capítulo 5

1033 Palabras
Bastian Hace mucho frío. Pero por alguna razón a ella no parece molestarle. -¿no eres de por aquí, verdad?- sé la respuesta, pero necesito comenzar una conversación. En parte, esto me molesta ya que con las lobas no es necesario el coqueteo. Pero... Por otro lado, me gusta y eso es tan extraño sabiendo que es una humana, que quiero saber todo de ella. Sentí sus ojos en mi frente. Por un momento creí que tenía algo escrito por que me miraba cómo si estuviera leyendo. -¿qué te hace pensar eso?- da un salto para quedar sentada en una de las mesas. El celo producto de la luna comienza a hacer su efecto. Solo pensar en su culo mojado por la fina capa de nieve y mis manos masajeando esa zona para darle calor. Me muerdo los labios, tratando de ser paciente. -nunca antes te había visto- me hundo de hombros riéndome de mi mismo al comprender que no sé cómo hablarle y que todos mis pensamientos van a ella o alguna parte de su cuerpo. -entonces, ¿tú eres de por aquí? -no suelo frecuentar estos sitios- miento descaradamente, ella sonríe captando mis intenciones y me aterra no saber si es una sonrisa de aceptación o de incomodidad. -Pero sí. Vivo cerca -entonces, asumo que te has tirado a todas las chicas- una sonrisa pícara se formó nuevamente en su rostro. Mi lobo insultó ante la idea dejarnos ver cómo un mujeriego. Se supone que a las humanas eso las repele. Peleamos unos segundos, echándonos la culpa el uno al otro por la fama que teníamos. Fué entonces cuando me dí cuenta que estaba en problemas. -tienes cara de ser un jugador. ¿Dónde vives? Mierda. Esa maldita reputación, la cual nunca me ha importado, ahora me estaba cagando la vida. Lo peor era que mi falta de experiencia con humanas comenzaba a confundirme. -en las cabañas que están en la cima de esas montañas- respondo tranquilo señalando la zona. Ella me mira incrédula con la frente arrugada y los ojos pequeños. -y tú? Cómo te llamas? -Samantha. Vivo en la ciudad- suspira. De repente su mirada se pierde entre los árboles. -crees en el destino, Jhope? Me mira, cómo si esperara mi respuesta para confirmar algo. -creo en las consecuencias de nuestras acciones- digo. Ella chasquea la lengua contra el paladar de manera sonora. -Creo en el Karma. En este mundo, solo recibimos lo que damos. No hay nada planeado. El futuro se crea conforme tomamos nuestras decisiones. Sus labios se fruncen en burla. Tengo que reír ante ese mohín. -entonces, por ejemplo- dice levantando una mano a la altura de mi pecho. -si eres paramédico y te dedicas a salvar vidas- sus dedos rozan sutilmente la tela de mi camisa. Clara invitación para tocarla yo también. Acorto la distancia sintiendo cómo mi cuerpo se tensa con esa cercanía. -tu destino es ser salvado Miles de veces? -quiero ser salvado miles de veces, por tí- su sonrisa es contagiosa. Me convierte en un idiota cursi, de esos que tanto he detestado toda mi vida. -pero ahora, la que necesita ser salvada eres tú- me acerco a su cuerpo. Ella separa sus rodillas para que quede entre ellas. Lo hago dejando que me rodeé con sus extremidades. Yo también la abrazo y sentí cómo este gesto me sacudió. Cómo si ese fuera mi lugar en el mundo. Esto no se podía malinterpretar, ahora estaba seguro de tener una posibilidad o al menos ir por buen camino. Mi corazón latía frenéticamente y el de ella igual. El sonido se había convertido en un zumbido que se fué normalizando minutos después. Ninguno decía nada, solo nos quedamos acurrucados y mentiría si dijera que eso no dejó a mi lobo manso. Quizás, James tenía razón y eso era justamente lo que quería. Experimentar. -¿quieres entrar?- me cuesta mucho decirlo. No quiero apartarla de mí, pero tengo que ser racional. Es humana, podría morir de hipotermia sin que me diera cuenta y no puedo estar toda la noche sobre ella sin que lo viera extraño. A demás, ya la tenía. Estaba seguro de que no iría a ningún lado. A no ser, que sea conmigo y me encargaría de que nadie se acerque para arruinar mis planes con ella. -dijiste que tenías una cabaña cerca- me recordó coqueta. Mi lobo sacudió la cola de felicidad. Podía sentir cómo saltaba y festejaba. -si te dejas abrazar para mantenerte caliente, te llevo sin chistar. -estoy caliente, vamos- mis ojos se abrieron con diversión. Sé que no quiso decir lo que mi mente sucia interpretó. Pero de igual manera, los ratones en mi cabeza me estaban pellizcando. -me refiero a que estaré bien si no es tan lejos- aclara leyendo mi pensamientos. La tomo de los muslos y de un brinco, hago que aferre sus piernas al rededor de mi cintura. Sus brazos hacen lo mismo en mi cuello y en esa posición, decido caminar. -Eres más fuerte de lo que pareces- dice y mi ego se infla. Su cálido aliento golpea mi cuello haciendo que pique con deseos de sentir sus labios allí. -si... No... Pesas...- suelto cómo si me costara. Ella sonríe por que le parece divertido y descubro que me gusta hacerla sonreír. La gente siempre ríe con mis estupideces, pero jamás me había puesto a pensar que eso es importante. Hasta ahora. -igual, estás loco para llevarme así. No aguantarás demasiado- reniego por dentro, por que es una pluma para mí y ahora, quisiera que pesara más para que su cuerpo se pegue aún más al mío. -¿me estás desafiando?- me detengo para preguntar. Pero su rostro está muy cerca y eso me hace apurar el ritmo por que mi lobo quiere empotrarla contra un árbol y devorarla cómo si fuera un pequeño conejito. -nunca he cargado a una chica por más de dos segundos, así que no me conviene apostar. -me gusta apostar- dice coqueta y no lo resisto. No estoy seguro de cuánto tiempo podré mantener mis manos alejadas de su cuerpo. Mejor dicho, mi polla, lengua, dedos. Carajo. Esto va a ser una tortura.
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