No sé cuántas veces habré pensado que ya nada podía sorprenderme en esta familia. Y, sin embargo, cada vez que estamos todos en la misma habitación, la vida me demuestra que sí, que siempre hay algo más. Somos un desastre, y me encanta. Luce estaba hablando con Abby y conmigo sobre la estrategia del domingo —porque claro, en esta casa hasta los anuncios de amor se planean como misiones encubiertas— cuando el portero eléctrico sonó y Michael se levantó enseguida. Muy dentro mío sé que debe ser Sofi. Pero no puedo evitar mirar fijamente a la puerta esperando ver a alguien más. Un segundo después, Sofi entró con la sutileza de un huracán. —Estoy hecha caca. Quiero acostarme y dormir —dijo apenas cruzó la puerta, dejando caer el bolso como si le pesara el alma. Y cayó sobre el sillón in

