Melanie. —Mamá —dije, sintiendo la oleada de emoción al estrecharla en un abrazo largo y fuerte. La he extrañado terriblemente durante mi estancia en Italia. —Mi niña hermosa —Ella acarició mi cabello sin separarse. Ambas necesitamos este contacto más que nunca. —Me alegra verte. Estás más hermosa cada día. —Solo sigo los pasos de mi progenitora —le dije, y reímos suavemente. —Te extrañaba —Se separó, sonriendo. Me analizó con una expresión de curiosidad atenta. —Te ves diferente, Melanie. Dime qué es lo que te tiene tan feliz. —No se te escapa nada —Tomé su mano y nos dirigimos al patio, sentándonos en una de las mesas. —Estoy feliz porque, por fin, he encontrado la felicidad al tener a alguien que amo a mi lado. —Lo sabía. ¿Quién es el afortunado? —Amandus Grimaldi, el Demonio San

