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1712 Palabras
5 Malek Al Naimi. —¿Conseguiste a la mujer? —“A la ninfa que se coló dentro de mi oficina”. Hago la pregunta en lo que el investigador privado responde mi llamada, no perderé mi irrecuperable tiempo en formalidades. Necesito hallar a la mujer que no ha salido de mis sueños a como dé lugar. Un largo silencio en respuesta es más que suficiente para entender que el inservible hombre no tiene una buena noticia que compartir. —Se… Señor… Al Naimi, ha sucedido algo… Digámosle… Inusual. Su equipo de seguridad ha descubierto que las cámaras del club dejaron de grabar inesperadamente a partir de las diez de la noche hasta aproximadamente las tres de la madrugada. Con esto quiere decir que… No hay pruebas que evidencien la presencia de tal mujer en su discoteca ni en su oficina privada, señor. También pregunté a los empleados la razón de la falla, los cuales no tuvieron ni idea que las cámaras habían dejado de funcionar durante cinco horas hasta que la descubrí yo. Pregunté desde los meseros hasta los guardias de seguridad, ninguno tuvo respuesta sólida acerca de la mujer misteriosa… Afirman no haberla visto. Permítame preguntarle, señor Al Naimi, mi intención no es ser irrespetuoso… ¿Está usted seguro de que tal mujer existe? —Estás despedido. Cuelgo. Busco entre mis contactos a la gerente de la discoteca que me responde de inmediato, como todos mis trabajadores, saben que no me gusta perder el puto tiempo que ya tengo medido. —Hola señor Al Nai… —Despide al equipo de seguridad, sin excepción. —Señor Al Naimi, ¿A qué se debe…? —Sin excepción. Cuelgo el teléfono desajustando la corbata que me está estrangulando, esto me huele mal y no me quedaré de brazos cruzados. Debo de contratar a otro investigador más eficiente, uno que no dude de mi sanidad mental y no crea que la misteriosa mujer es producto de imaginación. ¿Cómo se atreve a insinuar que me he imaginado a la pelinegra de eléctricos ojos azules? No estoy loco. Sé que esa ninfa es real y yo la encontraré cueste lo que cueste. La cuestión es que el tiempo transcurre y no dispongo de mucho, el reloj de arena ya está en mi contra en lugar de mi favor. Ejercen presión con que debo de contraer matrimonio a la brevedad, tanto, que mi madre se ha hospedado en el mismo hotel en el que estaba, con su suite dando justo al frente a la mía. Llevo largos días sin dormir allí, las exigencias de mi familia son un dolor de cabeza que no me he podido sacar en conjunto a la mirada azul rey. Llegué a este país para cumplir mis dos promesas, soy un hombre de palabra. Mi primer objetivo fue triplicar la fortuna de mi padre, lo cual estoy logrando al enlazarme con las dos familias más importantes del país. La familia Werner y la familia Donovick. Ambas familias con imperios formidables e invaluables sedes internacionales. Cualquier empresario quisiera una oportunidad de codearse con alguno de ellos, conozco varios que darían lo que no tuvieran para hacer aunque sea, el mínimo negocio con ellos. Aquí es donde entra cumplir mi segundo objetivo. Encontrar a la mujer indicada para el matrimonio a conveniencia. Abigail Werner fue la elegida a primera vista, hija del reconocido magnate Bastian Werner, es una ávida mujer de negocios, madura, inteligente y recta. La clase de mujer con la que podría crear un imperio y cumplir la estúpida exigencia de mi padre en su herencia. La “cortejé” ya que no quería ser tan fuerte para proponerle un matrimonio arreglado a secas, debía actuar como un caballero y cortejarla antes de hacer la verdadera propuesta. Le encargué a mi asistente que se ocupara de las flores, los detalles y que escribiera ella las notas que enviaría día a día hasta lograr captar su atención. Pensé que lo lograría hasta que una piedra en mi zapato no me dejó avanzar. Oliver Donovick. Hijo del magnate Elijah Donovick, parecía ser el némesis de Abigail Werner, su enemigo, así mismo como... Su amante. Ambos parecían tener un romance del cual no podría importarme menos. Abigail Werner era un movimiento táctico a cumplir para lograr mi objetivo. Por lo tanto, dejé las tonterías de lado en fingir que yo era el ensoñador caballero para pasar a la cruda realidad. Ya era hora de revelar mis intenciones ocultas. —¿Querías verme? ¿No deberías de estar en la junta con tu gente solventando la situación debido al escándalo de Oliver? —me pregunta la rubia de ojos de azules que por alguna razón me recuerdan un poco los de la pelinegra. Pero no, los ojos de Abigail Werner son fríos, me parecen normales, no me llaman la atención. Cuando me viene a la mente la imagen de la mirada proveniente de la pelinegra que se coló en mi oficina, me acalambra por entero la intensidad de ese azul rey que no puedo sacarme ni dormido, mucho