Amandus. ¿Qué diablos le sucedía a Melanie? La frase resonaba en mi mente como un golpe sordo: «la mujer digna para mí». Y el desafío final: «No te enfades por mis siguientes movimientos». Joder, esa mujer excitante y exasperante conseguía derribar mis defensas con una facilidad pasmosa. Su insinuación de que ella era la única en satisfacerme era verdad, una verdad inconveniente que me nego a reconocer. Si bien cada encuentro íntimo era glorioso y me había forzado a límites de placer que jamás había explorado, no era más que una química explosiva. Solo sexo. Mi regla de oro siempre había sido clara: el sexo termina con el encanto, y los sentimientos son una debilidad que no puedo permitirme. ¿Acaso Melanie esta enamorada? No lo creo. Ella es demasiado inteligente, demasiado libre para c

