Jameel.
Contemplo la vista que me regala nuestro hotel principal. La ciudad de Dubái se extiende, espectacular y resplandeciente, bañada por el sol matutino. Nunca me cansaré de esta panorámica. A lo largo de mi vida, he viajado por el mundo, he presenciado paisajes incomparables y he gestionado propiedades con vistas únicas, pero nada se compara con mi ciudad natal. Solo hay algo que puede superar esta vista: mi querida Shana.
La añoro con una intensidad que roza lo doloroso. Mi pequeña no ha querido hablarnos desde que nos vio en aquella situación comprometedora. Entiendo a la perfección su reacción; lamento con cada fibra de mi ser haber sucumbido. Fue la primera vez que los tres compartimos a una mujer, y lo peor es que lo hicimos como un intento patético de olvidar a nuestra pequeña. Cometimos un error mayúsculo, un acto de desesperación que nos costó su presencia. Haré todo lo que esté en mi mano, y mucho más, para remediarlo.
—Cariño.
Me giro de golpe al escuchar aquella voz tan familiar. Mamá Selena está junto a mi padre, Hakam, ambos con sonrisas cansadas pero afectuosas.
—Padre, madre, bienvenidos —Me acerco a saludarlos. Beso la frente de Selena y a mi padre le ofrezco un breve pero sentido abrazo—. ¿Qué tal el viaje de regreso? —Nos sentamos en los lujosos muebles de mi oficina.
—Agotador como siempre, cariño —Selena suspira—. Ya deseaba estar en casa. Nada es mejor que el hogar.
—Tienes razón, querida. Nada es mejor —Mi padre le besa el dorso de la mano con una ternura que solo reserva para ella—. ¿Tus madres? —me pregunta, refiriéndose a sus co-esposas y nuestras madres biológicas.
Suelto un largo suspiro, que revela mi fastidio. —No lo sé. Quizás en algún país exótico o en cualquiera de nuestras casas de vacaciones. No las hemos visto desde que regresamos de Estados Unidos.
Mi padre niega con la cabeza, la frustración surcando su rostro. —Ellas tres son mujeres complicadas. No quisieron acompañarme solo porque Selena viajaba conmigo. Pero ni siquiera se dignaron a esperarlos aquí para apoyarlos.
—Estamos acostumbrados a sus indiferencias, padre. No nos causa un problema —le aseguro, aunque la herida siempre está ahí.
—Aun así, son sus madres —Masajea su sien con los dedos—. Hablaré con ellas cuando regresen. No pueden seguir comportándose de esa manera solo por celos.
—Bueno, amor... ellas son tus primeras esposas —interviene Selena con delicadeza.
Sé muy bien que a Selena le resulta incómodo este tema. Ella, al no tener nuestra cultura tan profundamente arraigada, lucha por aceptar que su esposo esté casado con otras tres mujeres. Sin embargo, mi padre no puede simplemente disolver esos matrimonios. Los pactos familiares son estrictos, tradicionales y, a menudo, políticos. Sería un escándalo y un gran problema para la Dinastía.
Para nosotros, no es un secreto que mi padre solo ama a Selena; es la única luz en sus ojos. Se casó con nuestras madres por cumplir con su deber. Ellas, a su vez, aceptaron el trato por obligación y por la riqueza que Papá ostenta, una fortuna que rivaliza con la del mismo rey de Dubái, nuestro tío.
—No tienes por qué hablar con ellas, padre. No vale la pena seguir obligándolas a ser quienes no quieren. Mis hermanos y yo ya no somos unos niños. Crecimos sin su amor y, francamente, ya no lo necesitamos. Tenemos suficiente contigo y con Mamá Selena.
—No hables así, cariño. Después de todo, son tus madres —Selena se acerca a dejarme un beso en la frente—. Me sorprende lo mucho que han crecido. Aún te veo como el adolescente que venía a enseñarme todos sus exámenes.
—Y yo te veo como mi madre. Eres la única a la que tengo que respetar —respondo, con firmeza.
—Es tu decisión. Yo siempre los apoyaré en lo que decidan.
•:•.•:•.•:•:•:•:•:•:•:•☾☼☽•:•.•:•.•:•:•:•:•:•:•:•
Ya en la noche, en la mansión familiar, después de la cena, me encuentro en el balcón de mi habitación. La brisa nocturna de Dubái es tibia. Miro las fotos que tengo de Shana en mi celular: admiro cada toma, cada pose, cada sonrisa. Es, sin lugar a duda, la mujer más hermosa del mundo.
