, el despertar será duro al caer en cuenta en la realidad - ¿Por qué eres así? –me pregunta- ¿Por qué te niegas a vivir? No le respondo, solo me limito a tomarme la cerveza. No estoy preparada para responder esta pregunta. ¿Cómo saber cuándo es el momento? ¿Cómo saber si un hombre como él está hablándole en serio a una mujer como yo? ¿Cómo saber si esto no es un juego para que yo caiga en sus redes y después desecharme de su vida sin previo aviso? - ¿Dime cómo hago para espantar esos fantasmas que no te dejan acercarte aunque sea un poco a la felicidad? Al ver que no le respondo mueve su silla acercándola a la mía y me abraza con ternura, besa mi mejilla y así se queda por largo rato mirando todo y a la nada sumido en sus pensamientos.   - Respóndeme por favor nena –dice casi a ruego- Solo quiero que nos vayamos conociendo. Mi intención es hacerte feliz, verte feliz, quiero ver esa sonrisa que he visto hoy todos los días en tu rostro. Respóndeme pequeña –pide soltando mi mano para juntar las suyas a modo de súplica- No voy a ponerle nombre a esto que sucede entre los dos, pero si te aseguro que es más fuerte que cualquier otra sensación que haya podido vivir. Tampoco te voy a presionar. Solo te afirmo algo, no te vas a deshacer de mí así de fácil. Tendría que pasar algo muy extraordinario para que eso suceda. Divagando en mis pensamientos, justo cuando iba a suspirar fui sorprendida con otro abrazo que me cortó la respiración. Me abrazó tan fuerte que sentí como se me cortaba el aliento. El entendió y suavizó el abrazo, beso mi frente, mi nariz, mis labios. Cuando reaccioné fue inevitable notar que las personas en el nivel donde estamos nos miraban con expresiones de admiración  por el gesto de Oliver. Muchas de las mujeres suspiraban. No supe cómo reaccionar. Los ojos me arden de sostener las lágrimas que amenazan con salir. Él se separó un poco para verme, se dio cuenta, limpió una lágrima que empezó a rodar por mi mejilla sin darme cuenta, me dio otro beso. - No llores nena –dice sin deshacer el abrazo- Discúlpame. Me emocioné tanto que no medí mi fuerza. Tendré más cuidado de ahora en adelante –me besa nuevamente- Termina esa cerveza pues voy a pedir dos copas de champagne. - ¿No creo que tengas intenciones de embriagarme verdad? -Le digo en forma sarcástica-. - No vale, cómo crees. Solo quiero que compartamos esta emoción y lo celebremos de la mejor manera. Disfruta mi vida, disfruta. No te cohíbas. Yo te voy a cuidar. Créelo. Dicho esto, me da otro beso, hace señas al mesero y me vuelve a abrazar. Cuando el mesero se acerca pide las dos copas de champagne. Este en menos de cinco minutos regresa con la orden, incluyendo los aperitivos. Oliver me da la copa, toma la suya y brindamos. Jamás olvidare el día de hoy. Ha sido perfecto. No cambiaría nada de lo que he vivido con él. Me sorprende una vez más pidiéndole al mesero nos tome una fotografía juntos. En realidad fueron cinco imágenes las que tomó allí en el restaurante. Por lo menos conservaré un recuerdo de él y de este día tan hermoso. Salimos del restaurante a las tres de la tarde. Conversamos mucho. Almorzamos. Él tomó varias cervezas más después de la comida y yo solo logre tomarme dos. Pidió postre para mí. Fue único, atento, súper cariñoso, demasiado lindo. Ya en camino a mi casa, íbamos más relajados, hablando de mi familia. Me preguntó cómo me sentía en el trabajo. Quiso saber todo de mí. Por mala fortuna cuando nos dimos cuenta ya estábamos en la puerta de mi casa. En su cara se notó la tristeza, era hora de separarnos. - Bueno pequeña espero hayas disfrutado el rato juntos –suelta su cinturón e igual hace con el mío. Veo que gira en su asiento hacia el asiento de atrás. Saca una bolsa grande de papel y la pone en mis piernas. - Compre esto esta mañana antes de llegar a buscarte. Pensé dártelo en otro momento, pero no aguanto e –levanta las manos a los lados al ver mi cara de ¿Qué voy a hacer contigo?- ¿Qué puedo hacer? Soy impaciente. Me río al ver el gesto de niño malcriado y manipulador. ¿Ya dije que me encanta este hombre? Abro la bolsa, quedó muda y enternecida. Es un peluche blanco con un lazo azul en el cuello abrazando a un peluche rosado más pequeño con un corazón en el medio. Lleva colgado una pequeña bolsa también de papel. - Abre la bolsita mi vida –me dice él al ver que no me muevo-. Le hago caso y encuentro una cajita que al abrirla me sorprende con una cadena de oro con un dije que tiene la letra inicial de mi nombre incrustada en el centro. - Gírate un poco por favor amor –me pide con ternura-. Entiendo que quiere ponerme la cadenita, levanto mi cabello, me giro, me da un beso en la nuca que me eriza la piel, parece no darse cuenta y me pone la cadenita. - Gracias pero es demasiado –le digo- ¿no consideraste la posibilidad de que yo no aceptara el regalo o que nunca lleguemos a tener nada? Porque no tenemos una relación ni nada que se parezca. No permite que siga hablando, calla mis palabras con un beso más exigente que todos los anteriores. Lo siento más incómodo. Acaricia mi espalda al tiempo que explora mi boca, su lengua penetra la mía e inicia una especie de juego con la mía que me incita a tocarla a buscar su unión como si de dos cuerpos se tratara. Interrumpe el beso. Yo seguía perdida cuando lo escucho decir: - Deja de ser tan quisquillosa y acepta el regalo –me dice en voz baja- lo hago porque me nace dártelo, quiero que conserves algo que te permita recordarme o mejor dicho que no te permita olvidarme. Hace una pausa larga, como tratando de reponerse, me mira, mira hacia la calle y vuelve la vista a mí: - Cambiando de tema mi vida ¿Qué harás mañana? - Tengo pensado trabajar en el informe que debo entregar el lunes y descansar. Mañana es el día libre de mi mamá y mi hermana y me gustaría pasar el día con ellas –vi decepción en su ojos-. - Ohm está bien pequeña, ni modo. Primero la familia y las responsabilidades – fue todo lo que dijo-. - Me voy. Gracias por este día Oliver. No tengo palabras –dije con toda la sinceridad y el agradecimiento que brotaba de mi corazón-. - No me agradezcas. Yo soy el que debo agradecerte por hacerme feliz –toma mi mano y la besa- Apenas llegue a mi apartamento te llamo para hacértelo saber–me da un beso tierno en los labios y baja para abrirme la puerta-. Nos despedimos en la entrada de mi casa. Yo pensaba hacerlo con un ademan de manos y él ignorando de manera deliberada mis intenciones, me dio otro beso en los labios, allí en frente de todas las personas que pasaban. No le importó solo dijo picándome el ojo: . Acostúmbrate. Conmigo siempre va a ser mi pequeña –dice picándome un ojo-, anda entra. Sin discutir así lo hice. Entre a mi casa confundida, con el corazón palpitante como cual locomotora de tren. No sé si lo que siento es felicidad o miedo. Si esto es una mínima muestra de lo que llaman amor, creo que me iré consumiendo en el lentamente.    
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