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1614 Palabras
3 Melody Werner. —Señora… No me sale más de la garganta, se me ha quedado estancada la saliva con las palabras, la señora me ve como si me detestara a primera vista. Ella no se parece físicamente a Malek, tiene el cabello claro, entre el rizado rubio oscuro y castaño claro, sus facciones son distintas a la de él, no hayo en su rostro reflejo alguno de Malek. Asumo que él será la copia exacta de su padre. —Seguro eres una de esas facilonas libertinas cazafortunas… Una de esas tantas que quiere enredar a mi hijo en sus sucias garras para sacarle un porcentaje de su dinero, ¿No es así? Lo que para él del tamaño de un arroz para ti es el saco entero, igualada. Qué más quisiera una pobre muchacha como tú que tener la suerte de llevar en su vientre al legítimo heredero de Malek Al Naimi, un verdadero Al Naimi. Claramente, estás en busca de un cheque mensual. ¿No es así, pobre diabla? ¿Por qué habla de los Al Naimi como si fueran objetos de valor en lugar de personas? Me controlo a mí misma conociendo mi mal carácter. De abuelita consentidora, nada. De arpía venenosa, de pie a cabeza. Abro los ojos impactada ante su grosería ilimitada, más que grosería, las palabras malsonantes que me han tachado de oportunista y cazafortuna. —Verá, señora Al Naimi, yo no soy, nunca he sido una de esas de las que usted habla. No tengo la necesidad de buscar un cheque mensual en un hombre, si no tuviese los privilegios que tengo, también hubiese luchado por ser la honesta mujer que soy hoy en día. Me habría resultado mucho más difícil, eso sí. Sin embargo, la única razón por la que sacaría mis… ¿Cómo le dijo? Sucias garras, sería para luchar por mí misma, con y por mis propios medios. Me pareció y sostengo mi parecer que debía decirle al padre de mi hijo sobre mi estado. Todo hijo debe tener a sus dos padres presentes y todo padre tiene el derecho de saber sobre la existencia de su hijo. Mi intención al venir aquí fue para conversar con Malek, era y es lo más correcto de hacer, no le voy a quitar sus derechos. —¡¿Cómo se te ocurre, igualada, sabes con quién estás hablando?! —Exclama la mujer como si se estuviese ahogando con su propia saliva, acercándose peligrosamente—. ¿Insistes en tu descarada mentira? ¿De qué privilegios me podrías hablar, mocosa recién vestida? Mírate de arriba abajo, no serías la clase de mujer en la que mi hijo se fijaría ni en un millón de años. Búscale el verdadero padre a tu hijo, porque Malek no es. Saco una sincera, hilarante e irónica sonrisa negando con la cabeza. —Disculpe por las molestias ocasionadas, señora Al Naimi —si es que se le puede llamar señora… Extiendo una falsa amable sonrisa dispuesta a salir de allí, no caeré en la trampa de discutir con ella, me trago los amplios, extensos y coloridos insultos malsonantes adquiridos en mi diccionario personal. Asiento con la cabeza con educación para darme la vuelta cuando la “Señora” me ha tomado del antebrazo en reiterada ocasión. Mis ojos suben apretando los dientes casi siseando. Está agotando mi afectada paciencia. —Si me informan que estás a metros de Malek, tomaré medidas, trepadora. Levanto las cejas divertida, parece como una olla de presión a punto de hacer explosión. —Lamento informarle que es mi deber contarle a Malek sobre mi embarazo, le guste a usted o no… Ya sea lo quiera o no. —¡¿Sigues insistiendo en esa vil mentira?! —No es una vil mentira. Yo estoy embarazada de su hijo, señora Al Naimi, le guste o no, es la realidad de los hechos. Si Malek decide que no quiere estar presente en la vida de nuestro hijo lo aceptaré, pero no le ocultaré el hecho de que será padre. —¿Tienes alguna prueba de lo que estás diciendo? —Insisto, no quiero ser grosera, no me deja más opción. No le debo pruebas a usted ni a nadie. Ahora, si me lo permite, me marcharé. —¿Cuánto? —¿Disculpa? —¿Cuánto dinero quieres? ¿De cuántos cero estamos hablando para que dejes a mi hijo en paz, lejos de todas tus mentiras y engaños? —Yo no necesito ni quiero su dinero, con permiso. Se atraviesa en el medio sin dejarme escapatoria. No llego a comprender de donde he sacado tanta paciencia. —¿Tú de verdad no sabes con quién tratas? —¿No lo sabe usted, señora? —me enfrento a ella sin