Cap 11

878 Palabras
Narrado Por Liora Liora Un grito. Una mano tirando de mi cabello. Una cama fría. La sensación de ser arrancada de mí misma. El sueño me arrastra como un río sucio, ahogándome otra vez. —¡No, por favor, no!— intento decir, pero mi voz nunca sale. Solo un jadeo miserable atrapado en mi garganta. Las sombras se mueven alrededor de mí. Voces. Pasos. El olor metálico del miedo. Una jeringa. El calor subiendo por mis piernas. Risas. Y entonces aparecen ellos… los alfas desconocidos, entrando como depredadores a un matadero. “Duele… duele… duele…” Me estremezco. Estoy temblando. Atada. Ardiendo. Vacía. —Por favor… —susurro en el sueño, o creo que lo hago. El sonido de la puerta metálica abriéndose me corta la respiración. Y me despierto de golpe. Mi cuerpo se incorpora como si alguien me jalara desde adentro. La habitación gira. Mis pulmones se cierran. No estoy en una jaula. No estoy en esa habitación. No estoy encadenada. Estoy en una cama blanca. Una bata limpia. Una luz tenue. La clínica improvisada dentro del territorio Bloodfang. Pero mi mente no lo entiende. Mi cuerpo tampoco. Me llevo una mano al cuello. No hay collar. Aun así, siento su presión fantasma. Mis ojos cazan desesperados alguna salida, alguna sombra… hasta que una voz baja y firme me encuentra: —Liora… tranquila. Mírame. Ronan. Él está frente a mí, inclinado, las palmas sobre mis brazos para que no me lastime a mí misma. Su olor —pino, lluvia, bosque profundo— me golpea de lleno. Mi respiración vacila… pero empieza a bajar. —Shhh… eso es —murmura con esa calma que parece hecha solo para mí—. Fue una pesadilla. No estás allí. No voy a dejar que regreses a ese infierno. Intento imitar su respiración. Inhalo. Exhalo. Otra vez. Su pulgar roza mi muñeca. Es un toque suave, casi reverente. Y aun así, mi mente grita. Mi cuerpo tiembla. Él se inclina un poco más. —Respira conmigo, lobita. No te estoy soltando. Mis dedos se aferran a sus antebrazos antes de que pueda evitarlo. Él no se mueve. No se tensa. No se aleja. Solo está ahí. Sus ojos—de ese verde imposible cargado de tormenta—me sostienen hasta que al fin dejo escapar un tembloroso suspiro. Cuando puedo, señalo el cuaderno en la mesa. Ronan lo entiende al instante. Lo acerca. Me pone el lápiz en la mano. Mis dedos tiemblan, pero logro escribir: “Habitación de calor.” Él lee. Y su mandíbula se tensa de inmediato. Un destello dorado cruza sus ojos. Su lobo quiere salir. Quiere destruir lo que me hizo daño. Y por un momento, temo haber causado eso. Pero Ronan parpadea, respira hondo y controla la furia. Se sienta a mi lado, sin apartar la mirada. —No volverás a entrar en un lugar así nunca más —su voz es un juramento, acero caliente—. Te lo prometo. Trago saliva. Mis dedos aprietan el lápiz. —Y cuando recuperemos a tu loba —continúa—, podrás decidir si quieres supresores. Nadie volverá a forzarte a pasar por un celo. Nadie volverá a tocarte sin tu permiso. Mis ojos se humedecen. No sé si por alivio… o por incredulidad. —Sé que esta habitación te recuerda a lo otro —dice mientras observa las paredes blancas—. Sí, lo sé. Asiento, temblorosa. —Puedo pedir que mañana mismo te trasladen a la planta de empaque. Es un edificio grande, seguro. Las habitaciones cercanas a la mía están vacías. Podrás estar allí sola, comer allí, descansar allí. Nadie te molestará hasta que tú lo decidas. Mi respiración se estabiliza, apenas. —Además —añade bajito—, nos facilitaría hablar cuando estés lista. Necesitamos saber qué viste… para destruir esa red de tráfico desde la raíz. Contigo, podremos hacerlo. Siento su agarre en mis brazos. El mío en los suyos. Mi mente reacciona tarde: estoy aferrada a él. Me apresuro a soltarlo, bajando la mirada. Ronan no se ofende. Sonríe. Una sonrisa real, profunda… y con esos malditos hoyuelos que me derriten. —¿Te gustaría que te movieran mañana? —pregunta suave. Asiento. —Bien. —Su sonrisa crece—. Perfecto. Se va por un momento. Yo quedo atrapada en mis pensamientos, en el contraste absoluto entre esa pesadilla… y él. Cuando vuelve, toma las sábanas y las sube hasta mis hombros con un gesto absurdamente delicado. —Ryker ya esta al tanto del traslado —comenta—. Pero tendremos que regresar para exámenes y análisis. Asegurarnos de que no queda veneno en tu sistema. Asiento otra vez. —Intenta dormir, Liora. Me quedaré hasta que lo hagas. Habrá guardias revisando cada hora. Va al sillón… ese sillón incómodo en el que ha pasado noches enteras. Se sienta. Cruza los brazos. Me mira. —No te voy a dejar sola —dice simplemente. No lo dice como un héroe. No lo dice como un alfa reclamando algo. Lo dice como un hombre que tomó una decisión. Lo observo mientras mis ojos se cierran. Mi cabello roza algo —sus dedos, creo— antes de que el sueño me vuelva a arrastrar. Esta vez, sin sombras. Solo él.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR