El principito.

3225 Palabras
-¿Qué hago aquí? – Dije cuando lo tenía de frente – no puede enviar por mi como si fuese un objeto. -Buenas noches Elizabeth, siéntate por favor – su mirada era fría. Me senté y el también – respondiendo a tu pregunta. Creo que envié un mensaje a tu móvil diciendo que nos reuniríamos con el abogado. También puedo enviar a quien me dé la gana a buscarte. Ahora vamos a comer algo y discutimos por qué no quieres recibir el dinero. -No debería estar aquí – este movió la mano derecha para hacerle la señal a el mesero. En un parpadear llego una botella de AurumRed, había leído sobre él y el precio por botella era alto. -¿te apetece?- dijo mientras le servían la copa. - un poco por favor – el mesero, sirvió y se retiró sin decir una sola palabra – por favor,digame que hago aquí. - lo primero, no me digas usted. Bien – tomo un sorbo de vino – no quiere recibir el dinero ¿cierto? - cierto – afirme. - lo vas a recibir y no hay discusión, el abogado y los del recurso humanos han dispuesto esa liquidación. - quisiera hablar con el abogado – este sonrió. - lo estás haciendo – lo mire sorprendía. - ¿tú eres el abogado? - si – volvió a sonreír – ahora disfruta de tu vino – mire la botella y luego a la copa – no te preocupes por el costo de la botella, puedo permitírmelo. - lo siento, no fue mi intención – dije mirando a un lado, era algo incómodo estar allí con el – siento que te conozco de algún lugar – era cierto, su cara me era conocida. Cícero respiro hondo. - quizás sí, he salido en varias revistas – eso me causo risa. - ¿Por qué te ríes? - la verdad, no te veo en una revistas – este me miro y volvió a tomar vino. - por favor prueba el vino – tome la copa y bebí, realmente era bueno y jodidamente caro – ¿puedes hablarme más de ti? - ¿a qué se suponía que jugaba? - no soy tan interesante. Vivo con mi tía y el abuelo. Estoy desempleada y casi me graduó de psicólogo. - la farmacéutica no es un buen lugar para ti Elizabeth – me miro y sus ojos azules me intimidaron. - ¿Por qué? – su mirada era tan seria y profunda. - nada es igual que antes – me incline hacia atrás – no hagas más preguntas sobre eso por favor. – quería estudiarlo, pero no había ni un gesto en su cara. Lo mejor era hacer otras preguntas, referente a otro tema. - ¿de dónde eres? – sus hombros se relajaron un poco. - depende de cómo lo veas. Nací en Grecia, Atenas para ser más específico – ¡impresionante! - luego fui a Italia con mi madre por un corto tiempo. - me gustaría conocer Grecia, me parece tan increíble sus historias. - tendrías que visitarla, te enamorarías – la familiaridad que sentía hacia el me sorprendía. - ¿cuál es tu historia Eli? - no tengo una, soy de aquí, no sé nada de mi familia por parte de papa. - de seguro no te pierdes de nada maravilloso, a veces conocer tus antepasados te llena la vida de maldiciones – lo mire sorprendida y este sonrió. - ¿sabes el precio de esa botella? – señale la botella de vino. - sí, conozco el precio de todo lo que se vende aquí. - ¿Cómo así? – mi cara de incredulidad lo hizo relajarse. Creo que sentir el poder lo hacía sentir tan bien. - este club es mío. Esa botella de vino cuesta 1.250 euros, es una reserva especial para mí. – ahora si estaba sorprendida, mi boca formo una especie de ´´o´´ que lo hizo sonreír. - ¡vaya! sí que eres rico – su dinero no me sorprendía pero su sentido de superioridad sí. - ¡lo soy! - Alain se acercó a nosotros mirando solo a Cícero, se inclinó para hablar a su oído. La seriedad en la cara de este no fue nada normal – lo siento Elizabeth – dijo cuándo a Alain se retiró – continua diciéndome ¿Cuántos idiomas hablas? – Eso ya lo sabía ¿Por qué volver a preguntar? - tres. Inglés, alemán e italiano. Mi madre se esmeraba por mi educación. - mis padres también lo hacían conmigo. Aprendí hablar varios idiomas y tuve que estudiar historia y no se puede olvidar, la literatura. Mi madre pensaba que eso hacia un hombre culto. - la verdad, pienso como tu madre. Mi educación fue la justa, en cuanto a la literatura era mi materia preferida. – se inclinó hasta delante y apoyo sus codos en la mesa. - ¿Qué historia ha marcado tu vida? - si has estudiado literaturas lo sabrás “Si tú me domésticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo” – lo vi sonreír. - el principito, es la historia que marca la vida de las personas. - creo que es la más realista. - tienes razón, ¿has pensado en ir a las empresas para las que te recomendé? – volví a tomar de mi copa. - no, luego lo pensare. -bien ¿te apetece comer algo? - sí, recomiéndame algo para comer – se levantó de la silla y me tendió su mano. - iremos a comer, en la cocina del Tay ¿lo conoces? - no. - bien, será la primera vez para ti. Tome su mano y Salí junto a él, era la idiotez más grande del mundo. Se suponía que era la reunión de trabajo, donde solo devolvería el dinero y me iría, pero como una tonta me encontré yendo a cenar a un espacio donde no conocía con un hombre que había visto en mi vida ¿Cuánto podía llevar conociéndolo? ¿Diez horas? Subí al auto nuevamente con Alain al volante, el teléfono de Cícero repico y este se dispuso hablar en francés. Las calles de los Ángeles a esta hora eran un espectáculo. Un pequeño grito de parte de mi acompañante me saco de mis pensamientos, me gire para verlo, pero su cara daba miedo, los nervios se apoderaron de mi así que comencé a mover mi dedo índice, era ese pequeño tic que no podía controlar. -¿te encuentras bien? – estaba hundida en mis pensamientos así que me sobre salte cuando sentí sus manos en hombros. - sí, gracias. - aquí te servirán la mejor comida griega – el auto se detuvo - ¿la has probado alguna vez? - negué con la cabeza – bien, también será una primera vez. Vamos- ambos bajamos del auto, lo seguí hasta el portal de aquel restaurante. - ¿también es tuyo? - no, es de un amigo. Pediré la terraza – camino conmigo de la mano, hasta llegar a el ascensor – la primera vez que ti vi de cerca fue justo cuando subías a mi oficina – lo mire y las mejillas comenzaron arder – tienes unos ojos hermoso, detrás de esos anteojos. - gracias, son una molestia temporal, el accidente lastimo un nervio ocular dificultando la visión un poco – la tensión en Cícero se pudo sentir. - lo siento – sonreí. - ¿Por qué? Tu no lo hiciste – entre con él al ascensor. No recibí respuesta de su parte, solo camine tras él, lo veía saludar personas, mientras que lo esperaba en una de las mesas de la terraza, verlo quitarse su chaqueta y remangar su camisa blanca, me hizo estremecer, ningún hombre había logrado que eso sucediera, pude notar que su brazo derecho estaba tatuado, creó que se sentía en confianza porque lo veía sonreír y su postura se relajó. Camino hasta donde yo estaba y me regalo una copa de vino. -esta cosecha vale entre 3.500 a 5000 euros, así que disfrútalo – ambos reímos – ese grupo de personas es parte de mi familia, me prestaran la terraza para comer contigo – vi a los hombres salir de allí – pedí algunas comidas típica de mi país. - gracias. ¿Por qué me has traído aquí? Esto era algo de trabajo. - tu no trabajas para mí y te recuerdo que ya terminamos el asunto de trabajo – Alain trajo una bandeja con algunos aperitivos, una ensalada de tomates, aceitunas, pepino y un gran trozo de queso feta y algo parecido a unos rollos, lo deposito en la mesa y se retiró – esto es Dolmadakia – dijo señalando los rollos – son hojas de uva rellenas de cordero y arroz – pico un trozo y me lo ofreció .realmente me sentirá estúpida en esta situación, pero tampoco podía evitar sentirme tan bien. El sabor de la comida era único, realmente estaba muy rico - ¿y? - esta delicioso – bebí un poco de vino - ¿Qué es lo otro? - es Choriatikin una ensalada fresca. Entre sonrisas probé una variedad de comidas Griegas, conocí un poco sobre el país y en ese momento se me había olvidado que estaba sentada con uno de los hombres más rico del país, la farmacéutica era un hueso duro en el mercado, viéndolo desde cerca era tan atractivo y sus ojos resaltaban su color, su piel era algo morena. Y su sonrisa era tan seductora. Después de una larga charla, pedí que me llevara a casa, tía Maggie moriría si llegaba después de las dos de la mañana, no le había avisado donde estaría y después de la noche del antro era la más sobreprotectora. El camino fue corto, el tráfico no era nada pesado y el silencio fue acogedor, justo cuando el auto paro tuve que preguntar: -¿Cómo sabes mi dirección? Cuando entre a tu empresa vivía en otro lugar – este me miro serio y con un hundimiento de hombros respondió. - suelo saberlo todo o casi todo. No te preocupes no haría nada para lastimarte con tu dirección. - gracias por la cena – abrí la puerta del auto y este me tomo de la mano, me gire a verle. - fue entretenida- beso mi mamo y la soltó – nos veremos luego. Baje del auto y camine hasta la puerta de la casa, el auto no siguió su camino hasta que no entre en ella. Tía Maggie estaba en la sala viendo su serie habitual, me miro y por primera vez no hizo pregunta alguna, no le quería contar el día tan terrible que tuve así que opte por subir a mi habitación ya mañana le contaría todo lo que había pasado. Cambie mi ropa y tome la portátil, con la curiosidad a mil busque en el buscador de Google a Cícero Galanis, como había dicho estaba en varias revistas, todos los artículos hablaban de su físico y el imperio que había heredado de su padre. También había artículos que lo involucraba en negocios ilícitos, no lo veía con cara de gánster, si como empresario arrogante pero no a vender drogas u otras sustancias. En fin las redes son una bendición para quien las maneja pero la perdición para quienes son publicados. Me acosté en la cama y el sueño se apodero de mí. A la mañana siguiente baje, para encontrarme con tía Maggie y el abuelo sentados en el jardín, tome la taza de té para ir a su encuentro. Mi tía discutía con el sobre que ya era momento de decir la verdad, pero desde mi posición no alcanzaba a escuchar con perfección, me encaminé al jardín, al verme tía Maggie guardo silenció. -hola cariño – dijo mi abuelo. -buen día, tengo que hablar con ustedes – dije sentándome. - ¿A dónde fuiste? – pregunto Maggie. - he salido con el dueño de la farmacéutica, estaba entregándole un cheque de más que llego. - Elizabeth, tu tía y yo pensamos que es un buen momento para darte algo que dejo tu madre para ti – vi la cara de mi tía, era de molestia. - no deberías salir con tu jefe – esta mañana estaba pesada. - ha ver, no Salí con mi jefe porque me despidieron. Creo que tampoco he hecho algo malo ¿Qué sucede? - hija ya tienes la edad y dentro de unos días cumplirás años, ya es momento de recibir el regalo de tu madre – me levante con alegría – ten- me entrego unas llaves – este departamento lo compro tu madre, dijo que sería de ambas. Ahora es tuyo. - papa sigo pensando que es un error – protesto Maggie. - ya déjala crecer, Margaret. No es una niña, nos ha demostrado que es capaz y responsable. - paren, tía Maggie lo de mama fue un accidente no puedo vivir toda la vida aquí, pensaba mudarme de igual manera. Soy responsable no consumo drogas, trabajo y estoy por graduarme. – la vi tomar aire, y levantarse de su asiento. - tienen razón, lo siento. Ven – me abrazo – vamos a que lo veas. Di brinco de alegrías, me encantaba la idea de vivir en un departamento de mama, quería salir de la mira de mi tía, muchas veces peleábamos por tonterías, era tan responsable que dejaba de vivir mi vida. Subí corriendo a cambiarme, los jersey me encantaban así que por opte por uno azul con la camisa de tirantes blanca y un pantalón n***o. Volví a bajar, tome mi teléfono y Salí con Maggie, el camino fue en silencio, sabía que seguía molesta. El edificio estaba cerca de casa, era blanco y con una bonita entrada, subimos hasta el último piso, vi como marco un código en el ascensor, y este nos dejó en un departamento inmenso, con un solo juego de muebles, la cocina tenía la mejor vista de los Ángeles, las ventanas eran panorámicas, dos habitaciones, tres baños con vistiere y un increíble salón. - ¡por Dios! ¿Cómo nunca me entere del? - tu madre, nos pidió guardarlo hasta que fueras adulta. Lo quería acomodar pero murió antes de tiempo – este tema la ponía de mal humor. - tía, te prometo que me comportare. No te daré problemas. - lo se cariño, es solo que me cuesta dejarte ir. - tendrás que ayudarme con esto – me gire en mis talones – es grande. - lo es. ¿Puedes contarme que paso? - sí, sacaron a todo el personas y el nuevo dueño nos arregló a todos – mi tía camino a la panorámica más grande – me dio una carta de referencia para otras empresa. - eso es bueno ¿no? - no lo sé, nunca me habían despedido de otro trabajo. - concéntrate en terminar estos últimos exámenes y luego busca el trabajo. Salí del departamento con tía Maggie, pensábamos ir a la tienda de antigüedades, me mostraría los nuevos cuadros que llegaron. Coloque un poco de música y nos encaminamos a la tienda. Mi móvil sonó, era un mensaje de texto. Me sorprendió ver el número. Cícero había escrito. Cícero. Nos veremos hoy. Me gustaría que me enseñaras un poco de tu ciudad. Eso me sorprendió. Pero no quería verlo, no sé porque se empeñaba en verme, el único interés de ayer era devolver su dinero, pero como no lo acepto, todo termino allí. Así que respondí lo más cortes que se puede. Eli. No soy centro turístico, gracias por mostrarme la gastronomía griega. Pero no somos amigos. Llegamos hasta la tienda, era igual que siempre. Toda esa antigüedad puesta en su mismo lugar, era una tienda grande, muchas personas venían, pero nunca había una venta grande, algo fuese significativo, se mantenía de pies, pero no como para ser el sustento completo de una vida. Mi móvil volvió a sonar. Cícero. Los centros turísticos son más divertidos. Tampoco tengo intención de que seas mi amiga. En fin, otro día será. Deje el móvil en la mesa y comencé a recoger las cosas nuevas que habían llegado, el humor de tía Maggie había cambiado, estábamos de risa en risa, la tienda estaba quedando más linda con todas las cosas que poníamos, la mañana había trascurrida tranquila, después de mediodía decidimos pedir una pizza. La campanilla de la de la puerta sonó cuando entro Marcos un buen amigo, llevaba su habitual camisa deportiva y su jeans desgastado, era un chico de clase media como nosotros, pero siempre llevaba el ánimo por las nubes y esa sonrisa tan amplia, tenía una tienda de mudanza. -hola chicas, las he visto mover unas que otras cajas, pensé que necesitaban ayuda. - la verdad ya hemos terminado, pero ven vamos a comer. La pizza está por llegar – dije apoyada del mostrador. - no, gracias. Solo quería ayudar. - vamos, únete a nosotras. - vale, vale. Los tres nos quedamos sentados allí, hablando de tonterías, Marcos era tan divertido, que las horas pasaron súper rápido. La pizza llego, estaba tan deliciosa, varios clientes llegaron y entre los tres los atendimos. Al cabo de las seis la puerta se abrió, dejando entrar a un Cícero con ropa casual y unos anteojos oscuros, sus brazos al descubierto dejaban ver sus tatuajes y aquella pulsera gruesa, probablemente de oro blanco. Me sorprendió verlo allí y mis mejillas ardían, probablemente me delatarían, se veía tan sexy. -¿en qué podemos ayudarte? – pregunto mi tía. - me han invitado a una fiesta y quería darle un regalo antiguo a la persona – respondió Cícero quitándose los lentes. - ¿Cómo que buscabas? – este caminaba de aquí para allá, no me miraba. Mi tía me hacía señas a las espaldas de Cícero, haciendo gesto de que era una chulada. - es un hombre mayor, le gusta las cosas artística – se paró frente al espejo y me miro, quería que la tierra me tragara. Las mejillas me ardían. La indiferencia con la que me miro me dejo en el mismo lugar. - puedes llevar esta escultura – le mostro una escultura de mármol – es muy antigua. Va bien con la vejez – este tomo la escultura. - la pueden envolver en una bolsa de regalo – mi tía tomo el papel de seda y comenzó a envolver. Marcos comenzó hablar conmigo sobre el aspecto de Cícero, pero no le prestaba ni la más mínima atención. Veía detalladamente cada movimiento, era tan lindo y perfecto. Cada vez que nuestras miradas se cruzaban mi cara giraba, no podía verle, me delataría el rubor en mis mejillas. - aquí lo tienes – mi tía era mejor envolviendo. - ten – le entrego la tarjeta negra a mi tía, la cual me la dio para pasarla. Sin mirarlo hice la operación. - gracias por la compara – dije al entregar la tarjeta. - nos veremos pronto. Tomo la bolsa y salió de la tienda, ayer era un hombre atento y con una sonrisa para mí. Pero hoy era diferente, entro a la tienda mostrando una indiferencia absurda. No era que lo quería de amigo, pero los modales siempre deben ir primero.
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