reticencias. Con el mentón en alto me desafía, subo la cara cabizbaja—. Yo soy Melody Werner, creo que no nos hemos presentado correctamente. No le extiendo mi mano para estrecharla porque no quiero malgastar mi preciado tiempo. Mi padre es uno de los hombres más importantes en el mundo de los negocios, mi familia encabeza la lista entre los más ricos e influyentes del mundo, desde luego, no creerá usted que yo estoy buscando un cheque en su hijo. Nunca acepté un centavo de mi padre, más que el dinero que invirtió en mis estudios, ese fue el privilegio del que le hablé. Mi meta antes y ahora era construir algo por mí misma, nada de lo que tengo puesto, señora Al Naimi, me lo ha comprado mi padre. Por lo tanto, ¿Cómo podrá creer usted, que si yo, no he aceptado un centavo de mi padre que ha querido poner el mundo a mis pies, estaré rogando por un cheque mensual de su hijo? Lo único que me gustaría que le dé a nuestro hijo no tiene valor económico y eso es su presencia. Sin embargo, como le comenté, si Malek no quiere saber nada del bebé, lo aceptaré. Le pido un permiso en reiterada ocasión, señora Al Naimi. Ella se hace a un lado consternada y yo respiro dando mi primer paso. —¡Tu hijo jamás será un Al Naimi! Su escabroso grito me deja helada a medio paso, me doy la vuelta con una calma increíble aunque mi herido corazón dicte lo contrario a lo que presumo. —Entonces será un Werner, señora. —Una lobuna sonrisa orgullosa se manifiesta en mis labios, no le demuestro lo herida que me siento, no, eso jamás. —Jamás tendrá la aceptación, tampoco el amor. Ese bastardo no será uno de los nuestros. ¿Sabes tú lo que significa ser un Al Naimi? —ataca, como si no pensara antes de hablar. —No se preocupe, a mi hijo no le faltará la aceptación de nadie y le sobrará el amor de la familia que lo esperará con amor desmedido. ¿Sabe usted lo que significa ser un Werner? —contraataco, cree que no me he dado cuenta de su impresión al nombrar quien es mi familia. —Esta es tu última oportunidad. Dime cuántos ceros para que te deshagas de lo que llevas dentro y no vuelvas a pensar en Malek en tu vida. —Escúcheme bien, no le volveré a decir señora porque usted no es una señora, no tengo palabras para definir lo que usted es —escupo con desprecio—. Ha sido mi elección traer a mi hijo al mundo, ya sea como la quiera respetar o no, va a tener que vivir con ello. —No sabes con quien te estás metiendo, no sabes el poder que tenemos los Al Naimi y hasta donde llegaríamos si algo se nos sale de las manos. Y tú, mocosa cazafortunas, te quieres salir de mis manos, eso no va a pasar. Si le dices algo a Malek sobre la existencia de ese… Supuesto hijo que llevas en tu vientre, lo vas a lamentar. Ya que no te quieres deshacer de él, la alternativa que te queda es ocultar la supuesta identidad de su padre. Voy a hacer de tu vida y de la de tu familia un infierno, eso te lo aseguro. No permitiré que una libertina aparecida como tú eche a perder mis planes. —Sin duda, usted tampoco sabe con quién se está metiendo. Que tenga buen día. —¡Escúchame bien, maleducada! Que no se te ocurra decirle ni pío a Malek, porque tú y tu familia me las pagarán con creces. Nosotros los Al Naimi cumplimos con nuestras palabras cueste lo que cueste. —Y nosotros los Werner nos protegemos los unos a los otros ante todo, así que buena suerte con ello. Cuando vea a su hijo, hágame el favor y dígale que necesito hablar con el sobre un asunto en extremo, importante. Un asunto que no puede esperar. Escucho por detrás un “Te arrepentirás” digno de una teatral telenovela, me introduzco al elevador queriendo escapar corriendo, las puertas se abren y salgo de allí corriendo sin mirar atrás recalculando mi decisión con una sola pregunta en mente que me asedia. Ella parecía muy dispuesta en arruinarme la vida por abrir la boca. No es mi bienestar el que me preocupa, es la integridad de mi familia. ¿Qué tan lejos podría llegar esa ponzoñosa mujer, sería capaz de cumplir con su amenaza? ¿Debo o no decirle a Malek Al Naimi que el hijo que espero es suyo? ¿Me callo la boca y lo oculto antes de que ponga en prueba la locura de la madre de Malek Al Naimi? ¿Se lo digo o no? ¿Hablo ahora, o callo para siempre?
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