XXIV Mary disimuló mucho la sorpresa cuando Nathaniel le invitó a cenar. La idea de salir los dos a comer y charlar para ella seguir conociéndolo, se le hizo encantadora, pero tenía que estar molesta otros días más, no quería ceder tan rápido con su hombre rudo y enorme. Por su parte, él quería entregarle el obsequio que le tenía desde esa noche de casino en el crucero, pero que no había podido, pues la barrera de almohadas se lo había impedido. Ya quería avanzar con su esposa y hacerle saber que era la única señora en su corazón. En el salón de estar, Mary, con una media sonrisa, aceptó ir con él. —Nathaniel, solo un favor, no vayamos a un lugar ostentoso donde tenga que disfrazarme como si fuera a una boda. Algo sencillo, un lugar donde seamos comunes y corrientes. —Donde tú digas es

