Capítulo 2

1446 Palabras
Un breve destello del choque me cruzó la cabeza. Lo reprimí. —Casi me matan cosas más pesadas que tú. Estoy bien. Por otro lado, me preocupa que te mueras de vergüenza. No pasa nada —dije. Quise apoyarla en la mano para tranquilizarla, pero yo era un hombre de mediana edad completamente vestido, treinta centímetros más alto que ella, y ella tendría unos 18 años, con un traje de baño rojo, medias, botas altas y capa. La discreción triunfó. Sintiendo que no se avecinaba una explosión, Rogue apagó su teléfono enfadada. —Ella siempre es así de tonta. Ni siquiera sé qué hacer con ella —dijo. —Quizás podrías intentar ser más amable y un mejor amigo —dije, sabiendo de inmediato cómo iba a resultar eso. —¿Qué carajo sabes tú? —dijo el otro amigo, que era un personaje de anime que no reconocí. Fue entonces cuando me di cuenta de que meterme en un lío con adolescentes en una convención de cómics era algo que no necesitaba en absoluto. Ignoré a los dos amigos y me volví hacia Ashley. —Estoy bien, lo prometo. No te pases el resto de la convención castigándote por esto, ¿de acuerdo? Ella asintió. —Pero quizás sea mejor que uses tus gafas incluso si desentonan con el disfraz. —Está bien —dijo ella con un esbozo de sonrisa. Y eso fue suficiente drama para mí. Por suerte, había una sala cerca con una mesa redonda a punto de empezar en unos minutos. No me interesaba especialmente un cómic de la Historia de Archie, pero me permitiría sentarme, descansar la rodilla y escapar del drama. Cojeé hacia la sala, sintiendo las miradas asesinas de un par de adolescentes dramáticas clavándose en mi cráneo. Me sentí peor. *** Después de Archie, hubo otro panel sobre cómo convertirse en escritor para publicaciones geek, que parecía centrarse exclusivamente en lo terrible que era si disfrutabas de cosas como la comida y el techo. Me sentí un poco mal por los jóvenes aspirantes que seguían haciendo preguntas como —no, tiene que haber una escapatoria—. No la había. Para cuando me pasó, me sentí lo suficientemente bien como para caminar hasta el hotel. Como es típico en una estafa, se me había olvidado almorzar, así que pedí servicio a la habitación, analgésicos y quizás un baño en el jacuzzi del hotel. El panel era el último del día, así que la convención estaba terminando, con una multitud saliendo por las puertas. Para algunos, era su único día. Para otros, como yo, era solo el primer día del ultra maratón geek. Me uní a la multitud de streaming y empecé a bajar a la calle. Desde allí, fue un breve paseo hasta mi hotel. Fue entonces cuando oí una voz que me llamaba desde atrás. —¡Hola! Me di la vuelta y era mi bruja. Llevaba un abrigo acolchado encima del disfraz, pero aún era otoño y llevaba un traje de baño de una pieza modificado. Parecía tener frío... y avergonzada. —¡Ashley, te estás congelando! ¿Por qué estás aquí? Ella pareció desconcertada por un segundo. —¿Te dije mi nombre? —Tus 'amigos' lo decían cuando te estaban molestando. Se sonrojó aún más. —Ah, sí, claro —dijo—. Mira, solo quería disculparme, pero como es debido. Sé que antes estaba balbuceando mucho, y estaba mortificada por lo que pasó y se me bloqueó la mente. ¿Estás bien? Fue bastante impresionante que lograra preguntar eso con los dientes castañeteando. —Estoy bien, pero voy a tener que llevarte al hospital por hipertermia. ¿Cuánto tiempo llevas esperando aquí afuera para disculparte conmigo? Bajó la mirada hacia sus zapatos. —No sé, unos 20 minutos. Heather y Lesley dijeron que estaba loca y me dejaron plantada para ir a prepararse para una fiesta posterior a la convención a la que las invitaron. Pero me sentí muy mal. Y lo llevaste tan bien incluso después de que se portaran tan mal contigo, y odio que la gente piense mal de mí y... Levanté la mano. Ella hizo una pausa. —A veces balbuceo —dijo. No pude evitar reírme. —Está bien, es adorable. Mierda. Mierda. Mierda. Ahora era yo el viejo raro que intentaba disculparse con la chica buena. Mierda. Por