La fiesta

1456 Palabras
Nicoletta, encerrada en su habitación, demoraba todo lo posible el momento de presentarse en la fiesta. Sin molestarse en llamar, Cassandra entró. -¡Vamos, Nicci! ¿A qué esperas? La fiesta está en su mejor momento. ¡Hay hombres tan apuestos! -No tengo ganas, no me interesa-respondió-. ¿Y si está aquel bárbaro que quiso espiarme? -No digas bobadas, sería algún mendigo o un bandido. ¡Deberías poder distinguirlos a estas alturas! -Por eso lo digo, Cassi. Sé perfectamente distinguirlos. Es hombre portaba buenos ropajes, anillo de oro y una buena y bien afilada espada. -¡Habría robado todas esas cosas! Nicci, tienes que... -¡No voy a ir a esa pantomima!-explotó Nicoletta. -Nicoletta D'Amico-musitó su hermana muy seria-, no me puedo creer que seas tan egoísta. Nuestro padre está ahí abajo cantando tus alabanzas, haciendo todo lo posible por asegurarte un futuro. Ni se te ocurra avergonzarle de la manera. La apelada suspiró, no le quedada más remedio que bajar. Gruño un "está bien" entre dientes y comenzó a deshacer su larga trenza. Su hermana se ofreció a hacerlo ella, mientras cepillaba la larga melena castaña de su hermana mayor preguntó: -¿Cómo era? -¿Quién? -Aquel hombre que dejaste atado en mitad del bosque-rió Cassi. -¡Oh! Ese... Pues era alto y fuerte, ya sabes, muy musculoso. Tenía el cabello pelirrojo oscuro y los ojos verdes... -¿Cómo los tuyos?-la interrumpió Cassi  -No... Más oscuros. Lleva mucho cuidado si te encuentras con él, por favor, Cassi. -No te preguntaba por eso-dijo su hermana divertida-. ¿Era apuesto? -Supongo-Nicci se encogió de hombros-. No estaba como para fijarme en si era guapo o no. -Vaya aguafiestas estás hecha-rió dejado el cepillo-. Ya estás lista. Tan preciosa como siempre. Nicoletta sonrió a su hermana y ambas se encaminaron hacia el gran salón. Allí, Sloan se aburría soberanamente. No podía hablar con ninguna muchacha sin que uno de sus padres estuviera delante y todas esperaban ser alabadas por su belleza, casi veneradas. La última, Lady Hay, sólo había hablado de lo incómodo del camino. Por fin sólo, Sloan cogió otra jarra de cerveza y miró a las escaleras. Había conocido a tres de las cuatro hijas del señor D'Amico, aunque una de ellas durmiera en los brazos de su madre en ese momento, y le había escuchado maravillas de la mayor, estaba seguro de que aquella sería la muchacha del bosque, pero no aparecía. Y entonces un criado anunció la llegada de la señorita Nicoletta D'Amico, en compañía de su hermana la señorita Cassandra D'Amico. Allí estaba aquella fierecilla, resplandeciente en aquel vestido verde, con un pronunciado escote cuadrado y un gesto serio en el rostro. El highlander olvidó las normas impuestas por su padre y de dirigió hacia la muchacha; sola después de que Cassandra se fuera a buscar a Catarina. -Señorita D'Amico-sonrió haciendo una reverencia-, su padre me ha hablado mucho de usted. Es un placer conocerla... al fin. Ella, tensa al reconocerle, le tendió una mano que él besó, tras corresponder la reverencia. Olvidando la compostura que debía guardar, preguntó: -¿Qué hacéis vos aquí? ¿Cómo os atrevéis a irrumpir en mi hogar tras haber querido espiarme? -¿Irrumpir?-rió Sloan-. Vuestro padre a tenido la amabilidad de invitarnos a mí y a mi padre a esta fiesta tan estupenda. Feliz cumpleaños, Nicoletta. -Gracias-musitó ella recordando la escusa de aquel evento-. ¿Y quién es vuestro padre? -El Laird Murdock McPherson, por supuesto. Y yo Sloan McPherson, a vuestro servicio. Nicci estaba apunto de aclarar que ella no necesitaba a nadie "a su servicio", cuando apareció su padre. -¡Sloan! Veo que ya habéis conocido a mi preciosa Nicoletta, solo su inteligencia supera su belleza. -Padre, me haréis enrojecer-musitó ella. -Es toda una belleza-intervino el highlander-. De hecho le estaba preguntando si me concedería el próximo baile. -¡Le encantará!-contestó el italiano. Ella estuvo a punto de protestar, pero la música comenzó y fue arrastrada al centro de la estancia por las fuertes manos de Sloan. Este dijo a mitad de la danza. -Quería pediros disculpas. -¿Por ser un pervertido? -Por perturbar vuestro baño. Os vi cabalgar con los perros a la zaga y creí que estabais en apuros. Luego os vi tan dispuesta a luchar que quise asustaros un poco. Mis más sinceras disculpas. -¿Acaso esperáis que me crea eso?-preguntó ella altanera. -Es la verdad. Además creo que ya recibí mi merecido. -No soy ninguna damisela en apuros, no necesito la ayuda de nadie. -¡De eso estoy seguro!