NARRA EVANGELINE
—Entonces, ¿este bar es tuyo? —le pregunté, mientras lo veía acomodar los vasos en las repisas y limpiar el mostrador con un trapo.
Eran las 4 de la mañana y ya no quedaban clientes en el lugar. Las chicas —las bailarinas—, se vestían y arreglaban sus cosas en una especie de camerinos.
—Sí, así es —respondió secamente, sin mirarme.
Se giró, cogió una caja con botellas y la llevó a la parte de atrás, que era como una bodega.
Yo estaba sentada en uno de los bancos frente a la barra y le di una mirada rápida al lugar. En mi vida había estado en un sitio así y me causaba demasiada curiosidad, a pesar de mi primera experiencia en medio de toda esa jungla de malvivientes.
Era la primera vez que me desvelaba tanto y solté un gran bostezo.
—Deberías de ir a dormirte —co