suerte, no pareció importarle. Simplemente sonrió. Y luego volvió a temblar. —Bueno... ¡Lo siento! —dijo riendo—. Ahora debería volver adentro, cambiarme y buscar a las chicas. Se agachó para coger la mochila que tenía a los pies. Miré hacia el centro de convenciones y vi a una pareja intentando entrar. Seguridad no los dejaba, a pesar de sus muchas súplicas. Asentí en esa dirección y Ashley miró y gimió. —Ohhhh nooooo. Realmente no quiero tener que ir hasta Queens para cambiarme en el hotel y luego volver a Manhattan. Había sido un poco espeluznante, pero decidí arriesgarme. —Mira, mi hotel está a una cuadra más o menos. Hay un baño en el salón. Imagina que eres mi hija o algo así, entra y cámbiate. Así no te congelarás en el metro a Queens y lidiarás con posibles locos. Se animó en lugar de sentirse asqueada. —¿En serio, no te importa? ¡Sería genial! —Te quedaste aquí afuera para congelarte y disculparte en lugar de ir de fiesta con tus amigos. Es lo menos que podía hacer. Vamos —dije, cojeando hacia el hotel. Ella metió su brazo en el mío y se acurrucó un poco. La miré. —Tengo frío y tú estás caliente. Vamos, papá. Te llevaremos al hotel. *** En el hotel hubo un mínimo de molestias y después de oír su estómago rugir mientras pasábamos por el salón, logré persuadirla para que comiera algo conmigo. —Yo fui quien te tiró al suelo. No deberías comprarme comida —se quejó, pero sin mucha convicción. —No puedes salir a beber con tus amigos con el estómago rugiendo así. Te emborracharás después de dos sorbos. Ella rió. —Soy un peso ligero en el mejor de los casos, pero tengo 19 años. Aquí no me dejan beber. Pero tengo demasiada hambre para discutir. Así que gracias. Quedamos en una hamburguesa y ella fue a cambiarse. Encontré un sitio en el salón cerca de una chimenea falsa, pero daba un poco más de calor. Estaba en la incertidumbre sobre quién llegaría primero, si la comida o Ashley. Resultó que fue un empate. Justo cuando estaban sirviendo la comida, ella salió del baño. Resulta que transformarse de la Bruja Escarlata a una pequeña pelirroja con pantalones de yoga y cárdigan lleva un rato. Aunque sí me di cuenta de que se había arreglado el pelo y se lo había recogido en una coleta que le llegaba hasta la mitad de la espalda. Se había lavado la cara y se había maquillado con más discreción. Y, divertido, vi que se había puesto unas gafas. Ella se dejó caer en la silla frente a mí y se tomó un momento para disfrutar del calor y mirar con avidez la hamburguesa. —Voy a darte las gracias ahora porque puede que no hable mucho en los próximos minutos. No he comido nada, salvo unas barritas de granola alrededor del mediodía —dijo, tomando la hamburguesa. —No lo tomaré como algo personal. Adelante. He descubierto que hay tres tipos de personas delgadas: las que controlan su peso de forma estricta, contando cada caloría y siguiendo rutinas de ejercicio precisas para mantenerse dentro de un rango de peso preciso; las que son simplemente quisquillosas para comer y no parecen interesarles mucho; y, por último, las que tienen un metabolismo inestable, capaces de procesar la comida más chatarra sin engordar ni un gramo. A juzgar por la forma en que Ashley desmanteló la hamburguesa, sospeché que era lo segundo. En menos de cinco minutos, la hamburguesa y las papas fritas se habían acabado, y ella me observaba la comida de una forma que dejaba claro que se preguntaba si sería de mala educación robarme unas papas. Incliné mi plato para indicar que estaba dispuesto a compartir, y ella tomó una y la mojó en kétchup. —Déjame adivinar, gastaste todo tu dinero en tus disfraces, luego en viajar hasta aquí y en un pase para la convención, estás compartiendo una habitación con tus amigos y no tuviste en cuenta que podrías necesitar comida este fin de semana —dije. —¿Cómo lo adivinaste? —Los cosplayers hardcore tienden a desaprobar cualquier gasto que no se destine a telas y accesorios. ¿Verdad?
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