-se carcajeó Sloan-. ¡Más bien sois vos el apuro! A Nicoletta se le escapó una risita, luego se aclaró la garganta y fingió que no le había hecho gracia. Continuaron bailando en silencio hasta el fin de la canción, cuando Sloan se ofreció a acompañara a por un refrigerio. Cuando estaban junto a una mesa apartada en un rincón oscuro el highlander apoyó con delicadeza, sin ejercer presión alguna, la daga sobre el cuello de la muchacha. -Me veo en la obligación de devolveros esto -musitó Sloan en su oído-. Me fue muy útil, mil gracias. Ella tragó saliva y tomó la daga con manos temblorosas. Él se la entregó y se apartó con una sonrisa triunfante y petulante en el rostro. A Nicci le hirvió la sangre en la venas de pura rabia y, tomando la primera jarra de cerveza que encontró, se la lanzó a la cara y gritó: -¡PATÁN! Sloan rió y la observó irse con sus hermanas. Buscó a su padre, pero no estaba a la vista. Tampoco Angelo D'Amico. El hombre aprovechó aquello para olvidarse un rato de las damitas bobas y contemplar a Nicoletta bailar con una de las gemelas (le era imposible destinguirlas). Entonces, cuando la canción ya había acabado, se acercó a las muchachas Brodrick McGregor, un Laird soltero con una fama de mujeriego aún peor que la de Sloan. Brodrick tomo la mano de Nicoletta y la invitó a bailar. Inexplicablemente para él, Sloan estaba de lo más molesto por ver a la muchacha con McGregor y a este tomar la de las manos para hacerla girar o de las caderas para alzarla. Sloan, sin pensarlo demasiado, se coló entre los bailarines y, en un despiste de McGregor, le cambió el puesto junto a Nicoletta. La cual, sorprendida, se encontró de repente en los brazos del highlander equivocado. Y por un instante, por una milésima de segundo, se deleitó con que los profundos ojos verdes de Sloan la taladraran, con que su mano reposara sobre la de él, apenas rozándose; y con que el musculado brazo del hombre le rodeara la cintura. Luego salió corriendo de la estancia. Una vez en el pasillo los pasos apresurados de sus hermanas, que había presenciado toda la escena, acercándose. -¿Te encuentras bien, Nicoletta?-preguntó Catarina-. ¿No habrás enfermado por lo frío de las Highlands? -¡No seas inocente, Cat! De lo único que está enferma es de amor. Ahora dinos: ¿Quién era el pelirrojo? -El hombre que me quiso espiar en el bosque-jadeó Nicci. -¿¡QUÉ!?-exclamaron las gemelas al unísono. La mayor de las hermanas explicó a las otras todo lo sucedido, incluso lo de la daga. Y, con tono martirizado, pidió ayuda. -Bueno...-dudó Cassi-. Tal y como yo lo veo no fue más que un malentendido. Es un invitado de nuestro padre y no podemos montar ningún espectáculo. Además, es tan apuesto podr... -¿Y lo de la daga?-saltó Nicoletta-. ¡Me puso una daga contra el cuello! -No seas tan melodramática-suspiró Cat exasperada-. La mayoría de los hombres no están acostumbrados a mujeres tan guerreras, heriste su ego masculino. Es normal que quisiera vengarse de alguna manera. Creo que has tenido suerte. Si padre se entera te mata. -¡Tuve mis razones! -Es tu palabra contra la suya, Nicci. Déjalo pasar. Eleonora apareció entonces, con Liliana en brazos. -¡Oh! Nicoletta, carissima mía. Tu padre quiere hablar contigo en su estudio. Urgentemente. Nicci, preocupada por una llamada urgente en mitad de una fiesta, corrió en busca de su padre. Lo encontró sentado en su estudio, con una copa de licor en la mano. -Padre. ¿Ocurre algo? Madre me dijo que era urgente. -No te preocupes, cara mía. Solo quería preguntarte algo. ¿Qué te ha parecido el hijo de McPherson? -¡Oh!-se sorprendió Nicoletta, no entendía las prisas de su madre-. Pues supongo que no es mal tipo...-musitó con las palabras sus hermanas aún en mente-. Y supongo que es bastante apuesto. -¡Me alegra oír eso, hija mía!-sonrío Angelo D'Amico-. Mañana nos acompañaran a la hora de la comida. Me honra comunicarte que el laird McPherson me ha pedido mi permiso para que su hijo te corteje formalmente. Yo, por supuesto, he accedido. -¿¡Qué!? ¡PADRE, NO CONOZCO A ESE HOMBRE! -Tranquila-la calmó él-. Hija mía, no me ha pedido tu mano. Sólo te pido que le conozcas. Los McPherson son un clan antiguo y de prestigio. Tu tendías un futuro próspero con ellos. Además será mucho más fácil para tus hermanas elegir marido con un cuñado tan influyente. Pero no adelantemos acontecimientos. Sólo conócelo, es lo único que te pido. -De acuerdo-suspiró ella. Si sólo se trataba de eso no podía ser tan horrible, ¿no? En el salón, Murdock McPherson acababa de comunicarle a su hijo la misma noticia. Sloan rió al imaginar la cara de espanto de la muchacha cuando se enterara de esto y dijo: -Será, cuanto menos, divertido.
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