—¿Extrañando a Shana? —Me sobresalto y quito la foto rápidamente. Selena aparece, con su expresión comprensiva—. También la extraño.
—Pero ustedes sí la pueden ver —La miro con resentimiento—. A veces pienso que han sido muy egoístas en alejarla y en no dejarnos saber dónde está.
—No lo hacemos porque queremos, Jameel. Esta es la decisión de Shana, y nosotros la respetamos. Shana volverá cuando esté lista, y estará aquí con nosotros.
—Estoy harto de esperar, madre. Quiero tenerla aquí conmigo.
—Estás acostumbrado a tener todo lo que deseas, pero Shana también es una persona con voluntad. Ella desea mantenerse lejos hasta que decida lo contrario —Acaricia mi espalda con dulzura.
Suspiro profundamente. —Entiendo... Aceptaré todo lo que Shana diga. Es mi princesa.
—Solo no vuelvan a cometer el mismo error. Si de verdad la aman, solo tienen que demostrárselo.
La miro, sorprendido. —¿Cómo lo sabes? ¿Sabes lo que sentimos por ella?
—Oh, cariño, soy tu madre, después de todo. Los conozco, y sé cuándo alguien está enamorado. —Pone su mano en mi mejilla—. Tienes la misma mirada que tu padre, esa clase de mirada que siempre me da al verme.
—Madre, yo... nosotros...
—Shhh, tranquilo. No me extraña que los tres estén enamorados de Shana. Es una chica increíble, amable y cariñosa. Saber que ustedes la aman me da mucha tranquilidad. Sé muy bien que tú y tus hermanos podrán protegerla y estar a su lado.
—Te prometo que no la haré llorar nuevamente. La haré feliz cada día de mi vida, y no solo yo. Ikram y Saalim también.
—Confío en ustedes.
•:•.•:•.•:•:•:•:•:•:•:•☾☼☽•:•.•:•.•:•:•:•:•:•:•:•
—Buenos días —Entro al comedor. En el lugar ya están mis hermanos y mis padres.
Nuestras madres biológicas han regresado hace unas horas de sus cortas, pero duraderas, vacaciones.
—Feliz cumpleaños, padre —Beso su mano con respeto.
—Gracias, campeón —Me sonríe—. Me alegra estar con todos ustedes en este día. Como siempre, cada uno hace lo posible por estar presente en estas fechas especiales.
—Qué mal que Shana no piense lo mismo —contesta mi madre, Maiza, llevando su taza de té a los labios con desdén.
—Tu pequeña parece que se le olvidó todo lo que le enseñaste, cariño —secunda la madre de Saalim, Dalia.
—Mi pequeña está celebrando mi cumpleaños, como ustedes. Mi mayor orgullo y regalo es saber que está obteniendo el conocimiento que desea, tal como su madre —dice mi padre, tomando con orgullo la mano de Selena.
—Y sabemos que pronto estará aquí con nosotros, compartiendo la comida en familia —Selena, como siempre, no deja de brillar a pesar de los comentarios hostiles—. He preparado muchas cosas para celebrar. En el almuerzo tendremos varios espectáculos, música, danza y una excelente comida.
Maiza se ríe con sarcasmo. —Pero qué horror, cariño. ¿No sabes que en todo este tiempo la primera esposa es quien debe organizar la celebración de cumpleaños de nuestro esposo?
Selena suspira, pero saca su mejor sonrisa de combate. —Bueno, como la primera esposa no estaba presente al momento de la organización, yo, como la cuarta y favorita esposa, me tomé la libertad de hacerlo.
—Así que no deberías quejarte —termina mi padre con una sonrisa de satisfacción—. Estaré en maravillosas manos. Ojalá Shana estuviera aquí para ayudarte. Mis nenas lo harían de maravilla.
—Bueno, cariño, hoy tendrás muchos regalos para recompensarlo. Te aseguro que el regalo principal te gustará mucho — le guiña un ojo, prometiendo una competencia de obsequios.
Luego de tan incómodo momento, mi padre y nosotros fuimos "obligados" a ir hacia nuestros campos de golf privados para pasar una mañana de padre e hijos. Mamá Selena tiene todo controlado: varias personas nos atienden con bocadillos, bebidas y todo lo necesario para complacer a mi padre.
