Estaba molesta, sobre todo por el hecho de que él me hubiera ocultado algo tan importante. Mis ojos pasaron por mis manos, temblorosas; mis puntas acariciaban la mesa una y otra vez, como si de esa manera aquellos momentos fueran un sueño. Ahora recordaba algunas escenas. Mis mejillas se volvieron rojas; no podía creerlo. Había estado con mi esposo, y lo peor de todo era cómo había estado semanas sin recordarlo. Él lo sabía, por eso a veces evadía algunas preguntas y se volvía incómodo. Me recordaba, y no entendía por qué lo hacía.
Ya me habían dado el alta y me encontraba en mi cama, un poco cohibida, mirándome las uñas de las manos sin saber muy bien qué hacer. A pesar de todo, él me había cuidado durante todos estos días y se había preocupado por mí, aunque quizás lo hacía por el mied