menos despierto. ¿Por qué no puedo dejar de pensar en ella? No puedo dejar de pensar en la desconocida ni estando a punto de pedirle matrimonio a otra mujer. Su pregunta es laboral, un escándalo que me importa una mierda ha rodeado a Oliver Donovick. Algo sobre una mujer que lo demanda por una prueba de paternidad, me da igual, eso es lo que he escuchado muy a mi pesar. Los chismes no me van. Mi familia opina como si yo me tomara la molestia de escucharlos, exigen que deje de hacer negocios con los Werner y los Donovick debido al escándalo. Por supuesto que he hecho caso omiso. —Te cité aquí, Abigail, porque te tengo una propuesta que he querido hacerte desde hace semanas atrás. Una propuesta que no podrás negar. —¿Qué era de aquel Malek del pasado, te cansaste de actuar? —pregunta con diversión, notablemente impresionada por mi cambio de personalidad. —Al fin y al cabo soy un Al Naimi, ¿No? Tengo que actuar, aparentar, meterme en el personaje. Lo que tú consideres mejor. Si te sirve de consuelo, en mis planes siempre estuvo quitarme la masca y decirte la verdad. Cásate conmigo, Abigail Werner. Ella se rió como si le hubiese dicho el chiste más gracioso del planeta. —Malek, aprecio tu buen gusto. No puedo aceptar tu propuesta, lo lamento. Una sonrisa lobuna se escapa de mis labios, escurro en coñac en mi garganta. Cuando dije que tendría una propuesta que no podría negar, no mentía, tengo un as bajo la manga. Sin embargo… No me tienta en lo absoluto a sacar ese as escondido. De sacarlo, Abigail Werner estaría obligada a casarse conmigo… Y… No hay miligramo de mi cuerpo que me pida eso. —El matrimonio no es más que un contrato adornado con falsas promesas y palabras lindas. —Una persona dedicada a los negocios como ella, debía saberlo mejor—. No me digas que crees en esa porquería del amor y menos en el matrimonio. De todas las personas… No pensé que estuviese infundada de falsas expectativas, el amor no es más que una ilusión. —¿Qué tan adulterado está tu alcohol, Malek? —Lo suficiente. Piensa bien en tus opciones, Werner. Después no digas que no te lo advertí. —No me quiero casar contigo, no está en mis planes. —No te mentiré, dicen que la honestidad es mi mejor virtud. Cuando te vi, supe que eras la clase mujer con la que debía casarme. Recta, cortés, disciplinada y bien educada. Verás, Abigail, eres una mujer guapa, más, no siento atracción física por ti. Eso sólo mejoraría nuestra interacción. Lo que siento por ti es sólo un profundo respeto irrompible ante cualquier circunstancia, en ti veo a una futura buena amiga con la que trazaremos un amplio camino que andar. No creo en el amor, mi último deseo es una pareja, no tengo tiempo para banales romanticismos que me harán perder el valioso tiempo, y el tiempo es dinero. No quiero casarme bajo el engaño del amor, me casaré con la propuesta de un negocio. Un año de matrimonio, cada quien vivirá en una ala de mi mansión sin molestar al otro. Cada quien en su lugar del que no se traspasará los límites a menos que sea por urgencia. Tendremos la libertad de estar con quien deseemos, hacer lo que queramos, actuar como mejor nos dicte la consciencia bajo la mayor discreción en orden a proteger la fachada de nuestra unión. Divorcio con bienes compartidos. ¿El beneficio? Un jugoso porcentaje de mis negocios si mi futura esposa sigue al pie de la letra las cláusulas del contrato. —¿Un matrimonio por contrato? ¿Eso existe en la vida real? —Un matrimonio real y legítimo. Más real que el que cualquiera ha tenido. —Un matrimonio concertado no es algo que oiga todos los días. —Deberías. Es un matrimonio en el que no habrá innecesarios enredos ni engaños como lo es en el caso de otros. —En el caso de mis padres no hay engaños. —Tus padres son la excepción a la regla, no la regla. ¿Estás segura, Abigail, que deniegas mi propuesta? Tiempos desesperados requieren medidas desesperadas. Tengo dos meses como máximo para casarme con una mujer que sepa que es un matrimonio por contrato, lo que eso significa y unos términos con cláusulas bien hechas las cuales no puede quebrantar bajo ninguna situación. —Entonces, lo que debes es casarte con una abogada. Mi hermana es una, por si quieres intentarlo —tomo su broma con seriedad, es una buena idea. ¿Quién más podría conocer la ley que una abogada? —No conozco a tu hermana —reflexiono pensativo, casi se retuerce en un gesto negativo. —Tampoco querrás conocerla. No es lo que buscas. Melody Werner es la excepción a cualquier regla. Melody Werner… La excepción a cualquier regla… Nunca he conocido a nadie que sea la excepción a la regla. Si así es como la describe, tendré que conocerla personalmente y decidir yo mismo si de verdad, ella es la excepción a cualquier regla.
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