NARRA FABIEN Cuando terminamos de revisar la mercancía que Luc trajo, uno de mis hombres entró por la puerta que llevaba al muelle. Se acercó a nosotros, carraspeó llamando mi atención y le hice una señal para que se acercara. —Hemos capturado al hijo de perra —anunció. Una sonrisa siniestra se dibujó en mi boca y llevé mi vista hacia la puerta que llevaba al bar. Donde hacía una hora antes había visto a la princesita por última vez. Pasé la punta de mi lengua por el filo de mis dientes y regresé la vista a mi hombre. —Llevénlo a las otras bodegas —ordené. Quería que estuviera lejos, en donde la princesita no se pudiera dar cuenta de las cosas que aquí pasaban—. Y traigan a Pam. Unos minutos después, salí de esa bodega y me dirigí a las otras, las que quedaban un poco alejadas del ba