—Han mejorado mucho su swing —comenta Hakam.
—Hemos aprendido del mejor —dice Ikram—. ¿Shana te llamó? —pregunta con disimulo mientras golpea la pelota.
—Claro. Ella y tu madre Selena fueron las primeras en felicitarme, como todos los años.
—¿En serio no vendrá? —Saalim se acerca para golpear su pelota, con el mismo tono de decepción.
—No. Tiene muchos estudios, y no quiero que los atrase por mí. Después de todo, podemos ir a visitarla; no es necesario que solo por mi cumpleaños deje todo atrás.
Miro a mis hermanos con decepción. Teníamos la esperanza de que, por ser el cumpleaños de nuestro padre, Shana haría una excepción. Shana nos está poniendo las cosas difíciles. Ella tiene la ayuda de mi padre para ocultarse y sabe perfectamente que aún no podemos superarla.
Al mediodía, fuimos recibidos para el almuerzo por una radiante Selena, vestida completamente de dorado. Nuestras madres ya estaban sentadas, con sus caras serias y celosas por la forma en que mi padre se acerca a Selena y la besa con amor. Mis hermanos y yo tomamos asiento. La mesa está puesta con una decoración espectacular.
—Hola, familia —Habla una voz femenina desde la entrada.
Hadiya, junto a sus hermanas Ghalia y Ghada, entra en el salón con bolsas de regalo en sus manos. Aquellas tres hermanas son un problema constante para nosotros; están completamente obsesionadas y enamoradas de mis hermanos y de mí. Sin mencionar que odian a Shana, a la que consideran una intrusa.
—Oh, chicas —Selena se acerca con confusión evidente—. No sabía que vendrían. No las había invitado.
—Pero yo sí —Mi madre, Maiza, se levanta con arrogancia—. Son amigas de la infancia de nuestros hijos, así que las invité al ver que tú no lo hiciste.
—Esta es una celebración familiar, Maiza. No debiste hacerlo —Padre respira hondo, conteniendo su ira—. Sean bienvenidas, chicas. Pueden tomar asiento. —Con rapidez, las sillas restantes son colocadas en la mesa, quedando justamente frente a nosotros.
—Hola, chicos —dice la mayor, Ghalia, con una sonrisa seductora.
—Hola —respondemos los tres, con escaso entusiasmo.
—Bueno, que empiece la celebración. ¡Música, por favor! —Los músicos empiezan a tocar a la orden de Selena, intentando aliviar la creciente tensión.
Pasamos los minutos apenas probando bocado, inmersos en las insinuaciones descaradas de las tres hermanas y las palabras incómodas de nuestras madres, que insisten en que debemos casarnos este año. Si bien nuestro padre no nos obliga, él siempre repite que no quiere cometer el mismo error que mis abuelos hicieron con él, así que somos libres de decidir.
—Que pasen las bailarinas —dice Selena, buscando desesperadamente cambiar el ambiente.
Varias bailarinas con trajes oscuros entran al salón y se posicionan. La música cambia a un ritmo tradicional árabe. De un momento a otro, las bailarinas se abren paso para revelar a una chica detrás de ellas. Está vestida de blanco y dorado, con el rostro parcialmente cubierto por un velo translúcido y joyas de baile. Comienza a bailar sola, y nos deja a los tres impactados: es increíblemente buena. Sus movimientos son precisos, fuertes, y su mirada, aunque solo se ven sus ojos, es electrizante. Su cuerpo es sublime, atlético y grácil.
—¡Magnífico! —Padre aplaude mientras se levanta—. ¡Son excelentes!
Las bailarinas hacen una reverencia, saliendo del lugar. Solo queda la chica de blanco.
—Feliz cumpleaños, padre —dice la bailarina.
Mi padre se queda estático. Nosotros nos quedamos igual. Esa voz... es familiar, pero más profunda, más madura.
—Hola, papi —dice ella, con una sonrisa que desgarra nuestro corazón.
Con un gesto dramático, se quita la prenda que cubre la parte inferior de su rostro, y luego, con ambas manos, se quita el tocado y el velo. Su rostro, enmarcado por una nueva madurez y una belleza devastadora, es inconfundible.
—¡Cariño! —exclama mi padre, con los ojos anegados.
—No me iba a perder el cumpleaños de mi papá —Shana sonríe, y su mirada se cruza con la nuestra por primera vez en un año.