Como era de esperarse, Astrid se sonroja una vez más al tener Andrés de cerca, ya que, el encanto que poseía el moreno con las mujeres la rubia no pudo pasarlo desapercibido. Por otra parte, el brillo del sol iluminaba el hermoso y angelical rostro de la joven, cosa que Andrés tampoco pasó por alto. Aparentemente, un pequeño flechazo impactó a la pareja esa misma mañana. Enseguida, ambos se sienten algo confundidos y se separan de inmediato. Luego, el heredero carraspea su garganta y le responde: —¡Qué bueno que estás bien! Astrid no lo mira a los ojos, se acomoda un poco el cabello y su camisa diciéndole: —Si… sigamos caminando. —e infla sus mejillas y suelta algo de aire. Mientras caminaban, un silencio incómodo invadió esa pequeña caminata, por lo abochornados que se sentían. Cabe

