Capítulo siete
En este momento no sé dónde poner la cara o simplemente la cabeza.
Ojalá fuera un avestruz para meterla dentro de la tierra o al menos esconderla para que el depredador que tengo en frente no me vea con esa intensidad en su mirada.
—¿Estás cómoda? —cuestiona con voz ronca —te noto tensa desde que bajamos del carro —chupa su labio inferior sabiendo lo que hizo allá atrás mientras que yo solo puedo suspirar hondo para dejar estable mi respiración.
Maldito y mil veces maldito.
—Por qué será que estoy así... —susurro para mí.
Su carcajada llena el lugar vacío —Tampoco es para tanto, pero si quieres que lo haga, —limpia la comisura de sus labios con la servilleta y la deja a un costado de su plato —solo tienes que pedírmelo —se encoge de hombros desinteresado y achico los o
